¿ A qué hora estoy muriendo?

miércoles, 14 de octubre de 2009

Febrero



Compañeros de Clases

A Peter y A ángel

y

A Daniela

¡Gracias por Todo!.

Fue muy difícil observar la escena que tenía al frente.

La habitación estaba oscura y sin ningún rayo de luz, las ventanas estaban cerradas como si no se quisiera dejar escapar el aire, la cama estaba perfectamente arreglada, y todo el piso estaba cubierto de un arduo desorden. Era caos. Jamás hubiese notado la catastrófica figura, y el ambiente propicio para la misma, si yo no me hubiese encontrado en la puerta de la habitación tomado de una esquina de la puerta mirando fijamente al bulto oscuro al lado de la cama, que estaba sentando en posición fetal.

Detrás de mí la luz del pasillo se proyectaba en la habitación cómo una especie de eclipse en dónde yo era la luna. Si no hubiese abierto esa puerta. Quizás todo hubiese sido diferente, y yo jamás hubiese entendido la razón de todo; aunque en lo más profundo de mí ser, en aquel lugar dónde solo juega la amiga inconciencia, yo sabía que todo había pasado por esto. Dos más dos. Era una simple suma.

Fue difícil haber entrado a esa habitación. Pero no era por lo desordenada, ni por los resto de comida aquí y allá ni porque dentro del caos la cama estaba perfectamente arreglada, lo difícil y que aún no puedo asimilar, fue ver a mi mejor amigo en posición fetal meciéndose de un lado a otro.

Caminé lentamente hacia él alejándome del pasillo, y adentrándome más y más en la oscuridad, entonces miré lo que no quería, y de inmediato me quedé momificado.

Mi mejor amigo volteó lentamente y me miró. No pude observar sus ojos, estaban eclipsados por la falta de luz, pero sentí su mirada.

No negaré que quise correr.

Para mi todo esto era una broma de mal gusto, y el cambio que dio él fue sin base y sin ningún motivo específico, pero ahora que lo pienso, si hay una base y si hay un motivo. Claro yo no lo supe, sino quizás demasiado tarde, lo sospeché, pero era una voz maliciosa que se colaba por mi tímpano y llegaba a lóbulo occipital de mi cerebro, y gritaba “Te lo dije”. Pero yo atorrante, y convencido de que era cuestiones de mi propia imaginación, no lo miré. O más bien no lo quise mirar.

Yo dejé que mi mirada se eclipsara. Pero igual, eso no es importante. Por supuesto que si lo hubiese sabido meses antes, llegado Febrero no hubiese dado la respuesta que dí. Quizás si lo hubiese humillado. Quizás si lo hubiese perseguido. Quizás hasta me hubiese alejado. Era mi amigo. Era un amigo, aunque después con todo lo que pasó mi amistad creció. ¿Era? No sé sí aún podría clasificar amistad, no sé si está permitido.

Pero no me di cuenta. Y cuando lo hice fue demasiado temprano para preveer lo que pasaría, y un poco de pues, fue demasiado tarde para remediarlo. ¿Contradictorio? Ajá. De todos modos fue así.

Recuerdo cómo fue todo. Y todo esto me perseguirá por siempre, ajá lo sé.

Era el comienzo de clases. Estábamos a mediados de septiembre, y los primeros días fueron muy nerviosos para todos. En noveno grado son muchos los cambios que se dan, son los primeros pasos para un futuro, para decidirte qué orientación seguir: Algo así por estilo lo veo yo. Estábamos nerviosos, y hasta risueños. Peter me contó el primer día de clase que le habían comentado que un nuevo de octavo se había hecho Pipí los pantalones en pleno autobús. Me reí bastante con el hecho, aunque luego me enteré por bocas sin importancia que el chico se había retirado del colegio, la pena era tan intrínseca que ni podía mirarle la cara al conductor.

No era para menos. Aunque extrañamente no supe más nada de ese chico. Peter se había sentado a mi lado como durante estos tres años, yo intentaba jugarme una partida con Daniela, la que estaba justo detrás de mí. Pero me había revotado así que era poco lo que yo podía hacer. Peter se burló de mí. El muy desconsiderado había enamorado a Daniela, bueno no él, ella sola sentía un Crush, pero él no le paró. Jamás lo hizo. Peter me respetó la cara y nunca le hizo caso, fue muy gentil aquello.

Si, Peter hacía ese tipo de cosas; al menos por mí.

El salón de clase era relativamente amplio. Y contaba con veintisiete alumnos. Era una mezcla entre personas con mucha bondad, y mucha maldad. Personalmente no creo que existan las buenas o malas personas, sólo considero que hay un porcentaje de todo en todo. Era como una opción de dos palancas que desembocará arena en un reloj. Tú aplicabas una o la otra para llenar el Reloj, el cuerpo era el reloj, y la arena era pues la cantidad de maldad, y bondad. Todos teníamos un poco de todo, en todo. ¿O no?

Peter era un buen amigo, y pues practicaba natación conmigo los fines de semanas, todos los sábados, y cuando estábamos muy libres íbamos un lunes o un martes. Siempre era el primero en saber de la chama con la que yo salía, y siempre me criticaba por andar de caliente, o palo de agua. Nos conocimos en Séptimo, por equivocación, y en medio de una pelea. El primer día estábamos comprando en la cantina, y el caminaba en dirección contraria de mí, y de un momento a otro, derramó su refresco sobre mí. Ese día recuerdo que me llevaron a la dirección. Le pateé y le lancé mi refresco. No nos hablamos durante uno o dos meses, hasta que llegado noviembre más o menos, yo llegué tarde al colegio, y él (Peter) era el único esperando en la zona de retrasado, me vio y llamó para que abriesen (olvidaba decir que llovía y estaba totalmente empapado). Tomó las llaves y abrió la puerta. Me dio una sonrisa. Puse mi cara, pero después cedí. Y me dijo “¿Quieres mi suéter”, me negué, pero cuando llegué al salón con el agua de todos los océanos y mares en mi cuerpo, encontré un suéter sobre mi pupitre, entonces se lo agradecí. Y desde allí nos comenzamos a hablar. Hasta ahora. Y hasta lo que pasó… lo que le pasó. O nos pasó.

El primer encuentro, así lo llamaría yo, pasó demasiado rápido. Yo no lo noté pero él si. Fue tan difícil de explicar, que yo diría que debo meterme en su memoria y mente para poder entenderlo. Pero después de todo lo que hablamos, y todo lo que pasamos juntos. Considero que puedo pensar cómo él… hasta cierto punto.

Fue la segunda semana de clase, ya el timbre de la campana había sido tocado. Todos estábamos en el salón de clase aún contándonos tonterías, y fantaseando con cosas que de verdad no había pasado. Peter estaba sentado muy cerca de mí, y yo estaba sumergido en una novela de terror. La profesora Guía se paró en frente de la clase, su cara cargaba muchas arrugas como por efecto de una pecaminosa vida. Saludó a la clase y se dirigió a todos.

--¡Buenos días!—dijo. Ni le respondí, aunque escuché el tonto coro de los compañeros de clase. —Muchas gracias. Especialmente a usted señor Oropeza por responderme. —me clavó la mirada. E ignorándonos mutuamente continuó—Muchachos quiero que conozcan a su nuevo compañero de clase, y que lo apoyen en todo lo necesario para adaptarse a nuestra pequeña institución.

Joder un nuevo, pensé.

Mi compañero de clase alzó la mirada. El chico nuevo entró al salón de clase. Era relativamente alto, llevaba el cabello hasta la nuca y su cabello se le cruzaba en la frente. El cabello era negro, y parecía una cortina muy desgreñada. Llevaba nuestro uniforme de clase: la camisa por dentro, todo perfectamente planchado, y llevaba un suéter de capucha abierto. Sus manos estaban cubiertas de pulseras. Se metió las manos dentro de su bolsillo.

Y pasó sus ojos grises sobre la persona que estaba a mi lado. Mi amigo le respondió la mirada. Ambos se observaron con cavilación por un tiempo de unos quince segundos, y luego cambiaron nerviosamente el rumbo. Yo no noté nada.

--¿Puedes decirles cómo te llamas?—dijo la profesora.

-- Ángel.

La profesora se le quedó mirando. El compañero de clase, miraba a todos de abajo a arriba. Era como si buscara algo. Detalló a todo el mundo. Dijo “Gracias”, y caminó. Paso a paso con elegancia, y a la vez con un toque pedante. Varias miradas se cruzaron hacia él. Yo le eché una mirada, y continué en mi novela. Sin embargo, unos cuatros pupitres antes de mi puesto, sentí el peso de una mirada. Volteé. Y miré a Ángel. Me quitó la mirada, y se volteó hacia Peter. Ambos se miraron, de nuevo.

Aquello fue como un encuentro. Es como la sinapsis de la neurona, se intercambian químicos y cargas eléctricas. No obstante en esa mirada Peter-Ángel; Ángel-Peter, fue nerviosa, y constante. Ángel caminó hacia él con parsimonia. Luego se alejó y se sentó dos pupitres al lado de él.

De una manera u otra se habían encontrado él uno hacía el otro.

Podría decir que fue un primer encuentro. Podría ser descrito como el odio, que sienten los gatos hacia a los perros, o los perros hacia los gatos. Es como una relación, escrita por los albores del tiempo, y que es confirmada exclusivamente con la mirada. Impulsando a síntomas como el calor, el sudor, y los nervios a dispararse cuando entra en contacto. Todo eso pasó. Pero lo más atractivo de todo el asunto. Es que fue secreta. Nadie lo notó. Fue algo, inconciente, al menos para Peter. Pero algo que pasó.

Peter no supo por qué sudó. Y por qué estaba tan nervioso. Pero sintió toda la tarde el peso de la mirada de Ángel. Aunque tampoco fue una mirada descarada, eran simples pestañeos, simples iconos, alguien dictaba una clase, y mientras se borrada la estúpida coma de más en el cuaderno, se describían de reojo para saber si el otro estaba allí, solo una leve visualización con el fin de conocer la existencia o la presencia de la otra persona. Un juego de mirada, algo inofensivo.

Pero eso fue solo el primer día.

Peter no quiso acompañarme a la piscina el martes por la tarde. Técnicamente no me acompañaría debido a que el mismo iba a nadar, pero a fines prácticos simplemente no quiso ir. No le di mucha importancia y me fui rápidamente. El miércoles cuando llegué a clase, observé en el aula que algunas personas se acercaron a Ángel y hablaban con él. Yo no le hablaba. No por que me cayera mal. Sólo no se había dado la oportunidad de cruzar palabra. Y yo no pensaba dar el primer paso.

Cuando entré al salón de clase, además noté que Peter estaba clavado en su asiento. Estaba excesivamente normal, pero con un ligero aire de diferencia.

--¿Qué te pasa viejo?—le dije y le puse una mano en el hombro.

-- Nada. Al. Ando un poco cansado es todo. —dijo pero su cara estaba disímil. Peter era un chico promedio, en estatura, no media tanto y ni tan demasiado poco. Era muy blanco y su cabello era corto, cómo el mío.

--¿Qué hiciste?—le dije.

Se me quedó mirando. No respondió. Entonces llegó la profesora y tuvimos que quedarnos callado, pasó el día y el tema no se tocó más. Yo personalmente no estaba lo suficientemente ocupado para darme cuenta de cosas que rompiera el equilibrio de la normalidad de las cosas. No obstante a que yo notase o no las cuestiones, estas si pasaban. Y la sonrisa que daba Peter a cualquier cosa, no era normal. El siempre era risueño. Pero su poca actitud o atención a cosas que siempre se mostraba interesado: como la natación, la TV, etcétera; era extraña. Pero todos cambiamos un poco, todos nos alejamos de nuestras costumbres… o ¿no?

Así fue el comienzo de todo. Y hoy me lamento no haberme fijado.

Las semanas pasaban, y yo no me enteraba de las cosas. Solo que Peter andaba más cuidadoso, más meticuloso. En la piscina llegaba, nadaba conmigo, conversábamos lo normal, a veces me sentía bien por eso, y luego se iba corriendo a su casa. Pasó una o dos semanas en la que salimos casi a diario, quería distraerse lo noté, eso fue por noviembre más o menos, pero intentaba. “O si intentaba”, ser el mismo de siempre. Pero durante las salidas, siempre estuvo ausente. Estaba su cuerpo, pero su pensamiento estaba en otras cosas.

Yo era su amigo. No su mamá. Y si un chico necesita tiempo consigo mismo, pues un verdadero amigo debe dárselo. Hay cosas que se arreglan con la soledad.

Mi preocupación inició realmente cuando estuvo a punto de ahogarse en la piscina.

Peter nadaba menos que yo. Pero no era mucha la diferencia. Siempre llegábamos en este orden: yo en el primer lugar, luego él, y luego unos ahí, Steven o Harrison, ambos eran buenos pero no tanto como nosotros. En fin, ese sábado hacíamos el estilo mariposa, unas diez piscinas aproximadamente.

Yo estaba concentrado en el movimiento de mis omoplatos, en la vuelta de mi cabeza, mirar la luz del sol sobre la piscina, y luego hundir mi cabeza como una pala en la tierra del cementerio hacia la piscina y ver el fondo del agua, la oscuridad del agua. Cierta vez pensé en que la piscina era la división de dos mundo. El de los vivos y el de los muertos. Esos pensamientos me llegaban a mi cabeza justo cuando estaba al máximo de mis entrenamientos, y el cansancio se colaba. Cuando nadaba y miraba hacia arriba en busca de aire veía la vida, pero cuando mi cabeza se hundía en el agua veía el fondo, y allí estaba la oscuridad, un parecido al inframundo. Sabía que si me dejaba caer, o si no lo hacia bien, me ahogaría. Si me pasaba de cansancio también me ahogaría. Si no practicaba adecuadamente, o sino calentaba me daría un calambre y en la mitad donde ni brincando podría llegar de nuevo al mundo de los vivos, moriría. Era extraño pensar eso.

Por consecuencia a mi concentración en mi deporte y en mis cavilaciones, no escuché sino muy tarde el sonido del silbato del profesor, cuando entendí entonces que algo iba mal. Paré de seco y subí la mirada a ver que ocurría me di cuenta de que señalaban a la derecha de mi carril. ¡Peter! El miedo se coló sobre mi mente, lo busqué pero no lo vi entonces no entendí, la adrenalina se coló en mis venas, y la sentí. Mi cuerpo comenzaba a sudar el calor de la natación, aunque el agua me termo regulaba. Entonces comprendí a qué se refería. ¡Se ahogaba! Y entonces me lancé sobre su carril. No estaba cerca. Busqué y busqué, el agua de la piscina se volvía turbia, y mis oídos se inflaban, escuché el rumor de un pito sobre mi cabeza, comprendí entonces que estaba nadando hacia abajo.

Vi la zona oscura. Y entre la oscuridad y la leve luz, estaba Peter. No esperé mucho y me lancé sobre él. Mientras descendía como una rana, mi cabeza iba a explotar, lo que más aprecié fue que mis pulmones no se cansaron, podía aguantar la respiración por medio minuto más, pero la presión de mis oídos era fenomenal. La banda de My Chemicals Romance, se quedaría anonadada con el rumor que había en mis orejas por culpa de la presión de la piscina.

Y allí estaban sus ojos viéndome, y le tomé la mano. Luego de unos minutos nos encontrábamos arriba.

-- ¿ Qué te pasa? ¿Cómo rayos te vas a ahogar en una piscina?—acabé diciéndole luego de que el profesor se sumía sobre él. Peter se reincorporó, tenia los ojos inyectados de sangre, y la boca pálida.

No respondió.

El timbre de la hora de la piscina sonó espantando las palomas que estaban en el techo del vestuario, y supe que todo había terminado. Mientras nos cambiábamos volví hablar con él.

-- Algo va mal contigo Peter. —le susurré mientras nos colocábamos los Jeans.

--Sólo fue un accidente. Nadaba y me dio un calambre en los dos pies, luego no pude hacer nada es todo. Fue mi culpa por no calentar—me dijo.

-- Tu mismo me has fastidiado la paciencia, una y otra vez cuando no me caliento. ¿Por qué cometiste un error tan tonto?—le pregunté y noté cómo buscaba con los ojos una respuesta. No la había.

Me miró directamente y me sonrió.

--Quédate tranquilo Albert. Estoy bien.

Y le creí por unas semanas.

Peter escuchaba su Ipod tranquilamente bajo unas escaleras del colegio. Quería estar solo y no tener que dar explicaciones. Entonces vio a alguien bajando las escaleras, le pasó por el lado sin mirarle, pero con la certeza de que había sentido su presencia. Siguió y se sintió en unos bancos que se disponían a unos diez metros de la escalera. Era Ángel. Peter le ignoró, no le caía bien ese chico…

… incluso hasta le odiaba. O era algo parecido, sencillamente no quería estar a su lado. Quería alejarse de él. No por que lo tomara en cuenta, era por lo que él hacía. El primer día no le había importado, se había sentido sucio, y extraño (hasta divertido) al darse cuenta cómo lo miraba. ¡No!, al darse cuenta de que él lo miraba. No lo perdió de vista a lo largo de las primeras horas de clase. Pero Peter no le respondía la mirada. Solo era incomodo es constancia vigilancia.

… divertido. Le causaba intriga. Y ahora que sabía que estaba allí y que pronto voltearía y le vería le causaba una presión en el pecho. Entonces Ángel, sonrió.

Comía una empanda, sentado con elegancia. Se tocaba de vez en cuando el cabello para acomodárselo detrás de la oreja. Mordía lentamente la empanda, y bebía un cuarto de jugo de naranja. Se detenía en cada mordisco para sonreír y luego reanudaba su labor.

Pero hoy había pasado algo que no había ocurrido en 14 días, Ángel no le había mirado. Es más ni lo había tomado en cuenta. A Peter le importaba poco lo que un chamo pensara de él, con la salvedad de Albert. Pero aquel chico nuevo era diferente. Era extraño. Sentía curiosidad por él.

Pero al mismo tiempo se sentía muy incomodo tanto así que esa incomodad se convertía en terror.

Sonreía. Peter miró de nuevo la comisura de sus finos labios y detectó su sonrisa maliciosa y tranquila, casi neutra. Puso la canción de su Ipod a todo volumen quería opacar sus pensamientos.

Pasó una semana entera, Ángel era bueno en clase. Sabía de todas las materias, pero era muy tímido. No hablaba casi con nadie, y eso atraía la atención de todas las personas, algunas chicas buscaban de socializar con él. Pero el se mantenía renuente de salir de su acorazado sitio para mezclarse con los demás. Ya Peter se había acostumbrado a la falta de atención, y a la constancia del casi ritual de la existencia de Ángel en su vida colegial.

Ángel llegaba temprano escuchaba música hasta que sonara el timbre del colegio, entraba a clase hablaba con ciertas personas, o se ahogaba durante clases en una novela, si la clase era muy aburrida, o con disimulo se metía los audífonos del Ipod, era diario aquel comportamiento. Y ya tres semanas habían pasado en las cuales Ángel lo había evitado. Aquel hecho le tranquilizaba en parte. Por que de ese modo él mismo no tenia que hacer un esfuerzo para no pensar o para no devolver las incomodas miradas de ese chico. Sin embargo, Peter no había notado que ahora era él quién le miraba.

… había algo misterioso en aquel joven de cabello negro y risa agraciada. Aún Peter podía recordar su primer encuentro, llegó a la clase y se miraron por un corto tiempo semejante a un eternidad, luego Ángel se sentó, y le mirada con risas, daba la impresión de que sabía algo que Peter no. Pero eso ya no pasaba. No ya no.

Y se alegraba por que pese a que era un compañero de clase no tenia nada que compartir con el individuo gracias a Dios que seguía trabajando en todo con Albert, y así no se veía en la obligación de tener que hacer pareja con Ángel.

(Pareja).

Ese mismo día luego de sus cavilaciones bajo la escalera su cabeza explotó de ira, y sorpresa. Entró al salón de clase y vio una escena que al principio fue normal, pero luego de analizar sus consecuencias temió por lo que pasaba.

-- ¡Hey! ¿Qué tal Pe?, Ven siéntate creo que aun no lo conoces bien—dijo Albert muy animado. —Es muy pana. Me lo encontré en el camino para acá y pues hablamos un rato, ven conócelo. ¿Ángel ya lo habías tratado?. Él es Pe, el callado.

Se río Albert.

Sentado aún lado del pupitre de Albert, se encontraba Ángel.

-- ¡Mucho gusto!, Peter. No, efectivamente no nos conocíamos. —dijo la voz aterciopelada de Ángel. Su voz era cálida, como la de una chica. Pero a la vez muy seria como la de un hombre. Era una mezcla exacta de las dos. Peter recordó la tonta serie de televisión y el famoso “U sea” junto con la voz de Ángel.

-- Vale. Igual men. —dijo Peter estrechando la mano de Ángel.

Albert se quedó viendo a ambos, y comenzaron hablar. Hablaron durante toda la clase, y sorprendentemente Peter disfrutó de esas dos horas. La profesora de matemáticas se había enfermado y por ende tuvieron el bloque completo libre. Al parecer Ángel era un chico de Las Mercedes, estudiaba inglés, y aprendía a tocar piano. Peter encontró muy interesante a Ángel. Albert se fue a cortejar a Daniela una vez más, y los dos compañeros de clases se quedaron solos.

-- Y ¿Cómo te ha parecido el colegio?—preguntó Peter.

-- Normalito. No sé creo que no termino de adaptarme. –se rió y le miró directamente—Nunca lo haré. Tengo una filosofía de vida muy distinta.

--¿Cómo así?

-- Digamos que tengo una capacidad innata de influir en los demás. Y va ser muy improbable que yo me adapte a este colegio ni a ningún otro. Tendrá el colegio que adaptarse a mí. —se rió.

Peter se le quedó viendo y miró en los ojos de Ángel una persona tan segura de si misma.

Ángel notó su mirada y le sonrió.

Mi tranquilidad había vuelto luego de un tiempo aproximadamente en el tiempo en que Ángel comenzó a pasársela con nosotros. Peter andaba más normalito esto días que pasaba pero igual cambiaba ciertas cosas. Yo no le presté suficiente atención. Ángel en cambio era una persona muy agradable, y un tanto diferente a nosotros, pensaba en la importancia de ciertas cosas, que a nosotros nos venía en balde. Salimos muchas veces con él. Y para noviembre ya yo lo consideraba una especie de amigo. Y creo que Peter también.

Puede decirse que mi buen amigo Peter se mantuvo un poco tranquilo, hasta finales de noviembre, luego de eso nunca fue el mismo. Y fue como una caída en un paracaídas.

Yo me encontraba hablando con Peter cuando llegó Ángel con su elocuente personalidad siempre tan cortante y directa. Aún admiro eso en él.

-- Cumplo año el próximo fin de semanas. Me encantaría que ustedes fueran. —Dijo Ángel sentándose entre Peter y yo. —No irán muchas personas. Quiero que solamente amigos estén allí.

Peter sonrió.

--¿Qué me dicen?

-- Claro, por su puesto, por esta fecha casi no hay rumbas necesitamos descargar el estrés. —dije yo. Peter solo asintió.

Varias cosas pasaron hasta la fecha. Yo comencé a salir con Génesis(una chica que se sentaba usualmente al lado de los profesores. Era bonita e inteligente, pero terminé con ella poco después de la fiesta con Ángel)y ella se encargó de mi tiempo, fue mi vida durante tanto tiempo. Y me alejé de mis dos amigos. Pero al mismo tiempo, creo que mi ausencia también fue la culpable de todo. Pero de igual manera Peter y Ángel, se hicieron más amigos, y cada vez más cercanos.

--¿Y tienes novia?—preguntó Peter.

--¡No! Aún quiero conservar mi calma—se rió Ángel.

--¿Tú si?—preguntó Ángel. Ambos estaban de regreso a la casa de Peter. Harían un trabajo en pareja, ya que Albert y Génesis se habían puesto juntos.

-- No chico.

A Peter ya no le quedaba resto de sus preocupaciones, o de sus antiguas cavilaciones, por que ahora sabía que se equivocó en el pasado. Ahora incluso disfrutaba el tiempo que pasaba con Ángel, no; le encantaba estar con Ángel. Siempre tenia un comentario tonto que hacer, de alguien de que cosa burlarse, como por ejemplo las orejas de un compañero (un día de clase le dijeron que si hubiese un atraco podría salir volando y saldría ileso escapando limpiamente de sus atragantes), o de trasero de una estudiante del último curso.

Cuando iba a la piscina, Ángel algunas veces se iba con él. Hasta una vez lo acompañó durante toda la clase y le esperó para irse junto a casa. Aquello incomodó en algunos momentos a Peter, pero luego descubrió cierto disfrute.

El Messenger era el segundo medio de comunicación, pasaban horas y horas hablando entre los dos, cualquier tontería. Peter ya casi ni recordaba los días en que temía a la mirada insistente de Ángel, y nunca le preguntó sobre ellas. Es más hasta descubrió que le gustaba sus constantes miradas; aunque siempre consideró que miraba a todo el mundo como él. No sentía la necesidad de preguntarle, porque eran amigos. Y todo las cosas que hacían junto, las hacía los amigos.

Una noche mientras chateaba pasaban la doce, y Ángel le habló por Messenger.

-- Hola Caballero. —Dijo Ángel.

-- ¡Jaja! ¿Cómo estás?

-- Muy aburrido señor. —Dijo y puso su cam. Se rieron un rato por cam. Y hablaron durante una hora y media.

Luego antes de terminar Ángel le dijo:

-- Deberíamos Casarnos. ¡Ajajá!

--¿Por qué lo dices?—respondió Peter. Al tiempo que miraba que tenia como veinte conectados. Pero ninguno les parecía ahora apetitoso en hablar.

-- No sé. Es que no las pasamos tan bien. Jodemos tanto juntos. Por eso ahora serás mi esposo. Aunque, para que sea oficial tendré que decirle a Albert que nos haga la pose de Padre.

--Tonto. Si de verdad que si me la paso chévere contigo. —respondió Peter y sonrió. Finalmente se dijeron adiós y se fueron a dormir.

Los siguientes días estuvieron muy normales. Ángel le miraba constantemente y siempre estaba con oído agudo del día a día de Peter. ¿Qué le ocurría?, ¿Qué había hecho de nuevo? Todas esas cosas. Tanta atención a Peter le pareció increíble de un amigo, pero conociendo la locura de Ángel era normal. Todo marchó normal hasta el día del cumpleaños de Ángel.

Cumplió entonces quince años.

Peter se levantó temprano ese día y fue a comprarle una pulsera de Spike a Ángel esperando de que le gustase la sorpresa. Cuando llegó a su casa durmió toda la tarde hasta que se despertó, se bañó, y se vistió. Salió como un rayo besando la mejilla de su madre.

A eso de las nueve ya estaba en casa de Ángel. Le saludó, y le dio su regalo. Ángel, le abrazó y le dio las gracias. Peter estaba vestido todo de negro con jeans roto y unas conversen rojas. Ángel estaba vestido con un chaleco oscuro y una ropa morada y negra. Albert llegó más tarde y le dio un reloj. Ángel lo agradeció.

La fiesta fue muy movida, y había mucho alcohol. Para el bien de Albert su novia había podido ir así que bebió tanto él como su novia. Y terminaron tuvieron sexo en un callejón de edificio. Todo aquello fue muy rápido.

Peter estaba caminando. Estaba cansado del baile, y ya habían puesto la Hora loca estaba cansado, y muy bebido. Se había reído muchísimo con Ángel que parecía que el alcohol no le afectaba, y que había bailado toda la noche; de hecho le había dejado en la pista para tomarse un poco de aire. Cuando escuchó el murmullo de personas.

Se acercó lentamente y cuidando en donde pisaba. Se encontraba en el patio de la casa, y más atrás había un pasillo oscuro que desembocaba en otra calle fulminada de carros. Peter caminó lentamente entre los carros, cuando se acercó y miró. Aquello le sorprendió, y por dentro se reía a carcajadas. Albert besaba a Génesis, tocando su falda, y acto seguido comenzó el acto sexual. Estaba lo suficiente lejos, para no tener que ver el miembro de Albert rozando a Génesis y lo bastante cerca para ver lo mucho que Génesis se enganchaba a su amigo como una esponja de mar.

Sintió un retorcijón, y se fue casi corriendo de allí. Quería mucho a Albert como para romperle su gran oportunidad. Se fue caminando hasta que se asomó a una terraza de la casa de Ángel la cual se encontraba sola y despejada, a lo hondo se podía visualizar los carros que iban y venían en la avenida principal de las Mercedes. La noche era hermosa, y ese sonido junto con la naturaleza que rodeaba la terraza hizo olvidar un poco la pena que acababa de pasar. Se rió después solo. Estaba borracho. ¡ Oh si!.

…Vamos a bailar, vamos a divertirnos. Y la banda. O! Si!. Un pasito para abajo para abajo, para bajo…

Alguien le tocó el hombro. Fue un leve peso que pusieron encima de si. Y se volteó lentamente. Fue Ángel que sonreía con parsimonia, le miraba tal y como lo hizo el primer día que se vieron, tenía en su mirada la misma picardía.

-- ¿Qué sucedió?—cantó Ángel.

-- Nada, únicamente vi a Albert por ahí con Génesis—Se volteó. No le quería dar la espalda. Tenía miedo de que su mirada le empujara de la terraza hacia la calle, y allí se quedaría pegado muriendo por causa del frío. Hipotermia.

-- Ya.

Ángel se acercó a pared del balcón que le llegaba hasta la cintura, se afincó y quedó escasos centímetros lejos de Peter. Peter seguía cavilando. Peter era una persona que pese a toda la amistad de Albert, ser reconocido como un buen estudiante en el colegio, ser un éxito en la mayoría de las cosas que hacía, sufría mucho. Había momento en que no sabia cual era la causa de esos sufrimientos. Era un buen alumno, y un bueno hijo, pero su alma no estaba envuelta en felicidad. Eran en realidad una muy atormentada, aislada, y penante alma.

Notó que Ángel estaba muy serio.

-- Y ¿tú? ¿Qué sucede es tu cumpleaños diviértete?—le dijo Peter y le dio una palmada sobre el hombro. Ángel solo sonrió.

-- No es tan fácil cómo tu crees. Si es mi cumpleaños. Pero no estoy tan feliz como parezco. A veces me paro aquí en este balcón en la noche y miro todo aquello que me rodea. Pienso que es hermoso. Pero siento que no me llena. —Miró directamente a Peter. —Yo sé que tú me consideras una persona muy segura de sí misma. Lo soy en realidad, pero a veces quiero buscar más allá. Y por esa búsqueda es que hoy soy lo que soy. Y estoy feliz con eso—tenía una sonrisa dibujada en su boca. —De verdad gracias por dejarme entrar en tu vida.

Peter miró al frente, y no respondió. Por dentro su pecho se comprimió.

-- Y...—continuó Ángel. Peter se volteó, y se quedó observando los ojos de Ángel. Su mirada gris irradiaba como la noche. En cierto punto esa mirada calmaba todo el caos que cargaba en su mente, toda sufrimiento que llevaba por dentro. —Quisiera compartir algo más contigo. —terminó.

Los ojos de Ángel estaban cubiertos de lágrimas.

Y entonces Ángel tomó con la mano derecha la cabeza de Peter, y con la izquierda tomó su cintura. Y depositó sus labios sobre la superficie de los de Peter. Peter abrió los ojos y miró la cercanía de la mirada de Ángel. Sintió el movimiento de los labios de él, que buscaban ir más allá, pero los de Peter se mantenían cerrados.

Ángel lo sujetó más fuerte y se besaron.

El día lunes luego de la fiesta de Ángel yo andaba medio resaco. Y feliz, mi alegría andaba de un lado a otro que todo el mundo lo notó en el salón de clase. Claro, nadie se enteró de que había ido más allá de unos besos con Génesis. Y que ese más allá era tan más allá cómo se podía ir con una chica del colegio.

Peter no había ido a clase, lo que supuse que era consecuencia de la resaca. Ángel si fue y estaba más callado de lo normal. Aquel día pasó sin muchas complicaciones. Me dirigía a llamar a Peter, cuando mi mamá me detuvo y me mandó hacer unas compras. No lo llamé.

Pero, ¿qué importaba?

Todo iba bien…

… iba mal. Pasaron dos días más y Peter no aparecía. Ángel andaba más alejado de mí qué de costumbre, intenté hablar con él, pero me evitó toda la tarde. Entonces no me importó nada. Llegué a mi casa y le llamé. No me contestó, le llamé una hora más tarde y no me contestó. Entonces tomé el número de su casa y llamé. Me atendió su mamá. Y me dijo que andaba un poco enfermo, que no quería hablar con nadie.

Supe de inmediato que me estaba evitando.

La cabeza de Peter parecía un trompo. Giraba sobre su propio eje, y luego se volteaba con estruendo. Las imágenes y los recuerdos se invertían sobre su mente. Tenía calor, y frío a la vez. Una presión en el pecho. Y sus labios le ardían. Sufría en su cama pero no sabía por qué.

Cavilaba con desespero. Por eso no había querido salir de su casa en estos dos días. Sentía una presión en su pecho, pero sin embargo no hallaba la causa del mismo. Pero debía ir a clase, su madre no le permitiría faltar más sin una causa justificada.

Así que esa mañana se despertó más temprano de lo normal, se baño en media hora, se vistió y se alistó. Cuando pasó al lado del espejo, estuvo a punto de devolverse, la imagen que proyectaba el espejo (jamás aceptaría que era la misma proyectada por sí mismo), era una malformación de si mismo, un error, una suma mala en las matemáticas de su existencia.

Quiso correr, pero no pudo, consecuente con que ya estaba de camino al colegio. El camino fue largo, y como una marcha de una boda negra. Por dentro reía. Por dentro lloraba. Estaba sumiso. Por eso no notó que cuando llegó varias personas le preguntaron por su ausencia, las ignoró a todas.

Fue entonces las 7 de la mañana cuando ingresó al colegio. No había visto a Albert, lo necesitaba. Caminó lentamente a la puerta del salón. La perspectiva que sentía a su alrededor era como el goteo del suero en la venas de un hombre en coma, lento y pausado. La puerta se alzaba como una muralla le gritaba. ¡Ábreme!, ¡Ábreme!

Por qué me temes, qué no quieres enfrentar. ¿Qué has hecho?... ¡oh! No lo recuerdas. Yo te haré recordar, tócame y te llevaré a lugares qué no has visto. Qué no has sentido… ¿Sentido?,! Oh!, sí. Esa es la palabra adecuada con lo que pasa en tu mente, en tu cuerpo… ¿Pero por qué no lo sabes? ¿No lo recuerdas? … o es que lo quieres borrar de tu mente. ¡Si! Eso es. Estás seguro de qué es algo que no quieres recordar, que no quiere admitir, por que no te gustó… ¿O será acaso qué el motivo de que no quieras recordar es…?

Que te gusto. Sintió esa última frase como una bofetada. Estaba sudando, y se dio cuenta de eso no por que su cuerpo funcionase, ni porque su axilas estaban ligeramente mojadas; sino por el pomo de la puerta estaba resbaladizo al posar su mano sobre el mismo.

Entonces abrió la puerta.

Y su memoria se abrió como una manzana atravesada por una caliente bala.

Ángel estaba sentado escribiendo con pulso fuerte. Su cabello le cubría toda la cara, y movía las manos con parsimonia sobre la hoja del cuaderno.

..La noche fue larga durante ese momento. Intentó soltarse, pero sus brazos no permitieron que se alejaran…

Subió lentamente la cara, y en su rostro tenía dibujada una sonrisa. No una sonrisa. La sonrisa, aquella que colocaba cuando disfrutaba del miedo de los demás, de los sentimientos, aquella que sabía cuando una persona era víctima de sí mismo. Sus ojos se depositaron en los de Peter.

Las pupilas de Peter se dilataron, y se perdieron en la mirada de Ángel, hasta encontrarse de nuevo en el reflejo de si mismo dentro de los ojos de él.

le empujó un poco pero sus manos fueron tomadas. Eran suaves, muy suaves para ser la de alguien de su edad. Un joven. Pero entonces el tomó sus manos, no se resistieron y tomó el cabello de Ángel, tal y cómo Ángel le empujaba su cabeza desde atrás hacia su boca. Entonces deslizó lentamente su mano sobre la cintura de Peter, y Peter solo veía aquellos ojos grises perdiéndose dentro de ellos. Ahogando un deseo que nunca había tenido, pero que había nacido a partir de una equivocación. Una mala suma de dos más dos, un fallo en coeficiente… si un error. Aunque le encantaba como empujaba los labios contra los suyos. Como se movía la lengua buscando algo que ningún él antes había buscado. Sus labios eran suaves, pero ya no sentía que labios eran de quién, eran una mezcla entre ambos labios. Ángel le empujó más y le pegó contra la pared. Sentía todo su cuerpo encima, y entonces los pocos hilos de resistencia se fueron transformándose en disfrute.

Y así se besaron durante cinco o seis minutos. Luego Ángel deteniendo el movimiento de sus labios, los puso suavemente sobre los de Peter, y se alejó de él sonriéndole. Le besó por debajo de la oreja, y le sonrió. Peter no dio alguna respuesta…

Y en el reflejo miró todo aquello. Recordó todo. Su miedo inicial, su falta de atención a lo que pasaba. Pero luego recordó que el también había cedido, que disfrutó el momento, que en su cuerpo nació un cierto calor que jamás hubo imaginado capaz de tener; pero sin embargo lo hizo. ¡ Lo hizo!.

Peter se mareó. Vio su alrededor y todo le repugnaba; pero más aún el mismo se repugnaba. Entonces la puerta se abrió y la cara del Profesor Horacio le dejó atónito.

--¿ Vas a pasar o te quedarás toda la mañana allí?.

Cuando entró al salón de clases las personas ni le importó su llegada. Algunos pensaron un rato por qué razón había faltado, otro sin embargo se guardaron la necesidad de preguntarle sobre el asunto conociendo perfectamente que el prismático profesor Horacio no les dejaría armar alboroto.

Peter entró sin mirar a nadie.

Lo segundo que pasó fue peor que lo primero. Y ya es bastante decir por que lo primero fue el nacimiento del recuerdo, la explosión de ese volcán que tenía en peligro de erupción y con una amenaza constante. Hasta que erupcionó. Y lo segundo fue en realidad más destrucción, la lava de aquel volcán no se detendría; no al menos en esos instantes.

No. Ella crecería y se llevaría todo lo relacionado a Peter y lo convertiría en cenizas. Su amistad, su sueños, sus logros, sus pensamientos; porque la lava es el miedo, aquel que mantuvo en su interior, aquel que guardó ante el presentimiento de su flagelación, y cuando el miedo aflora trae consigo dos cosas.

Angustia… e irracionalidad.

Y su angustia comenzó cuando se sentó en el asiento más alejado de Ángel, quién le miraba con una sonrisa pintada en la cara, detrás de una cortina de cabello que le cubría toda la cara. Aumentó, cuando el mismo caminó con la intención de botar los restos de la punta de un lápiz en el cesto de basura, pero al regreso se paró de frente de él, y le dejó un papel.

Las pupilas de Peter se dilataron ante aquello.

El reloj marcaba cada segundo como horas, y cada minuto como días. Observando que en su pupitre estaba su cuaderno, el lápiz demasiado afilado (Con el que deseaba auto apuñalarse), un resto de borrador. Y ¡Claro! La nota de Ángel.

Vamos, ¡Léela¡ le gritaba su mente en su cabeza. De nuevo estaba sudando, deseaba que aquello no hubiese pasado que todo fuese una pesadilla, que en realidad lo era. Que ¡jamás! Había besado a su amigo. Qué todo era fruto de una mala conexión entre las neuronas y con eso se hubiese creado una ilusión óptica. ¡Si eso era!, nada había pasado, todo fue un sueño, y pues todo debido al estrés de las clases.

……….

Pero estaba la nota…. Y el sabía que si pasó. Que si lo besó. Y que si lo había… disfrutado.

Entonces abrió la nota:

“Besas delicioso”.

Ángel.

Por un minuto se quedó leyendo cada letra, tratando de sumarlas y de ese mismo modo buscando el significado, en realidad intimando en conseguir otro significado que no fuera ese. Pero… No lo alcanzaba. Eran dos palabras. Dos básicas palabras. Besas delicioso, y con ello confirmaba muchas cosas. En primera instancia demostraba que aquella pesadilla de hace unos minutos era realidad. Que si se habían besado. Que no solo se besaron, sino que además lo disfrutaron. Asimismo, estimaba que no podía parar aquello inmediatamente.

No podía pararlo.

No quería.

No…

Miró de reojo y Ángel le sonreía. Peter supo entonces que se había metido en un ambiente que ni en los más profundos de su sueño hubiese tocado.

Deseó llorar, pero sus ojos estaban sin lágrimas.

El tiempo pasaba casi demasiado rápido. Al poco tiempo ya la gente no notaba la diferencia de la transformación de Peter. De un chico alegre, introvertido, inteligente y siempre emocionado, a un enclenque autodestructivo. La gente cambia, dice Daniela, sin embargo Peter no cambió; él se transformó. Y con el tiempo la gente se acostumbra. Peter comenzó a andar solo, casi nervioso, siempre con una actitud alerta y desesperada. La primeras semanas Albert intentó comunicarse con él, pero Peter le había gritado delante todo el colegio que se alejase que le dejara en paz.

Albert lo hizo.

Cada tarde luego del colegio Peter llegaba a su casa vuelto en lágrima. Dormía menos de 5 horas diarias, en su desvelo, y ensueños siempre se repetía la misma escena. Él y Ángel besándose. En el primer mes todo aquello fue escalofriante, y casi pasaba todo el día pensando en eso. No hablaba con las personas por lo que su soledad, era muchísimo más marcada, tampoco conversaba en su casa, ya que inmediatamente después del colegio corría a su habitación…

No se conectaba en Messenger. No escuchaba música. No veía televisión. No leí. No le sonría nadie. Llegaba al cuarto y se sentaba en la cama. Otras veces se acostaba y miraba el techo. Todo aquello día tras día.

En el colegio no hablaba con nadie. Se asustaba del hecho de caminar cerca de los demás, porque sentía que si le tocaba gritaría. Que el mismo les contaría a todos lo que hizo. Que las miradas de sus compañeros, amigos, Ángel, profesores, le robarían su pensamiento conociendo su secreto.

Que cuando creciera y fuera un hombre maduro y serio, eso lo perseguiría. Que no podría tener familia, ni esposa, ni hijos porque le señalarían, y por que más aún el mismo se señalaría. Se odiaba y producía asco.

Ese mes fue muy duro para Peter. Que en cada espejo veía la escena. Que en cada calle veía como una mujer o un hombre le gritaba con la mirada “Se lo que hiciste Peter. ¡Oh! Lo disfrutaste. Le besaste. Sabes lo que eres. Lo que te has convertido.”

Todo aquello lo trastornaba.

Pero lo que más le hacía ser irracional. Eran los sueños. En sus sueños siempre había sangre, un grito y un movimiento de un cuchillo. Por supuesto que el asesinado era siempre el señor Ángel.

Había perdido ya la cuenta de la manera en que lo había matado.

Hasta que el primero de Enero tomó un decisión. Aquella decisión le hizo recapitular y pensar y con la meditación encontró la medicina a su sufrimiento que era la utilización de su cuerpo y mente para idear un objetivo. Tardó varias semanas en pensar todo pero después de todo ya Peter estaba totalmente seguro.

Se decidió a matarlo.

Un fin de semana se fueron todo el curso a la playa.

Ángel se encontraba profundamente dormido en su cuarto. El clima era perfecto, y la noche había estado justo como el la adoraba: Fría y lluviosa. Su cena fue totalmente deliciosa y técnicamente se sentía vívido para dormir con la mejor de las comodidades.

La habitación estaba en silencio, ni siquiera la brisa de la lluvia producía ruido al tropezar con la ventana de vidrio. Una sombra ingresó a la habitación, apenas si se percibía su presencia, pues estaba cubierta con la noche, se movía a pasos rápidos y decididos. Mucha seguridad y precisión. Cerró lentamente la puerta dejando atrás las luces del pasillo de la casa de Ángel, paso a paso con parsimonia, hasta que chocó con unos libros que estaban en la mesita de noche de la habitación.

Pero estos no produjeron algún sonido por lo que la sombra solo se dedicó a quedarse inerte, quizás esperando que el chico que dormía abriese sus ojos y se encontrara con él.

Para mirarse ambos de nuevo. Por última vez.

Entonces la sombra se posó al lado de cabecera de la cama. Ángel tenía los ojos cerrados con tanta delicadeza y su cabello le cubría parte de la cara. La sombra sacó un cuchillo desde la parte de atrás de su pantalón lo miró con cierto asombro, y temblando un poco lo alzó con amenaza, entonces lo movió rápidamente.

Preciso y exacto.

-- ¡Hola Peter!—saludó Ángel.

La sombra dejó el cuchillo en lo alto. No se movió.

--No tienes que ser tan mal educado. Después de todo somos amigos. O quizás para ti nuestra relación sea nada más que compañeros de clases. O ¿No?.—Hablaba Ángel sin abrir los ojos.—Sé a qué has venido. Aunque en realidad cuestione que finalices aquellos por lo que has arribado en mi dulce casa. También, estoy consciente de que vas a hacer y de qué no vas a hacer. Mi Peter.

Entonces Ángel se puso de pie, y prendió la luz de la lámpara que se ubicaba al lado de los libros movidos de la mesita de noche.

La luz reveló a la persona que estaba fundida en la sombra. Evidentemente era Peter, quien vestía todo de negro, y empuñaba en su mano un cuchillo. Su cara estaba fría, y sin emociones. Pero sus ojos estaban enrojecidos.

-- ¿No me saludas? ¡Qué malo eres!

Peter alzó la vista.

-- Necesito acabar con esto. Todo esto me vuelve loco.

Ángel se puso en frente de a él y comenzó a hablarle tomándole las manos.

-- A ver. —se comenzó a reír. –Has venido a matarme. ¿Ah? Por favor, Peter. Yo te entiendo. Pero solo por un beso. Si sabes que lo disfrutamos. Déjame decirte que tienes unos labios deliciosos, mi Peter.

Peter se sentó a lado de Ángel quién también estaba en la cama.

--Tú sabes que no te mataría. Solo quería estar contigo a solas. Pienso en ti desde ese momento, no puedo dejar de hacerlo. Es como el líquido de cualquier jeringa que se cola sobre mi torrente sanguíneo. Sencillamente no puedo dejar de pensar en ese beso. Y tengo miedo. Estoy muy asustado. Esto no es normal.

Ángel le tomó la mano.

-- Yo sé que vendrías. Es más te esperé muchísimo. Ven vamos a caminar.

Ambos salieron a la playa. La noche ya se había calmado y la lluvia ya era efímera. Ambos caminaban sobre la arena que se hundía sobre sus pies. La luna se ubicaba a un costado del cielo cubierta por varias nubes y ésta opacaba la luminosidad de algunas estrellas que se erguían en firmamento.

Ángel se sentó en unas piedras y le pidió a Peter que se sentara en una piedra contigua.

-- Me alegra que te hayas decido a hablarme. —dijo Ángel.

-- Necesitaba hacerlo. Ya no podía evitarlo. Necesito hablar sobre el asunto.

Ángel se adormecía con el sonido del mar sobre las piedras, y se reía con las gotas de agua que salpicaban sobre las rocas y sobre su cara. Su cabello se agitaba con elegancia al son del viento.

-- Aquella noche yo no estaba envuelto en el alcohol. Y hoy comprendo hice lo que hice, fue por que lo quería. Desde que te vi eres indiscutiblemente irresistible. No puedo negarme a no verte. —dijo Ángel. Hablaba con mucha seguridad y Peter le escuchaba absorbido por su dialogo. —Sé que sufres. Y qué no sabes por qué. Yo creo que quizás es la falta de algo diferente en tu vida. Todo eso me atrajo desde el primer momento. Quizás ahora veo cuál es la razón. Y es que me gustas.

Peter no respondió algo.

Su cabeza tenía muchas dudas. Su corazón se agitaba. Y las olas mezclaban sus sentimientos y confusiones.

-- Pero. ¿Estás conciente de que seremos….?

-- ¡Ah! Claro. Pero déjame decirte algo. —Ángel le tomó las manos y se paró enfrente de él. Hundió sus labios sobre lo de Peter de nuevo. Duró un minuto. Notó que Peter se resistió pero también descubrió que sus labios se liberaron con una especie de candado. Se alejó y mirándole a los ojos continuó—No me importa. Con tigo es con quiero estar.

Ángel miraba directamente a la playa nuevamente.

Peter era presa de una confusión increíble. Todo aquel tiempo, antes del beso en la fiesta había descubierto que disfrutaba la amistad de Ángel que adoraba estar con él que en ciertos momentos no quería separarse de su amigo. Todo era hermoso. No era mejor amigo que Albert, pero si era algo diferente.

-- Pero. He sufrido mucho por ese beso. Por que sé que me gustó. Y no quiero confundirme, no quiero hacer algo indebido y esto lo es. Incluso pensé en matarme. En matarte, en irme, en escapar de todo esto. Pero no he podido. Todas mis alternativas han sido utilizadas.

Ángel se movió el cabello detrás de la oreja y sonriendo le dijo:

-- “If they hurt you, they hurt me too” No me importa solo quiero estar contigo. Pero si tú no lo permites. Sufriré por supuesto. Pero ya tendré otra manera de curarme.

Se sentó y hundió su cabeza sobre las piernas. Peter sentía como lloraba. Nunca hubiese esperado lo que hizo a continuación. Le tomó desde la espalda y le abrazó. Luego Peter buscó la cabeza de Ángel y más allí encontró sus labios.

-- Yo también quiero quedarme contigo.

-- ¡ Me gusta mucho Peter!.

Y los dos compañeros de clases, Peter y Ángel se besaron en la oscuridad de la playa, sentados sobre una roca, moviendo sus labios con lentitud y delicadeza y envolviendo sus oídos con el claro sonido de la fuerte playa.

Y de aquella noche dos jóvenes rompieron sus valores, sus enseñanzas y solo dejaron paso a su amor, a su cariño, a la necesidad del uno por el otro.

Muy temprano en la mañana luego de una larga caminata por la orilla de la playa los dos novios regresaron a sus respectivas habitaciones sumidos en la máxima felicidad.

El viaje a la playa que no duró más de tres días terminó sin más ni más. La gente notó el cambio de humor de Peter, éste pese de estar en algunas ocasiones desconfiado, se mantenía alegre y más divertido que en las ultimas veces. Albert se alegró tanto por eso y su amistad se reanudó, Ángel hablaba de vez en cuando con él, algo que Albert también lo vio positivo pues desde la fiesta los tres se habían distanciado tanto.

En la noche Ángel y Peter caminaban sobre las piedras de la playa se perdían en la oscuridad, y trataban de tomarse de la mano. Para Peter besarlo, y tomarlo de la mano era difícil, bastante difícil. Pero Ángel era un experto y sabía como conducirlo a sus brazos. Y luego de esas largas noches de besos y abrazos entre ambos, culminaban hablando sobre si mismo, sobre sus miedos, y sobre ser descubiertos. Hasta que llegaron a la conclusión que lo más sano para ambos era parecer amigos distantes delante de lo normal.

En el día la playa casi no hablaban más se comían con la mirada, nadie lo notaba afortunadamente, y en la noche ambos daban paseos. Así estuvieron durante todo el viaje.

-- ¿Te sientes mejor amigo?—le dijo Albert mientras montaba en tablas de Surf.

-- ¡Por su puesto! Albert. Gracias por tu preocupación—dijo Peter montándose sobre la ola de la playa y observando a Ángel el cual se acostaba sobre la arena a broncearse. Le quería.

Albert se alegró bastante. Si su amigo estaba feliz entonces él también además la relación con Génesis estaba claramente mejor. La noche pasada se había asustado, por que había salido a dar una vuelta con su novia hasta que después de varios besos terminaron haciéndolo en la playa, algo nerviosos por la idea de que lo vieran, pero lo que les asustó fue que vieron a dos sombras alejándose a lo lejos de la roca, lo persiguieron por un rato pero luego de una buen momento más nunca le vieron.

Pensaron en que eran fantasmas. Parecían dos chicos. Dos fantasmas.

--Yo no creo que sean fantasma amor. —dijo Génesis.

-- ¿Por qué?—Dijo Albert.

-- Dos fantasmas no van agarrados de manos. Y menos si ambos son hombres.

Pero de igual manera esos fantasmas le habían dado un buen susto. No le comentaron a nadie el hecho por que entonces tendrían que explicar que andaba haciendo el amor, por la playa algo un tanto vergonzoso.

Mi amigo Peter era feliz y yo también era lo único que me importaba. Pero todo eso terminó en Febrero. Ahora me doy cuenta de que aún amo a mi amigo.

En clase todo andaba como siempre: la misma gente, los usuales chisme colegiales, más de los mismos momentos adolescentes en donde se dice “ te amo” como un saludo, en el que se dedican cartas, Nicks de Messenger, y demás cosa que equivale a no más que algo pasajero y de momento. Peter jamás compartió que yo pensase tan afilado de las cosas. Pero era mi razonamiento.

Personas van y personas vienen, usualmente dije eso.

Y Enero llegó y se fue como vino, tomó sus maletas puso una tarjeta y nos dijo “ hasta el año que viene”. Ángel y Peter pasaron más tiempo juntos, salieron, fueron al cine, se divirtieron a lo grande. Un par de veces compañeros de clase les vieron juntos y aunque eso colmaba de nervios a Peter, Ángel sabía sobrellevar aquello con mucha naturalidad. Peter admiraba aquello. Sin embargo, pese a esos constantes encuentros: en heladerías, en el Sambil , en el cine; nadie sospechó nada, o por lo menos no lo suficiente para que aquella relación acabase.

Luego de cada salida, y de cada beso Peter y Ángel simplemente se veían, y luego de salir de la oscuridad del cine y de la privacidad de sus habitaciones, ambos: chico y chico, se daban cuenta de que debían volver a la monotonía de sus vidas.

Peter mintió muchísimo durante ese tiempo. A todos menos a mí. Pues tampoco le preguntaba que hacía y que dejaba de hacer, pero a sus padres si le creo una novela perfecta. Aquellos chicos de no más de quince años se perdían toda las películas, en el acto de verse, de besarse, de tocar sus manos. Y cuando ya su necesidad era tan amplia sencillamente se iba uno a casa de otro, para poder conversar abiertamente. Toda aquel tiempo a parte de la felicidad que crecía en ellos también nacía, y con volumen muy condesado, la tristeza. La necesidad. La presencia. Ambos se necesitaban y los minutos a solas a diario no era la suficiente.

Peter caminaba en una carretera y Ángel le hacía tambalearse.

Un viernes, durante mi cumpleaños, Peter se perdió de varias horas de la fiesta, y Ángel también, aunque yo andaba inmiscuido en mi propio mundo como para preocuparme por ellos.

Ángel sonrió cuando Peter apareció detrás del carro.

-- ¡Hola!—saludó Peter. Llevaba en ese momento la usual ropa Skate. Por su parte Ángel se había dejado crecer más el cabello que le caía como una cortina cubriéndole gran parte de la cara.

-- ¡Niño bonito!. Vale ya estaba cansado de la fiesta. No me mal interpretes. ¡ Me encanta que sea el cumpleaños de Albert! Pero estoy cansado de andar bailando con ese montón de personas, cuando en realidad quiero estar contigo.

Peter se acercó. Miró de un lado a otro. Por fortuna estaban totalmente solos. Le tomó de la mano y le condujo al estacionamiento de mi casa. Allí, como bien sabía Peter, nadie entraría; al menos que quisieran ser asesinados por mi padre.

-- ¡Lo sé Alex!. Pero qué podemos hacer. Nos conformaremos con mirarnos mientras bailamos. Con desear que el otro nos responda la mirada. No me mal entiendas tu tampoco, estar contigo es lo único que quiero.

Ángel le besó.

-- A veces me harto de todo esto.

-- ¿De mí bebé?

-- No seas tonto. Hoy mi vida sin ti, ya no importa—Ángel se puso muy serio. Ambos se acostaron en la pared. Ángel se pegó de la pared y Peter se apoyó él. Ángel le abrazaba la espalda, y ocasionalmente le besaba el cuello.—No quiero ser cursi, aunque contigo no me importa serlo. A lo que me refiero con lo de “ mi vida sin ti...” es que de veras me gustas. Quizás sea un enamoramiento. Quizás sea un capricho. Pero es contigo que quiero tener cualquier cosa que sea esto. No quiero darle nombre porque no quiero compararlo con algo ya existente. ¿Me entiendes bebé?

Peter le sobó la mano.

--Si lo hago. Y créeme qué te entiendo. Por que…--Peter tragó saliva. —Es precisamente lo que siento. Es extraño. Jamás pensé caer en algo como esto. Y ahora que lo veo, no le encuentro algún argumento interno para negarme a esto. Lo único es la sociedad, la familia, la exterioridad. Pero que importa eso. Si me siento bien contigo. Me siento bien encontrando mis labios al lado de los tuyos. Me siento bien, y más como un amigo.

Ángel se quedó en silencio. Luego Peter se volteó para besarle y notó entonces que estaba llorando. Aquello le partió el corazón.

--¿Qué pasa bebé?

-- Te amo… No quiero perderte.

Ángel besó a Peter. Ambos se besaron y abrazaron como dos amantes escondidos. Como personas escondidas del martirio de una sociedad. En la mente de Peter no quedaba algún resto de miedo por ser encontrado en aquella situación. Duraron mucho tiempo besándose, sin embargo la ética de Ángel no le dejó ir más allá.

-- Tus besos son suficiente para mí.

--Y Para mí lindo.

Ángel pasó toda la mañana del día de los enamorados buscando algo para Peter. Algo especial. Se repetía una y otra vez que aquel día debía ser especial para los dos. También se preguntaba sobre algún lugar en el que pudiesen estar los dos para conversar, estar relajados en fin cosas que novios deben hacer.

Almorzó a pesar de que su estomago era un manojo de nervios, y que su presión se había acelerado por consecuencia de los nervios. Ángel estaba además seguro que Peter en su vida había recibido algo por parte de un chico. Así que caminó por Chacao y consiguió la floristería Susan, allí se detuvo para pedir dos rosas blanca. En la mañana escribió una gran carta para él, y esas rosas serían perfectas para los dos. Esperaba además que Peter detallada el gesto del color. Estaba consciente de que el rojo era el color de la pasión, pero para su relación lo más indicado sería abordarla de otro ángulo.

El blanco sería por lo tanto lo más adecuado. El blanco significaba pureza, tranquilidad, paz, amistad, y un paso de amor. Todo lo que pudiese ser equivalente al amor de ambos.

El hombre que vendía las rosas le miró con gesto generoso.

-- ¡ Esplendido caballero!. Bueno acá tiene son 10 Bs. Por las rosas. Espero que su pareja la disfrute tanto como usted espera—dijo el viejo. Aquello le pareció muy aludido. Pareja, era muy poco probable de que aquel señor de no mas de cincuenta años, supiese sobre lo de el y Peter. Pero como no le importaba mucho le dio las gracias, y de inmediato subió por la Calle del Sambil hacia la salida del metro.

El viejo observó como aquel muchacho subía la calle.

--Es triste verdad—se dijo así mismo.—Sí , si lo es. Cosas que deben pasar.

Se limpió una lágrima de su ojo derecho, y continuó en su labor de florestero deseando además que la próxima persona que le comprase una rosa lograra entregarlo directamente a su objetivo.

Lo primero que hice fue gritar “ÁNGEL” lo segundo fue correr. Ambas cosas por puro instinto.

Yo venía del Centro Comercial San Ignacio con Daniela, ella se había quedado en el trabajo de su madre que no quedaba ni tan lejos del centro, ni tan lejos del metro. Por lo que bajé rápidamente aunque me quedé casi momificado por una eternidad cuando observé todo aquello.

Y aunque grité ÁNGEL como el director de una película de cine al ver que la escena no va bien. ¡CORTE!, de nuevo, y ¡ACCION! También pensé, no en aquel momento, pero si lo pensé, que esta era una mala escena; pensé además sin ninguna razón lógica en mi amado amigo Peter.

Un Aveo 200 atravesaba la avenida Francisco de Miranda en Chacao. Lo primero que sucedió fue que el conductor perdió el control del volante, los cauchos delanteros explotaron por la fricción, el carro giró como un trompo y golpeó dos motorizados y tres carros que perdieron el control.

El tercer carro no le pasó por encima a nadie, no aplastó, ni volvió papilla a algún peatón. Pero a pesar de ello, dio con todo el para choque a un chico que cruzaba la calle.

El chico abrió los ojos y volteó ligeramente cuando alguien gritó su nombre dos veces. Una primera vez con energía pero una segunda como para llamar a un muerto que caminaba junto a la pelona. Las rodillas del chico se partieron completamente hasta que los huesos salían de la parte posterior de la misma, el impacto lo voló al otro extremo de la calle.

Estaba mareado pero aún vivía. En su mano aferraba fuertemente dos rosas. La sangre le cubría completamente entonces escuchó el sonido más escalofriante de su vida. Quizás en otro momento no hubiese sido escalofriante. Pero en este instante el sonido de un caucho de una moto le llevó a casi un infarto. Entonces la moto le pasó por encima y golpeó su cabeza.

El cielo opacó y pronto ya no había ruido.

Ya este chico bailaba con la pelona.

No puede ser, No puede ser. Yo gritaba en mi interior. Ya que mi boca se convirtió en una O una muy grande O, no pude pronunciar nada más. Estaba silencioso, y mis ojos desorbitados. Necesitaba llegar. Crucé la calle con fuerza por poco fui detenido por un señor que intentó tomarme para no hacerme daño, me solté y crucé la calle.

Cuando llegué mis piernas eran gelatinas de limón muy cuajadas. Me eché ante la persona que estaba arrollada y le vi. Las lágrimas cubrieron mi rostro. No podía evitar tener miedo. No podía evitar querer correr. Tampoco pude evitar llorar. Porque verlo de ese modo partía mi alma. Allí estaba justo de bajo de la rueda de una moto, con las rodillas torcidas hacia a delante, sus huesos eran telescopios que exploraban desde la carne. No sé porqué en las películas aquellas escenas llevan a los actores a vomitar, pero lo menos que quise en aquel momento fue vomitar.

Quería grabar todo aquello en mi mente.

No noté la gente en mi alrededor, ni tampoco que los ojos de Ángel mi amigo, se estaban apagando. Me acerqué mucho a él, y le miré de frente.

-- Al-bert—decía la voz pastosa de una persona cuya faringe ha sido ahogada en sangre—Dale-e est-o a P-e-e-et-er.

Quise decirle que se callara. Que no hablase. Que recuperase fuerzas, pero como dije anteriormente, no podía. Tampoco me engañaba, él moriría. Mi ser albergaba la esperanza de que todo fuese una broma, alguna película en la que yo era el protagonista, pero que no lo sabia aún. Pero no lo era.

Escuché atentamente, era lo menos que podía hacer por mi otro amigo.

-- Dile qu-e-e Le amo—me dijo Ángel. Y me entregó dos rosas.

Luego murió.

Tomé las dos rosas. Miré en lo que se había convertido las misma. No la describí ni la detallé. Pero si entendí. Todo. No tuve que preguntar. Solo entender. Y aunque todo aquello fue como el dolor de una espada en el corazón, le cerré los ojos y le dije:

-- El también te ama amigo. —Y le besé la mejilla.

Fue muy difícil observar la escena que tenía al frente.

La habitación estaba oscura y sin ningún rayo de luz, las ventanas estaban cerradas como si no se quisiera dejar escapar el aire, la cama estaba perfectamente arreglada, y todo el piso estaba cubierto de un arduo desorden. Era caos. Jamás hubiese notado la catastrófica figura, y el ambiente propicio para la misma, si yo no me hubiese encontrado en la puerta de la habitación tomado de una esquina de la puerta mirando fijamente al bulto oscuro al lado de la cama, que estaba sentando en posición fetal.

Detrás de mí la luz del pasillo se proyectaba en la habitación cómo una especie de eclipse en dónde yo era la luna. Si no hubiese abierto esa puerta. Quizás todo hubiese sido diferente, y yo jamás hubiese entendido la razón de todo; aunque en lo más profundo de mí ser, en aquel lugar dónde solo juega la amiga inconciencia, yo sabía que todo había pasado por esto. Dos más dos. Era una simple suma.

Fue difícil haber entrado a esa habitación. Pero no era por lo desordenada, ni por los resto de comida aquí y allá ni porque dentro del caos la cama estaba perfectamente arreglada, lo difícil y que aún no puedo asimilar, fue ver a mi mejor amigo en posición fetal meciéndose de un lado a otro.

Caminé lentamente hacia él alejándome del pasillo, y adentrándome más y más en la oscuridad, entonces miré lo que no quería, y de inmediato me quedé momificado.

Mi mejor amigo volteó lentamente y me miró. No pude observar sus ojos, estaban eclipsados por la falta de luz, pero sentí su mirada.

No negaré que quise correr.

-- Albert eres tú. Entonces es cierto. Le avisaste a todo el mundo primero y ahora es que me vienes avisar a mí. Gracias a amigo.—dijo la figura sumida en la oscuridad. Si no hubiese escuchado su voz hubiese gritado, al principio sentí que sus ojos era solo dos faros rojos que gritaban PELIGRO, PELIGRO, pero me di cuenta luego que era mi amigo.

Si, mi amigo. Muy destrozado, pero mi amigo.

-- Fue por tu bien. Además solo tardé dos horas en llegar acá. Y lo sabes. —dije y caminé hasta adentrarme en la oscuridad. Había pensando mucho en las ultimas palabras de él “Dile que le amo”, y pues lo entendía. Ahora todo era muy claro para mí… desde el primer momento, desde el primer encuentro todo sucedió. Fue un primer encuentro, Ángel consiguió lo que buscaba, y Peter también. Ambos el uno para el otro. Y yo me alejé de ambos dejando paso a que su relación se diera. Si ahora existía algún culpable de que sus corazones estuvieran roto: uno por la muerte, y otro por la ausencia, ese desgraciado era yo.

Peter lloraba. Y yo también.

--Lo siento. De veras lo siento. Peter por favor.

-- Está muerto. Está muerto. ¡ESTÁ MUERTO!, me oyes. ¡ YO DEBIA ESTAR ALLI! Yo tuve que estar en sus brazos mientras moría… pero no lo estuve. Y ahora me dices que lo siente. ¡ES MI CULPA!, yo tuve que estar con él…. ¡YO!, nadie más que yo.

Me di cuenta que a Peter no le importaba aparentar delante de mí. Yo haría lo mismo. Acepté entonces que entre los dos hubo más que una hermosa amistad.

-- No te tortures. He venido a contarte todo, pero además a traerte un mensaje.—saqué la dos rosas y se la entregué.—También dijo que “ Te amaba”, yo le dije que tu también.

Con mi mano derecha encendí la luz de la habitación.

Peter estaba sin camisa y sus ojos estaban inyectados y mutilados de sangre. El tomó la rosa con delicadeza. La miró. Eran dos rosas blancas, una estaba totalmente blanca como recién comprada y cortada, la otra sin embargo, estaba cubierta de sangre.

Yo entendí el mensaje, y Peter también.

Las rosas eran ellos. La sangre era la muerte que hubo envuelto a Ángel. Aquellas decisiones del destino me hicieron sentir realmente mal. En ese instante no me importaba mucho lo que era mi amigo… ni lo que era Ángel… lo que me importó fue que Peter era mi amigo.

Y yo le amaba.

Peter besó ambas rosas y lloró.

Entonces me senté a su lado y lo envolví en mis brazos, le besé la cabeza. Éramos hermanos.

-- Lo siento muchísimo Pe. De verdad que lo siento… por ambos. Es difícil saber esto, pero no me importa. ¿Me oyes?, tendrás todo mi apoyo. Eres mi hermano y no te dejaré. Lo siento de verdad Peter.

Ahora yo era una marti llorando. Peter me abrazaba llorando también.

Le besé una mejilla. Aquel chico era mi hermano, mi mejor amigo, el único que realmente tuve. Y en su pérdida yo era la única persona que sabía de su romance, de su amor, aquella persona que pese de acabarse de enterar, le daría su apoyo. Y también era un silencioso. Por que yo y solo yo sabrían el origen del sufrimiento de mi amigo.

Ángel murió. Y el corazón de Peter también. Yo sufro también por mi hermano.

Nos quedamos mucho tiempo abrazados en la habitación de su cuarto llorando los dos, no nos importaba ser encontrados por nadie, ni ser interrumpidos. Como hermanos, nos dormimos en medio de aquel mar de lágrima. Despertemos casi en la noche pero la pena no había cesado. Habíamos drenado, pero no cesado.

Tres amigos. Tres distintos amores. Y tres compañeros de clase. Es lo único que yo recuerdo.

EPILOGO

"All The Things She Said"

All the things she said

All the things she said

Running through my head

(Running through my head)

This is not enough

I'm in serious shit, I feel totally lost

If I'm asking for help it's only because

Being with you has opened my eyes

Could I ever believe such a perfect surprise?

Come in over my face, wash away all the shame

When they stop and stare - don't worry me

'Cause I'm feeling for her what she's feeling for me

I can try to pretend, I can try to forget

But it's driving me mad, going out of my head

All the things she said

All the things she said

Running through my head

Running through my head

Running through my head

Extracto

t.A.T.u

All the Things She said.

Peter lloraba escuchando esa canción.

Caminaba lentamente hacia la punta de los rompes olas. Las piedras estaban mojadas y ligeramente erosionadas por la salinidad del agua del mar. Pero a él no le importó muchísimo aquello quería hacer lo que había venido a hacer.

Tomó una decisión y la haría. Esa misma mañana había dicho que necesitaba salir un rato, no le puso la excusa de que se quedaría a dormir en casa de Albert como los últimos meses había hecho pues no quería inculpar a alguien que nada tenía que ver con su decisión.

Era su juego, sus reglas, y sus fichas. Sin aliados, sin culpables. Solo él, el mar y un brinco.

Eso era todo.

Estaba en la punta del rompe olas, y miró al horizonte. Era una hermosa mañana en la playa de macuto del estado Vargas, el sol atravesaba con sus rayos de soslayo toda la costa, el aire era fresco y sin mucho movimiento. El agua sin embargo se movía de manera agitada. La playa estaba sin muchas personas para ser catalogada como un día especial, pero tampoco con muy pocas personas para ser catalogada como un día sin trabajo.

Entonces un paso, y brincó al mar.

Sintió como el golpe seco de la superficie del agua le quemó todo el cuerpo, y como además el se hundía. Se había lanzado con los brazos y piernas en forma de cruz. No quería nadar, no quería salvarse. Solo quería morir.

Lo había pensado adecuadamente y era lo más obvio. Lo más lógico. Por que vivir sin… no era una alternativa. El mar parecía una embestida de caballos, toros, y alguna otra manada de burros o yeguas. Las olas le hacían chocar con las rocas golpeándolo una y otra vez, el sin embargo no luchó. Ni puso mucho interés. Solo se dejó llevar.

Al poco tiempo los pulmones se cansaron de aguantar el aire, y se dejaron vencer dejando entrar el agua como un millón de espinas através de un cuerpo, inerte, frío, y abandonado.

Manos… respiración… un beso… un empujón… la luz del sol…

Al abrir los ojos miró el cangrejo que por poco le cortaba el dedo meñique. Se asustó un poco y se alejó de él. Entonces notó que se encontraba acostado sobre un rompe olas. Miró de soslayo, alguien lloraba.

Entonces no se sorprendió. Solo sonrió.

Ángel estaba sentado sobre una roca cercana.

-- Estoy decepcionado Peter.

-- Lo siento.

-- Yo también. Pero no puedo dejar que hagas esto. Te amo demasiado. Prefiero esperarte un rato, a que te vengas tan apresuradamente. No lo quiero así.

-- Pero te necesito…

-- Y yo más aún. Pero, no te dejaré morir. No vuelvas a intentar algo así. ¿Me lo juras?.

--No puedo…

-- Tienes que hacerlo… bonito.—y Peter sintió un beso. No un beso. Sino un viento sobre sus labios, pero eran como los besos que recibía de Ale.

Peter se quedó mirando a su compañero de clase por unos segundos mientras este desaparecía entre uno y otro movimiento que daban las grandes olas del mar.

Caminó de regreso, y miró a un chico esperándolo en la orilla de la playa.

-- ¿Qué haces aquí?—le preguntó a Albert.

-- Esperándote. Listo para comenzar de nuevo, Pe.

Peter miró de nuevo las rocas donde había visto por última vez a Ángel. Sonrió.

--Tienes razón Albert—dijo Peter y abrazó a su amigo.

Ángel sonreía y lloraba desde la roca viendo el abrazo de los dos amigos. Luego se fue.

FIN

Palabras del Autor

Esta historia se ha dedicado a personas que si no hubiesen existido jamás se hubiese escrito. Ellos tres especialmente Daniela, y Peter me enseñaron a comprenderlos, a saber más de ellos mismos, y saber lo importante que es valorar esa persona que tenemos al lado. Daniela siempre me dijo “ No importa quien sea quien amas, ni como le ames, ni como sea, lo importante es lo que sientes” Y eso fue lo que me hizo entenderla. A ella y a los demás. A todas las personas con las que conversé para adentrarme en ese mundo. En esos sentimientos no natos en mí. Pero en la vida todo es un camino una evolución, un avance crepuscular que las personas con el contacto nos hace sentir más y más humano.

La sinceridad, y el amor sincero deben ser respetados.

El Entender no solo a Ricardo, a José, a Gabriela, y a otras personas por medio de Peter es sin duda un grandioso aprendizaje. Gracias a esos diferentes, pero no menos sinceros amores de adolescente nace este reto personal, de escribir sobre algo totalmente desconocido y nuevo.

Mis respetos, disculpen lo primero, y espero les llegue mis intenciones.

LD.