¿ A qué hora estoy muriendo?

viernes, 19 de septiembre de 2008

Primera Palabra


Muchas son las palabras que los niños, cuando pequeño claro, eligen para decir por vez primera, aunque claramente entre la gama de palabras nunca se deja a un lado un par de las favoritas: Mamá y papá. Si, es cierto, son dos de las palabras que formulas los pequeños infantes, no obstante el pequeño Johnny formuló algo un poco menos común y mas difícil de que la boca de un infante pronuncie de primero. La palabra no era extraordinaria ni muchos menos era merecedora de un Nobel era simplemente una unión de varias letras: una vocal abierta y otra cerrada con una consonante que es muda; la palabra que dijo el pequeño Johnny apenas si tenía cuatro letra, pero el niño no lo dijo por alegría o por ver a mamí unir varias cosas para luego metérsela en la boca ni por que papi llegaba del no se como se llama (trabajo) con un algo en las manos; no nada de eso.

Johnny dijo la palabra envuelto de un temor agudo y silencioso, una confrontación mental entre dos pares de ojos; los de él y con ese algo que un niño no sabría como se llamaba, no obstante, para aclarecer el relato digámosle duende. Y esa fue la circunstancia el niño de un año mencionó su primera palabra, quizás la escuchó tanto de sus padres que ¡Qué remedio repítamosla!, o quizás un bagaje superior a nuestro subconsciente la llevó desde la profundidades de su alma y la hizo gesticular.

Cuando habló por primera vez estaba en su habitación exactamente a las diez con cuarenta y siete minutos de la noche tercera a su cumpleaños. Antes de decirla su mamá, una mujer de cuarenta y tanto años, morena y con cabello recio, pero con una conmovedora facha de bondad, le había vestido con una pijama de un muñeco que retrasaba a los chicos que los veía por largo tiempo, era un ilógico dragón o dinosaurio morado con manchas amarillas, que cantaba una canción más estúpida que su propia imagen. Su papá le leyó un cuento sobre el rey león, y las aventuras de Simba, claramente Johnny no entendió en lo absoluto de que hablaba su papá, es más ni siquiera sabía que estaba hablando para él era aun montón de sonidos cuyas pequeñas connotaciones comenzaba a entender. Lo poco que su mente entendió de ese largo cuento fue algo de Hacunamatata… pues era una palabra que siempre decía, como todo bebé, palabra que para los adultos son peores que construir un barco dentro de una botella.

Su fiesta de Cumpleaños había sido, muy entretenida, al parecer de él, un grupos de niños y niñas le habían traídos muchos regalos, Johnny se fijó especialmente el de una mujer muy adulta, cuya cara era elástica y parecía que él podría guindar de ella, que le trajo un gran regalo, sólo entendió que esa maquina con cuatros cosas en el piso se llamaba ‘‘garro o carro’’ por lo que entendió de su mamá cuando se lo mostró. Johnny por su parte lo tocó y prefirió ver un perro que le había regalado el abuelo, en su vida comprendió lo que era ser abuelo, pero así lo llamaba su hermana Tifany, una niñita morena como sus padres de ojos negros como almendras y cuyos cabellos se ahorcaban con una cinta de color rosado. El perro era un pequeño dálmata, con un detalle muy bonito, a un ojo parecía que le hubieran golpeado con una pelota de béisbol (claro que Johnny no sacó esa conclusión para él era simplemente un animal muy bonito, o simplemente un guao, guao).

Los demás regalos fueron triviales: carros de muchos colores, un pista para los carros, una gasolinera para la pista y los carros, un control remoto, peluches, y muchos conjuntos de marinero con el mismo idiota mono saludando con una mano. Deprimente, y decir esa palabra es una responsabilidad pero que más sí es lo que sintió Johnny con todos esos regalos, fue deprimente. No obstante faltó uno.

Un sujeto ridículo e incompresible para el bebé Johnny, era uno de cabello verde y nariz roja (quizás lo golpearon por ser tan ridículo) vestía un traje bañado en brillantina y la cara era muy pálida, el comprendió de inmediato que no era feliz ese sujeto pese a que buscaba de dar felicidad. El payaso, le trajo un regalo especial al pequeño, y fue el último de recibir en su celebración, algo que molestó a la mamá de Johnny pues según las costumbres de su familia el último regalo era responsabilidad de los padres, mas, el tal Payaso Ricky se disculpó con los invitados y con una sonrisa muy forzada le dijo que no importaba que no se lo daría pero le daba pena por su hijo. A regañadienta la madre aceptó el regalo, de todos modos la gente adulta de la fiesta le había puesto mala cara. Y vamos a ser sincero, un payaso por muy idiota que sea sus roja boca adornada por dientes amarillos, al dar un regalo por educación oigan muy bien por una educación sobrehumana es que se acepta.

Johnny mudo de voz, pero con una gran habilidad para pensar o por lo menos para sentir el estado de las demás personas, captó de inmediato que aquel adulto no era bueno. Sin embargo le dieron el regalo envuelto con una cinta y papel fosforescente verde y rojo. El lo miró con recelo, aprovechando y examinando: cuanta idiotez. Todos los invitados con cara de desdén y muchos de los hijos de los invitados tratando de lograr ver el presenta jurando por lo bajo para que a el cumpleañero no le agrade el presente y se lo dé a sus invitados. Pero allí estaba tenía que abrir aquél estúpido regalo, y fue estúpido hasta que tres días después a su fiesta de cumpleaños dijo su primera palabra.

Y el estúpido, fue terrorífico.

Su madre lo adentró dentro de sus suaves cobijas adornada con el mismo idiota dragón o dinosaurio. (…y tu a mi. Somos una…) Y cómo de costumbre le besó la frente y al salir dejó una lámpara de otro hombre que se agarró a golpe y le dejaron con la nariz roja (payaso). Cuando su madre se fue dejándolo en su habitación, sólo acompañado por el leve e inútil tintineo de las luces de su lámpara, algo sucedió. Un ruido seco, y cortante se prolongó por un lapso de tiempo, luego los grillos y seguido a eso el silencio, aquel sonido venido de lo más recóndito del universo: silencio, ¡oh silencio! Cómo Johnny era un bebé y todavía poseía información que algunos humanos desconocen no le atemorizó para nada aquel silencio frío y cortante de la habitación, pero cuando la lámpara se apagó dejó de un lado la protección de la mano de los ángeles y se acercó al mundo humano, dominado por factor muy decadente: el miedo.

(…con un fuerte…. Y un beso…)

Y no era porque no hubiese luz que temía sino porque sintió algo, ese algo le asustaba: la sensación que recorría su cuerpo de apenas unos cuantos centímetros era como enamorarse un frío indiferente te bañaba los polos, con escalofríos acompañado de un estado de alerta todo aquello lo experimentó Johnny a las diez y cuarenta y siete de la noche, y lo desistió a las once de la noche cuando habló por vez primera.

—Hola

Un sonido se despegaba de sus cuerdas bocales, chocaba con la lengua la que se envolvía en preciso instante en que la boca formaba una O y el grupo de baba salía de los dientes hacia el aire.

Hola fue primera palabra que formuló Johnny al ver su regalo— ¿o fue la respuesta que dio al su regalo verle?—, o lo que quedaba de él observándole con ojos amarillentos y saltones las venas de sangre se brotaba al punto de reventar su mirada era gélida y penetrante, tenía unas arrugas muy pronunciada sin pestaña y ceja se veía más aterrorizante. Las orejas amarillentas y derretidas se movían de un lado a otro, y su nariz ganchuda y empinada olfateaba rápidamente. En su boca, que parecía un gran tajo de carne quitado, estaba dibujada un sonrisa, no era alegre no era malvada, era una sonrisa equilibrada. Estaba vestido de ropas o restos de ropas, y lo que era peor a su aspecto físico o pequeño cuerpo, era su aura era un presencia negra y temerosa. Y estaba parada a unos cuantos metros de la cuna de Johnny, inexpresivo levantó un brazo hacía el muchacho: el brazo más bien era una garra pegada a un trozo de plástico en forma de tuvo.

Johnny que su forzado cerebro por medio de sinapsis o una reacción al miedo pronunció su palabra: Hola, un saludo no más quiso saludar a alguien que seguramente vendría a jugar con él un pequeño amigo que de seguro se había llevado a su muñeco de duende.

(Te quiero yo…)

Fue un contacto ocular. Entre la sombra la sonrisa salía del duende. Era como un chillido burlón y de manera cíclica. Venía e iba. Una y otra vez. La risa chocaba con las paredes, rozaba con la pintura de aceite y regresaba hasta los oídos de Johnny. Era como ver que algo con quien no jugaba, siempre—tres día atrás—odió a ese muñeca, su estúpida sonrisa su estúpido gorro y lo que peor su estúpida ropa verde. Asqueroso y repugnante. No porque el duende fuera feo, si no a penas tocarlo sintió todo lo que había en él…

Sentimientos que se olvida con el tiempo…

Y Que regresa en las noches….

Que nos llaman a la media noche…

Me mientes si nunca temiste. Si nunca sentiste esa droga mental esa unión sináptica entre tus neuronas que pone a trabajar el último de tus nervios, que conecta una articulación con otra. Tu corazón oxigena tu sangre poniéndote en vigilia total. Y que pone tus ojos a la expectativa, entre la oscuridad. Donde las sombras y la noche son un bocadillo excitante. En dónde tu eres el juego, el preso y los barrotes son tu mente, pues bajo la cama el monstruo te llama, el chasquido de la puerta el monstruo llegando, el sonido de las gotas el monstruo babeando sus labios para comerte, donde el mas leve golpe es el monstruo hambriento… no porque quiera comerte, ¡no! es porque está sobre ti, sobre tu cama, a lado tuyo, ¡vamos! voltéate que allí está viéndote. Mirando con una sonrisa que estás allí y que le temes… Porque tu y yo sabemos que le temes… Y sabemos, que un sonido y el monstruo está allí.

Y él duende detallaba de pie a cabeza a Johnny. Y él veía al monstruo. Luego de eso el monstruo se zumbó a la cuna del chico. Tomó de sus brazos, el gritó gimió como un cochino en el matadero, las garras se hundieron como un sierra sobre su diminuto pecho, la boca rompió la aorta con los puntiagudos dientes. El sonido que salía parecía el de una piraña desguazando a su presa. La cama se movía de un lado a otro, como si el sexo urgido se moviera de adelante hacia atrás. La sangre era un manantial sobre la cobija plateada y corta, e osito que estaba a un lado miraba con sus enormes ojos, expectante, aquel festín. Los llantos del chico despertaban las más inimaginables creaturas de la tierra.

(Cuando se hace…)

La sangre corrió sobre la frente de Johnny…

Se pasó la mano y era sudor, y entonces supo algo. Que aquello no era real que no había pasado que era un pesadilla de su ser o algo que le causaba miedo, nada de eso, como un chico de tres años supo que al verse arrodillado en su cuna con los genitales sumergido en orina, y las manos y cachetes envuelta en el pegajoso sudor, supo que con eso no tenía que jugar…

Miró la habitación…

El muñeco dibujaba una sonrisa al chico.

Quiso gritar, armar alboroto, pero los ojos brillosos del duende se lo impedía se ordenaba. Tienes que callar, le decían. Silencio, le rogaban. Presa del miedo calló envuelto en la sensación mas humana del miedo, aguardó en su cama.

Tomó a su oso, y se durmió sobre él. Acurrucado. La z se dibujaron en sus pensamientos durmiéndolo, envuelto en todo aquel caos. Cada noche de su vida temería a ese duende que le miraba en este momento.

… le miraba.

(Realmente sorprendete)

Luego el sueño cerró sus ojos.



Aproximadamente a las tres de la mañana de ese mismo día, un muñeco horrible sentado en una silla expectante a un cuna, movió la cabeza hacia un niño. Una sonrisa y la cabeza se volvió lentamente rechinando a su lugar original.



FINAL


(por ahora)




2 comentarios:

Diana Sauval dijo...

Hola!
Me re imaginé la última parte, todo a oscura y en el medio de esa oscuridad al muñeco girar lentamente la cabeza y volver a ponerla en el mismo lugar con una sonrisa enorme y vengativa XD
Veo que te gusta Stephen King, así que supongo que te interesaría leer, quizás ya lo conoces, a Franz Kafka.
Me encantan muchos de sus cuento :)
Tengo que irme, nos "veremos" en el proximo comentario :P jajaja


besos!

besos

L.D Briceño dijo...

Quizás nunca llegue a decir cuales son mis historias favoritas por mí jajajaja ( de otras novelas si puedo decirlo--Y no todas son de terror de hecho el 32% de lo que he leído es terror, tal vez más, tal vez menos, ¿quién sabe?. lo digo para aclarar cosas :))...
Y esta historia a mi me gusto mucho al igual que Noche de Corrupción, ambas las escribí en la noche de un sábado según recuerdo, y esa noche era fría podría envidiar el calor nocturno de los muerto... De verdad que muchas gracias Diana por tus comentarios que son recibidos con el mayor de los afectos que unas cuantas palabras pueden explicar... Bueno me despido y espero seguir en contactooooo
:)