¿ A qué hora estoy muriendo?

viernes, 26 de septiembre de 2008

¿Valdrá la pena?

Un poco de hablar...

!Alto!, antes de que vallas a apagar el monitor diciendo--Este hombre está diciendo un adiós... !para nada!, pero creo que es un desahogo, recordando la música de Vico C . Sí así es. A veces nos miramos, o mejor dicho me estaciono en espejo y pienso otro día !MÁS!. Valla interesante, se bueno, más de lo mismo, pensarás.
Pero creo que por lo que has leído--Oh vamos, ¿Quienes?, es un simple juego escribir en una página dónde muy poca gente se molesta en suscribirse, para mí es sólo un poco de drenaje de los pensamientos que le recorre la mente a cada persona. Un agujero en dónde se escapa todo lo que recarga la mente, mí mente.
¿Aunque eso te ligera la carga?. Para nada hombre (en su defecto Mujer: me hacía falta sonreír. ). Es más, cuando pones a trabajar tus neuronas y dices una historia, haces un dibujo, hace un gran ejercicio, es más comida para tu cerebro, mas energía para la maquina. ! Oh por Dios! Lo que en realidad quiero decir que cada creación no se aleja de ti queda en tu memoria. Ahora me doy cuenta de eso. Y no es el tema de esta entrada... pero sí una introducción de los pocos párrafos que quiero drenar: dejar correr.
No es que tenga MUCHOS lectores, no por que sea malas las historias ( son muchas mas de las que hay caqui jeje xD). Si no porque no le hago publicidad jajaja...Stephen King habló muy bien al decir que la escritura es como... (¿oh lo digo o no lo digo?) --seré menos explícitos-- cómo el sexo solitario, no por que pase todo lo que pasa allí (Para nada) sino por que es cómo un secreto que haces sin que se den cuenta entre los suburbios (en el caso anterior es en el baño) en tu lugar preferido. O simplemente el lugar no importa. Sólo es importante el secretísmo que le imprimes a la cosa pues... Y por que digo esto, sólo que se necesita segregar, cómo un pus anda por allí fastidiando alguna neurona...
Recuerdo muy bien cuándo le dije a mi Abuelo sobre una historia que escribí (desde pequeño me encantaba inventar cosas, lejos de mentir, cuestiones de cuentos, super heroes etc)... Eran unas 100 páginas y se sorprendió. Es muy cómico recordar eso porque la expresión que puso fue de: ¿Tu haces esto?
Osea algo contraproducente. Es la imagen, propia ( Mi imagen de nieto se dividió allí). Soy una Persona que le gusta el misticismo, el secretísimo, la verdad, se la lleva bien con los números, la historia, la diplomacia etc... Y Entonces de repente: el chico que hace buenos cálculos, le aparece con eso. Claro que le extrañó pero lo que vi fue muy distinto a lo que esperaba. En su cara había emoción, admiración, incluso alegría. De hecho no esperaba nada el tema no era porque quisiera que la leyera (por lo que dije anteriormente), sino simplemente la conversación como un río me llevó a ello.
Su cara era pasible cuando le mostré el cuento. Lo deseó mostrar a medio mundo jaja --tampoco tanto--. Y se lo mostró a su jefe del trabajo. Ese cuento es Noche de Corrupción ( la pequeña parte puesta aquí pues. Ya saben que es mas largo jeje)... Y aunque acá este ese como la primera publicación, no lo es.
Bueno después hablaremos de esa primara historia, que deja atrás el estilo de cuento y llega a otro estilo. El tiempo dirá si valió la pena: los ratos de escritura, de investigación, de borrar y volver a iniciar, de rabia... Pero qué parte de la vida no es así...
Bueno lector, no creas que has sido el único en leer estos relatos, no para nada por lo menos diez personas mas han leído algunos, quizás más, maybe menos....
Ahora voy a hablar sobre la verdad.
Voy por la calle--ahora en realidad estoy sentado enfrente a esa cueva blanca, que como un panel aparece mis ideas, el monitor. El teclado blanco también, aunque debería de tener algo totalmente contrario: Mi PC, era toda negra, pero hay que cambiar.Pues hubo problemas que se salen de las páginas. ¿no?. Estoy sentado en mi cilla azul con un cojín golpeando mi espalda, aún llevo mi collar marrón y mi interesante pulsera. Mi reloj no me importa aunque da la 7:05, !Rápido tengo que hacer tareas!...Y mientras escribo los pensamientos van de mi mente tantas verdades que le quisiera decir a otras personas.
Por ejemplo, hay tantas tontería en la calle. Hoy veía a unos chicos en la calle, con pantalones cuyos genitales de seguro (no vi ni me interesó verlo) debió de haberse ahogado. Sus pantalones eran como el cuerpo de mi gato (que no tiene cola) al mojarlo. ¿Qué tal?. Los bigotes amarillo pollito, y todo lo que necesita para sentirse bien. Están tan equivocado--Ojo cada quien anda como le gusta--pero mi punto es porque la humanidad actúa tan patéticamente. Me refiero a:
...
Vanesa es un chica buena, bueno padres, buena familia, posición económica deseable. Pero por televisión vio que este estilo musical se está llevando y cree que con él será única...
Dos días mas tarde tenemos una Emo.
...
Gustavo, un chico, con poco dinero, pero buena capacidad para vivir. Empieza a salir a las calles y encontró a los amigos que "pun y que tal". Poco después tenemos a un adicto a las drogas, roba y se viste con ropa muy apretada. Pues sus amigos le dijo que eso es lo que la población quiere.
¿Me entienden?. ¿No?. Bueno seré más explícito.
Tampoco es que me importe en lo absoluto eso... Es como un pensamiento que una buena amiga me enseño (muy largo, pero una parte corta dice así)... "No estoy aquí para llenar tus expectativas, ni tu las mías", osea ahoga te, no me importa, casate tampoco, y no es crudo es la verdad. Claro pero como soy y somos humanos, está el sentimentalismo y allí es dónde digo lo que escribo ahora. Esta bien vistan ce como la reina del carnaval cualquiera se lo tripea jaja. Pero hasta allí todos somos feliz pero después cuando Tu por creerte único (con ese estilo re-copiado) bienes y atacas a los demás. Oye amigo no estás en nada. Si es un chaval con buenas pulgas no te dice nada, si me lo dijeras a mí (algo como soy lo mejor mírame mi frialdad no amo etc...O en el caso contrario "panita que pasó mi tío. groserías etc")
Yo te mandaría a lavar el Traje Y de paso: Se que no eres diferente a nada.
Son pocos que son quienes son (tres veces SON, fue apropócito). Okay, una pregunta, ¿díme en que te diferencia vestirte Emo, eres única,? Pues no, todos son Emo ahora. Ehh, de que te sirve vestirte de los llamados "tuki"..Eres diferente, pues no...
Son un aguja más en este patético pajar.
Y para finalizar, ser tu es lo único. Ahora cualquiera es : Rockero, Emo, Tuki, Malandro, Pran, y demás, pero lejos de eso...
Nadie sabe cómo soy realmente, que hay en mi mente. Pero tampoco lo se que hay en la demás (al menos que sean deducible, y no voy a extenderme en eso. Armaría la tercera guerra mundial)
¿Quien es realmente sí mismo.?









viernes, 19 de septiembre de 2008

Septiembre de Iniciación




Locura

El autobús de escuela.

Una sola palabra fue la que escuchó Tomy antes de salir de horroroso sueño en el que lo mas profundo de su ser se encontraba, era increíble, si lo era: Pero por mucho que ese sueño le incomodó y le habló de su vida no recordaría nada, absolutamente nada cuando un grito vacío, una voz resonare que chocaba con las paredes de su habitación y que se escapaban por la ventana de su cuarto.

--Despierta—gritó la voz de su madre, y eso fue como una bala. Un golpe que osciló y que salvó del infierno en el que se veía encima Tomy.

Un segundo: despierta, osciló en aire y los ojos, llenos de lágrimas secas, se abrieron de par en par, escudriñando su común habitación. Las paredes eran azules eléctricas, unas cuantas figuras se despegaban de ellas amenazante. La cama estaba en el centro de la habitación rodeada de figurillas de plásticos, y maderas en todo el piso, inquieto y sabiendo que día era este, se puso de pie de un salto. Como todo niño que mudaba aún dientes, y que próximamente apagaría nueve velas en los pasteles, corrió rápido de la habitación.

Se paró en seco antes de descender a la cocina. Se devolvió a su cuarto y puro jurar que lo habían llamado, que una voz clara le pedía que le regresara que durmiera un poco más. Con enojo miró a su estúpido muñeco Action man, y pensó que el cuidaría su cuarto en este día. Así que descendió hasta la cocina.

La mayoría de las personas ya no siguen la rutina de comer en el comedor. Y esto es constante muy a pesar del nombre de dicha sala, no obstante, Tomy era uno de los que no le importaba en lo absoluto dicha pregunta: comer aquí o no comer. Para él, el plato de hojuelas de maíz de mamá era sólo un rápido bocadillo que tenía que acabar lo más antes posible, hambre muerta, era lo que sentía. Y por esa obsesión por la comida es que ahora era un niño de ocho años, con una prominente panza envuelta de muchas horas de comidas.

Mamá le besó mucho.

Era un mujer de mirada quieta e imaginaria, como si en cada momento de su vida estuviese pensando en algo, algo loco, tonto, o quizás hasta mágico como si su mente menguara por la galaxia y que solo pocas veces, muy pocas en realidad, se tomaba la molestia de dejar su autorreflexión y ver lo que tenía al frente.

Tres hijos. Un esposo. Una nueva casa. Unos nuevos vecinos. Y el terror que nunca abandona, ¿será que seremos aceptados en esta ciudad?

Su familia de campo había dejado el interior de Venezuela para acostumbrarse a la gran ciudad: Caracas. Varios años preocupados por la educación de creciente familia, y con tres campeones a bordo era más problemático aún.

Una mujer de aspecto cansino y de campo la miraba el último día de su instancia en guarico.

--¿Están totalmente seguro de lo que están haciendo?—le dijo la mujer un sábado por la tarde en las tierras tranquilas (quizás no tanto) de Ciudad Guayana en el estado Bolívar. Su rostro era severo, y angustiado.

--Si, Clara lo estamos.

Todos en las Parcelas, una parroquia de San Félix, se angustiaban por lo mismo de la familia Randon. El dilema de vida o muerte, irse o quedarse. En las parcelas la vida era difícil, claro como toda vida campestre, mucha deficiencia en cientos de servicios: escuela, luz, transporte, y pare de contar… Pero por lo menos la seguridad era un factor bueno. Contrario a la capital, un mundo totalmente nuevo y sin experimentación donde la familia se vería presa. ¡Oh presa, si!

Definitivamente siempre pensó eso. Y su marido también. El cambio del campo a la ciudad, más de quince años pensándoselo mucho, trabajando y ahorrando para cumplirlo. Sería la mejor decisión.

Quizás si.

O no.

Sin embargo, un día después la familia estaba felizmente alojada en una casa algo pequeña para cinco personas, pero por lo menos con cuartos para cada uno.

Y Tommy comía en la cocina, pues en su casa no había comedor.

--Espero que estés listo—le dijo la mamá alegre.

El papá que navegaba en su periódico le dio un guiño.

Tomy tragó la comida que su mamá le cocinó, un murmullo se escuchaba del exterior y miró de reojo la figura de su dos hermanos, hediondos y llenos de sudor, entrando a la sala echándose a la mesa –que no era más, una especie de estante en la cocina donde podían comer tres personas mientras los demás esperaban su turno—, y cogiendo apresuradamente todo a su paso.

--¿Cómo estás Timothy?—le saludó su hermano de quince años, quien asistía a la secundaría que quedaba a pocas cuadras de su nueva casa, hogar no era una palabra que podía darle a lo que veía a su alrededor. No por lo físico, sino por la energía—O cielos a falta de una palabra que deleite el paladar de un niño de ocho años que no sentía aun su casa como su Hogar—que aún no se acostumbrada.

--No me digas así Hernán. Y cállate—le dijo Tommy.

Un muchacho alto con el cabello revuelto saludó, y le dio gracias a mamá por la comida. El padre le felicitó.

Listo y la familia Randon vivía alegre y Feliz semejante a toda familia Caraqueña…

Pero Tomy Randon no era ni la mitad de lo que anteriormente se dijo. Era un chico gordo, con una mirada entre dormida, y viva, casi al punto de caer profundamente y reventar como un pipote de agua.

Pasaba horas leyendo. Y dibujando en la habitación de su nuevo hogar, algo en ese viaje que efectuó hace solo un mes, le cambió, y lo hizo mucho. No era una bola de grasa tampoco, pero si se podría orgullecer de pesar el doble de un chico promedio de acuerdo a su edad. Pero a pesar de todo lo bueno que tenía, desde que viajó a San Félix, ese algo que dormía en su interior despertó…

(Será…)

Desde que aprendió a leer, llenó su cabeza de horror. Leía muchos cuentos de vampiros, hombres lobos, personas que asesinaban, sangre por aquí sangre por allá. Un Frankenstein por aquí, y un loco asesinando a su familia por allá. Pero nada de eso le asustaba en lo más mínimo, quizás era madurez—una madurez extrema para su edad, que era el resultado de muchas horas en soledad— la que no le permitía temer absolutamente a nada.

Y claro en San Félix, usaba su cualidad para asustar a los demás.

Pero ahora desde que había llegado a Caracas, en su interior, despertó algo que en varias dimensiones paralelas ya estaba solo que ese algo y él no lo conocía.

El miedo, fue ese sentimiento que sintió en su vida, y que se acrecentó cuando llegó y tocó por vez primera el lugar al que no podría llamar hogar.

Mamá se llevó todos los platos y Tomy examinó los cuchillos y cubierto que se llevaba su madre, y una imagen se le vino a su mente un repentino zumbido como un yo-yo que se daba en su mente. Veía claramente a su madre yéndose de bruces quedando ensartada con todos los cubiertos. Muchos alojándose en sus ojos, sacando el iris y lavando su pestaña con su humor vítreo. Otros metiéndosele por la nariz y un cuchillo embarrado con chocolate, clavándosele en el cuello, creando una armoniosa fuente de sangre en todo el piso. Y ella en el piso sonreía.

Y ella en piso, le miraba con un tenedor en el ojo derecho.

Y ella le sonreía con un montón de cucharillas en la boca, donde los labios se movían de arriba y abajo rotos por cientos de vidrios de los platos.

Su mamá, le veía…

Pero como ya dije, era otra imagen de su mente que le atontaba. Su madre estaba perfecta sus ojos le miraba, los dos ojos color avellana. Sus labios rojizos se reían, no descuartizados, y se alegró de que fuera solo un pensamiento.

Para su estrechamente todo lo que estaba pasando aquellos días era una tortura, una gran tortura que le amordazaba, le amarraba, y con millones de aguja se le enterraba como si estuviera recibiendo descarga eléctrica, era una tortura total.

--Bueno, Tomy hoy es tu primer día de clases. Espero que te valla bien. —dijo la madre. Aquellas palabras fueron una bofetada que lo sacó de su mente. <>, como amó a su madre por aquellas pocas palabras.

--Tienes razón mamita. —le respondió.

Bill que era su hermano mayor comenzó hablar con su padre sobre un par de cosa, que simplemente Tomy quiso ignorar. El lo miraba con admiración a su hermano. Tenía veinte años, estaba en la universidad estudiando medicina, lo que el siempre quiso y por eso fue fabuloso viajar desde San Félix a Caracas, el pudo estudiar.

No obstante Tomy no quería a caracas, no la quería. No le gustaba.

Pero sí su familia lo aceptaba, él debería acostumbrarse.

Subió por última vez a su cuarto y le echó un reojo. Miró las portadas de revistas, cuentos, libros, todos y cada uno con marcas de sangre, carabelas o velas. Un rumor pasó por su oreja se volteó de inmediato y se tranquilizó. Tomó su bolso, y salió dejando atrás a su cuarto.

(¿Era su cuarto?)

Muy a pesar de su edad. Se sentía asqueado por todo a su alrededor, como cuando tenía seis años y por un momento de rabia recordó una portada de su revista de terror y destrozó la cara de un compañero. Posó su gran cuerpo sobre el enclenque cuerpo de Max—de diez años, y maleante—y le destrozó la cara a golpe. Aquel chico le había gritado desde un parquecillo, allá en ciudad Guayana, ¡Bola da Grasa, Gordo de mierda!, y cuando sucedió Tomy era un balde (no por lo gordo, sino por la furia) de Pólvora y las destellantes palabras (Gordo...De...Mierda) le tocaba sus odios se los perforaba y lo dañaba, en vuelto en cólera se lanzó encima de él. Y los golpes eran simples palabras que brotaban. Palabras que dañaban, palabras que insultaba, pero que no se decía, sino que se traducían los golpes, y patadas.

Cuando terminó con el chico. Se deprimió por lo que había hecho, por que él no era un chico malo, no lo era. Corrió a su casa y habló con su madre, sabiendo perfectamente que le iba a dar una tunda, pero ella no lo hizo primero se puso a llorar por todo aquello pero si después le regañó pero Tomy sabía—por lo menos en sus adentros—Que ella no estaba completamente molesta.

Y la idea de niño malo, se le fue.

Eran las siete de la mañana entonces cuando esperó, con la vejiga a media reventar en la parada, solo, porque sus hermanos se negaron a acompañarlo, sin embargo la puerta de la casa medianamente grande, se abrió y salió una mujer ancha y fuerte. Su madre le tomó del hombro y le tranquilizó.

--Te irá bien, lo sabes. —le dijo la madre casi al oído.

Con un beso le arregló los botones de la camisa en la parte del bordadillo. Era como una costumbre que con los años avecinó en su vida materna. No simplemente arreglarle el dobladillo, sino inspeccionarlo, quizás con la desconfianza que algo le haga ver peor.

La calle de Alta mira estaba silenciosa. Un par de carros estacionados cuyos vidrios estaban opacados por la luz intensa, que a la siete y cinco de la mañana, reinaba como un dios azotador de fuego sobre su cabeza.

Entonces el momento llegó. Un autobús de un amarillo como la orina de un borracho al borde del colapso, recorrió la calle posterior y como un perro se paró enfrente de ellos.

Los ojos de Tomy se desorbitaron (ya era hora).

Una brisa acarició su cabello, y la melena que llevaba su madre que con una mano en el hombro le despidió. Como buen hijo, sabía que su madre se moría por recibir un beso, y lo hizo, le dio un beso cálido a la madre.

--Cuídate—le dijo su madre.

Tomy asistió tomó con fuerza su bolso y miró los escalones casi pulidos del autobús escolar. Subió peldaño a peldaño, ruborizado y tratando de no ser notado.

Luego de que volteó su madre ya no estaba se perdía entre la luz reflejada en los carros, y el calor de septiembre azotaba como los hombres a los caballos dentro de la unidad. El chico decidido comenzó a subir.

Paso tras paso esperó amenazante. Un golpe, una escupida, una grosería o aquellas palabras que odiaba escuchar (¡gordo de mierda!). Miró al conductor pero este ni le observó el hombre cuya cara guardaba los poros dañados como volcanes de una juventud cercana, los restos del acné del conductor estaban rojizos aún.

Y el momento que temió llegó.

Parado enfrente a un grupo de no más de treinta chicos. Todos, y ninguno le miraban era como ser parte de un universo paralelo, o simplemente un poco de aire entre el silbido algo que no era notado. Por lo menos, se dijo.

El conductor con voz cansada y casi de un ladrido le habló:

--Estás esperando la fotografía. ¡Toma tu lugar!

Como un militar se sentó el primer asiento que miro. Al lado de una chica pequeña con pezones el pleno brote. Para Tommy aquello era irrelevante es más ni notó el lápiz labial de su acompañante ni por supuesto la colonia que intensamente se enjuagó en su piel al estar en su casa.

El autobús era como cualquier otro. Sillones de metal con un cojín hecho con tela y medianamente incómodo donde cientos de chicos de diferentes escuelas sentaban sus traseros y dónde estos no eran reparados a no ser que el autobús se quemara. Los vidrios se cubrían por una capa de polvo, y todo lo maravilloso de la aparente limpieza del autobús se deshizo.

La chica que no se limitó en mirarlo cuando este hundió su trasero en el asiento dejando escapar un ruido que retumbó la unidad. Lo que en verdad le alegró es no ser víctima de una burla.

--Mi nombre es Tommy—saludó a la chica quien se quitó los auriculares que llevaba puesto.

--¡Ah! Que bueno.

La miró con recelo y prefirió no hablar con la desconocida.

El asiento que compartía con la adolescente estaba justo en la escalera de acceso. Era como una costumbre tener un lugar de escape un momento en caso de que pasara algo o se iniciase un incendio. No recordaba en que novela leyó aquello pero siempre había malos que les gustaba secuestrar a chico; y en ese caso lo más recomendable era estar de último. Pero también leyó que cuando se es nuevo y caminas por el pasillo del transporte te ponen la zancadilla o algo peor te miran con cara de estierco, y ninguna de las dos opciones la prefería por eso se quedó al lado de la chica.

--¿Cómo te llamas?

--Simoneta.

--Es un placer conocerte—le dijo alegremente. Extendiéndole la mano. Ella lo miró. Un segundo. Dos. Sin parpadear los ojos se encontraban en un profundo análisis. Pero al final ella, forzó una sonrisa un gesto que parecía haberse oxidado como si su cara fuera de metal.

--Gracias, disculpa por lo de hace un momento.

--No hay problema…

Ella le sonrió. Y Tommy supo que tenía una nueva amiga.

La esperanza de que un primer día de clase sea perfecto volvía a tomar fuerza en los pensamientos de Tommy. Las imágenes de chicos más grandes con asqueroso aliento, con dietes amarillos, y cabellos largos le gritaran, criticándole, y él llorando como un pobre bebé, se le borraba de su mente. La poca luz le daba un voto de fe y Simoneta le daba esperanza, pequeñas, pero al fin esperanza de que Caracas fuera un lugar interesante.

Con un poco de valentía comenzó a hablar con Simoneta, quien le dijo con recelo aún en su mirada, que estudiaba primer año. Pero con más confianza aún, puso sus rodillas en el asiento para mirar atrás, quizás encontrase un nuevo amigo.

Pero entonces cuarenta y ocho pares de ojos le miraron con terror. Cinco de esos pares con anteojos, otros a punto de llorar. Quizás tenía ocho años pero él sabía cuando la embarraba, y ahora lo había hecho. Porqué, no lo entendió.

Y entonces el sonido fuerte y destripador de autobús se produjo. De inmediato pensó en lo peor, un choque, ¿cabría la posibilidad de que se chocase?

Pero sus pensamientos dibujaron un arco justo con si mirada. Un hombre—el chofer el que le pudo ver por primera vez su cara—Se paró enfrente de los ojos desorbitados, obviamente se había perdido de algo.

--Es que no sabes leer. ¡Ah!—gritó el conductor. Y con una mano señaló una cartelera reluciente. — ¡NO estar de pie en la unidad! ¿Es demasiado difícil con eso?

El silencio se hizo en las dos hileras de sillones. Y sintió como su acompañante le rogaba que se callase con la mirada.

--No lo leí…

El chofer que vestía de azul. Se tomó la boina con la solapa negra, arqueando sus cejas.

--¿Ah no?

--No señor.

--Pues, esto no es tú habitación hay normas que seguir muchachito.

--Lo siento, si hubiese…

--Ya ¡Cállate!—le gritó y la pupilas se extendieron fuertemente y le miraron. Estrangulándolo.

El chofer volvió a su puesto y encendió rápidamente la maquina. Tocó el claxon y se movió como un ganado sobre las calles.

¡OH por dios!

Leyó todas las indicaciones: No gritar, NO SUBIRSE A LOS ASIENTOS, no molestar, no pelear, No caminar etc... No respirar….

Sacó una revista y comenzó a leer.

Conforme su minutero avanzaba más y más personas se bajaban del autobús y le miraban como si fuero un bicho raro, un bicho que debe ser aplastado. Maloliente y gordo.

--Espero que te valla bien. —le dijo un chico cuya cara comenzaba con la azotadora amanzana del acné. ¡Hay viene, hay lo tienes, como un volcán¡

Y el chico bajó del autobús. Espero que te valla bien, esas palabras le asustaron eran casi una amenaza.

Sólo quedaban tres o cuatros personas de la misma primaria pero regadas de una en una asientos muy distantes.

El autobús comenzó a tomar más velocidad.

--¿Falta poco?—le preguntó a su compañera, la que estaba anonada con sus auriculares observó sus ojos , pues sus manos estaban estacionadas en ellos, como si quisiera esconderse, como… Pero allí estaba una mirada muerta le vio.

Observó con un frío que luego invadió su cuerpo, la cara era un cráneo… los ojos era dos cuencas sin fondo. Una mirada en dónde el universo te veía. Dónde las cuencas de los ojos eran ranuras del espacio observándote al infinito.

La mirada se nubló. Y entonces comenzó a gritar.

(Rompió la regla numero 1).

El autobús comenzó a garrar más velocidad, y haciéndole tambalear en el asiento de inmediato se puso de pie horrorizado, impresionado (ese cráneo le mira, ese cráneo le habló). Con intoxicación, y la adrenalina a millón se puso de pie.

(Rompió la regla 4)

Y corrió hacia atrás.

--Es un esqueleto. ¡Está muerta, oh por dios está MUERTA!...

Rápido caminó hacia los demás, se zumbó encima una muchacha.

--Mírala está mueca—le gritaba pero su oyente tenía una mirada fija y vacía como si fuera un caparazón sin alma. Este le tocó la cabeza, y aterrorizado miró como la sangre brotaba a cántaros de su cabeza.

--¡Oh la he matado!

Miró a los demás eran una estúpida imitación de momias, no estúpida un absoluta imitación. Su miraba estaba vacía, y sus cuerpos secos, de la boca y nariz le brotaban gusano. Corría por los pasillos tratando se huir de la cantidad de bichos que brotaban e inundaba el piso: cucarachas, gusanos, sapos, escorpiones. Todos ellos salían como diarrea y vómito de cada cuerpo inundando un pozo de porquería. Corrió hacia el conductor ¡Oh por dios!.

El autobús era lo que pareció al principio al subir en él: una porquería en ruedas, con paredes cuyas pinturas se caía, y cuyos asientos olían a mierda.

El olor activó sus sentidos, y embriagó su nariz y lengua. No aguantó mucho más la nauseas.

(Y que te valla bien).

Depositó en el piso el desayuno mezclado con jugo de naranja y unos cuantos dulces. De inmediato el fuego cubrió las paredes. El llamar del fuego cubrió todo a su paso hasta convertirlo en una antorcha entonces puso la mano sobre hombro del conductor cuya cabeza miraba al volante, nada más.

Cada una de las imágenes de revistas, de libros, de noticias, de artículos de Internet hizo un espiral en su mente pues nada de lo que había visto era como lo que vio y los gritos que soltó le acompañaron hasta el infierno.

Su cuerpo era un esqueleto cuyas articulaciones estaban pegadas por serpientes la cabeza era un carabela con restos de carnes a un crudo, y todo el esqueleto estaba carbonizado, su olor era como las cloacas, su boca mostró sus dientes triangulares negrusco y verdes. Observó el Púb. Que cubría parte de su mano y ésta le tocó lentamente el brazo.

El orine brotó y ahogó a la hermana de su minúsculo miembro, al igual que el calor abrumó todo su cuerpo. Las manos era secas y pegajosas, restos de carnes se quedaron en su piel observando los gusanos blancos salían de cada pedazo y se movía por su piel. La carabela volteó lentamente hacia Tommy.

Y antes de verla frente a frente Tommy miró como el autobús envuelto en llamas se dirigía a la pared de una casa, su casa… la que no era su hogar.

Entonces la carabela le miró. Y de sus cuencas cientos de insectos brotaron dejando las cuencas desiertas.

--Espero que te valla bien. —le susurró la carabela con una voz pegajosa y pastosa. Y su aliento que traía consigo polvo que al entrar en las fosas nasales le recordaron a la flores del cementerio.

Y fueron las últimas que escuchó.

Espero que te valla bien.

El dolor era insoportable, claro. La mano le ardía un montón. Tenía el brazo derecho como si le hubiesen hecho una quemada de segundo grado. ¡Oh por dios!

Inquieto se quedó en centro de las miradas. Que le estudiaban.

Entonces supo porqué.

Cuarenta pares de ojos, y cuarenta boca en forma de “A”, se reían viendo como el orine se disipaba en asiento del chico. ¡Maldición!.

Espero que te valla bien.

Caracas 9 de Septiembre

10:29 p.m

Primera Palabra


Muchas son las palabras que los niños, cuando pequeño claro, eligen para decir por vez primera, aunque claramente entre la gama de palabras nunca se deja a un lado un par de las favoritas: Mamá y papá. Si, es cierto, son dos de las palabras que formulas los pequeños infantes, no obstante el pequeño Johnny formuló algo un poco menos común y mas difícil de que la boca de un infante pronuncie de primero. La palabra no era extraordinaria ni muchos menos era merecedora de un Nobel era simplemente una unión de varias letras: una vocal abierta y otra cerrada con una consonante que es muda; la palabra que dijo el pequeño Johnny apenas si tenía cuatro letra, pero el niño no lo dijo por alegría o por ver a mamí unir varias cosas para luego metérsela en la boca ni por que papi llegaba del no se como se llama (trabajo) con un algo en las manos; no nada de eso.

Johnny dijo la palabra envuelto de un temor agudo y silencioso, una confrontación mental entre dos pares de ojos; los de él y con ese algo que un niño no sabría como se llamaba, no obstante, para aclarecer el relato digámosle duende. Y esa fue la circunstancia el niño de un año mencionó su primera palabra, quizás la escuchó tanto de sus padres que ¡Qué remedio repítamosla!, o quizás un bagaje superior a nuestro subconsciente la llevó desde la profundidades de su alma y la hizo gesticular.

Cuando habló por primera vez estaba en su habitación exactamente a las diez con cuarenta y siete minutos de la noche tercera a su cumpleaños. Antes de decirla su mamá, una mujer de cuarenta y tanto años, morena y con cabello recio, pero con una conmovedora facha de bondad, le había vestido con una pijama de un muñeco que retrasaba a los chicos que los veía por largo tiempo, era un ilógico dragón o dinosaurio morado con manchas amarillas, que cantaba una canción más estúpida que su propia imagen. Su papá le leyó un cuento sobre el rey león, y las aventuras de Simba, claramente Johnny no entendió en lo absoluto de que hablaba su papá, es más ni siquiera sabía que estaba hablando para él era aun montón de sonidos cuyas pequeñas connotaciones comenzaba a entender. Lo poco que su mente entendió de ese largo cuento fue algo de Hacunamatata… pues era una palabra que siempre decía, como todo bebé, palabra que para los adultos son peores que construir un barco dentro de una botella.

Su fiesta de Cumpleaños había sido, muy entretenida, al parecer de él, un grupos de niños y niñas le habían traídos muchos regalos, Johnny se fijó especialmente el de una mujer muy adulta, cuya cara era elástica y parecía que él podría guindar de ella, que le trajo un gran regalo, sólo entendió que esa maquina con cuatros cosas en el piso se llamaba ‘‘garro o carro’’ por lo que entendió de su mamá cuando se lo mostró. Johnny por su parte lo tocó y prefirió ver un perro que le había regalado el abuelo, en su vida comprendió lo que era ser abuelo, pero así lo llamaba su hermana Tifany, una niñita morena como sus padres de ojos negros como almendras y cuyos cabellos se ahorcaban con una cinta de color rosado. El perro era un pequeño dálmata, con un detalle muy bonito, a un ojo parecía que le hubieran golpeado con una pelota de béisbol (claro que Johnny no sacó esa conclusión para él era simplemente un animal muy bonito, o simplemente un guao, guao).

Los demás regalos fueron triviales: carros de muchos colores, un pista para los carros, una gasolinera para la pista y los carros, un control remoto, peluches, y muchos conjuntos de marinero con el mismo idiota mono saludando con una mano. Deprimente, y decir esa palabra es una responsabilidad pero que más sí es lo que sintió Johnny con todos esos regalos, fue deprimente. No obstante faltó uno.

Un sujeto ridículo e incompresible para el bebé Johnny, era uno de cabello verde y nariz roja (quizás lo golpearon por ser tan ridículo) vestía un traje bañado en brillantina y la cara era muy pálida, el comprendió de inmediato que no era feliz ese sujeto pese a que buscaba de dar felicidad. El payaso, le trajo un regalo especial al pequeño, y fue el último de recibir en su celebración, algo que molestó a la mamá de Johnny pues según las costumbres de su familia el último regalo era responsabilidad de los padres, mas, el tal Payaso Ricky se disculpó con los invitados y con una sonrisa muy forzada le dijo que no importaba que no se lo daría pero le daba pena por su hijo. A regañadienta la madre aceptó el regalo, de todos modos la gente adulta de la fiesta le había puesto mala cara. Y vamos a ser sincero, un payaso por muy idiota que sea sus roja boca adornada por dientes amarillos, al dar un regalo por educación oigan muy bien por una educación sobrehumana es que se acepta.

Johnny mudo de voz, pero con una gran habilidad para pensar o por lo menos para sentir el estado de las demás personas, captó de inmediato que aquel adulto no era bueno. Sin embargo le dieron el regalo envuelto con una cinta y papel fosforescente verde y rojo. El lo miró con recelo, aprovechando y examinando: cuanta idiotez. Todos los invitados con cara de desdén y muchos de los hijos de los invitados tratando de lograr ver el presenta jurando por lo bajo para que a el cumpleañero no le agrade el presente y se lo dé a sus invitados. Pero allí estaba tenía que abrir aquél estúpido regalo, y fue estúpido hasta que tres días después a su fiesta de cumpleaños dijo su primera palabra.

Y el estúpido, fue terrorífico.

Su madre lo adentró dentro de sus suaves cobijas adornada con el mismo idiota dragón o dinosaurio. (…y tu a mi. Somos una…) Y cómo de costumbre le besó la frente y al salir dejó una lámpara de otro hombre que se agarró a golpe y le dejaron con la nariz roja (payaso). Cuando su madre se fue dejándolo en su habitación, sólo acompañado por el leve e inútil tintineo de las luces de su lámpara, algo sucedió. Un ruido seco, y cortante se prolongó por un lapso de tiempo, luego los grillos y seguido a eso el silencio, aquel sonido venido de lo más recóndito del universo: silencio, ¡oh silencio! Cómo Johnny era un bebé y todavía poseía información que algunos humanos desconocen no le atemorizó para nada aquel silencio frío y cortante de la habitación, pero cuando la lámpara se apagó dejó de un lado la protección de la mano de los ángeles y se acercó al mundo humano, dominado por factor muy decadente: el miedo.

(…con un fuerte…. Y un beso…)

Y no era porque no hubiese luz que temía sino porque sintió algo, ese algo le asustaba: la sensación que recorría su cuerpo de apenas unos cuantos centímetros era como enamorarse un frío indiferente te bañaba los polos, con escalofríos acompañado de un estado de alerta todo aquello lo experimentó Johnny a las diez y cuarenta y siete de la noche, y lo desistió a las once de la noche cuando habló por vez primera.

—Hola

Un sonido se despegaba de sus cuerdas bocales, chocaba con la lengua la que se envolvía en preciso instante en que la boca formaba una O y el grupo de baba salía de los dientes hacia el aire.

Hola fue primera palabra que formuló Johnny al ver su regalo— ¿o fue la respuesta que dio al su regalo verle?—, o lo que quedaba de él observándole con ojos amarillentos y saltones las venas de sangre se brotaba al punto de reventar su mirada era gélida y penetrante, tenía unas arrugas muy pronunciada sin pestaña y ceja se veía más aterrorizante. Las orejas amarillentas y derretidas se movían de un lado a otro, y su nariz ganchuda y empinada olfateaba rápidamente. En su boca, que parecía un gran tajo de carne quitado, estaba dibujada un sonrisa, no era alegre no era malvada, era una sonrisa equilibrada. Estaba vestido de ropas o restos de ropas, y lo que era peor a su aspecto físico o pequeño cuerpo, era su aura era un presencia negra y temerosa. Y estaba parada a unos cuantos metros de la cuna de Johnny, inexpresivo levantó un brazo hacía el muchacho: el brazo más bien era una garra pegada a un trozo de plástico en forma de tuvo.

Johnny que su forzado cerebro por medio de sinapsis o una reacción al miedo pronunció su palabra: Hola, un saludo no más quiso saludar a alguien que seguramente vendría a jugar con él un pequeño amigo que de seguro se había llevado a su muñeco de duende.

(Te quiero yo…)

Fue un contacto ocular. Entre la sombra la sonrisa salía del duende. Era como un chillido burlón y de manera cíclica. Venía e iba. Una y otra vez. La risa chocaba con las paredes, rozaba con la pintura de aceite y regresaba hasta los oídos de Johnny. Era como ver que algo con quien no jugaba, siempre—tres día atrás—odió a ese muñeca, su estúpida sonrisa su estúpido gorro y lo que peor su estúpida ropa verde. Asqueroso y repugnante. No porque el duende fuera feo, si no a penas tocarlo sintió todo lo que había en él…

Sentimientos que se olvida con el tiempo…

Y Que regresa en las noches….

Que nos llaman a la media noche…

Me mientes si nunca temiste. Si nunca sentiste esa droga mental esa unión sináptica entre tus neuronas que pone a trabajar el último de tus nervios, que conecta una articulación con otra. Tu corazón oxigena tu sangre poniéndote en vigilia total. Y que pone tus ojos a la expectativa, entre la oscuridad. Donde las sombras y la noche son un bocadillo excitante. En dónde tu eres el juego, el preso y los barrotes son tu mente, pues bajo la cama el monstruo te llama, el chasquido de la puerta el monstruo llegando, el sonido de las gotas el monstruo babeando sus labios para comerte, donde el mas leve golpe es el monstruo hambriento… no porque quiera comerte, ¡no! es porque está sobre ti, sobre tu cama, a lado tuyo, ¡vamos! voltéate que allí está viéndote. Mirando con una sonrisa que estás allí y que le temes… Porque tu y yo sabemos que le temes… Y sabemos, que un sonido y el monstruo está allí.

Y él duende detallaba de pie a cabeza a Johnny. Y él veía al monstruo. Luego de eso el monstruo se zumbó a la cuna del chico. Tomó de sus brazos, el gritó gimió como un cochino en el matadero, las garras se hundieron como un sierra sobre su diminuto pecho, la boca rompió la aorta con los puntiagudos dientes. El sonido que salía parecía el de una piraña desguazando a su presa. La cama se movía de un lado a otro, como si el sexo urgido se moviera de adelante hacia atrás. La sangre era un manantial sobre la cobija plateada y corta, e osito que estaba a un lado miraba con sus enormes ojos, expectante, aquel festín. Los llantos del chico despertaban las más inimaginables creaturas de la tierra.

(Cuando se hace…)

La sangre corrió sobre la frente de Johnny…

Se pasó la mano y era sudor, y entonces supo algo. Que aquello no era real que no había pasado que era un pesadilla de su ser o algo que le causaba miedo, nada de eso, como un chico de tres años supo que al verse arrodillado en su cuna con los genitales sumergido en orina, y las manos y cachetes envuelta en el pegajoso sudor, supo que con eso no tenía que jugar…

Miró la habitación…

El muñeco dibujaba una sonrisa al chico.

Quiso gritar, armar alboroto, pero los ojos brillosos del duende se lo impedía se ordenaba. Tienes que callar, le decían. Silencio, le rogaban. Presa del miedo calló envuelto en la sensación mas humana del miedo, aguardó en su cama.

Tomó a su oso, y se durmió sobre él. Acurrucado. La z se dibujaron en sus pensamientos durmiéndolo, envuelto en todo aquel caos. Cada noche de su vida temería a ese duende que le miraba en este momento.

… le miraba.

(Realmente sorprendete)

Luego el sueño cerró sus ojos.



Aproximadamente a las tres de la mañana de ese mismo día, un muñeco horrible sentado en una silla expectante a un cuna, movió la cabeza hacia un niño. Una sonrisa y la cabeza se volvió lentamente rechinando a su lugar original.



FINAL


(por ahora)