¿ A qué hora estoy muriendo?

lunes, 9 de noviembre de 2009

Abril






El Graffitero



Del diario Ángelo Di novato.



1



Querido Diario.

Hay muchas definiciones de arte es lo que siempre he escuchado. De las que recuerdo son: Expresar tu mundo interno, demostrar que tan loco eres al final del día, expresar tu mundo interno, o… en mi caso liberar tu maldad. En realidad si, hay muchas definiciones de arte. No me hace falta ser un catedrático de la Universidad Central de Venezuela, ni haber viajado a parís para saber lo que es Arte. El arte es arte, y lo demás se deja. Lo demás se queda estático, con sus leyes, principios y formulas, pero el arte no. ¡No! Señor, en el arte no hay fórmulas, ni leyes. No hay principios, ni dosis.

Eso fue lo que entendí, no fue lo que aprendí. Si digo lo que aprendí será distinto. Tan parecido como un ojo al dedo gordo del pie. Eso es lo que aprendí del arte, a lo que entendí. Y es que el arte en todas sus formas desde la pintura hasta la escritura ha sido transformado en algo sistemático y mecánico. Mucha matemática, mucha lógica. Algunas psicólogos dicen que el humano al trabajar con su parte artística (¡A sí como lo lees!, todos somos artistas, pero espera y verás por qué), desarrolla el lado derecho del cerebro; y el izquierdo la parte lógica y de número. ¿Comprobado?, bueno es una realidad relativa. Pero todo es relativo… y artístico, es lo que yo pienso.

El caso es de estas cuantas palabras, no es querer aburrir, para nada. Es en realidad que los de la parte Izquierda quieren volver al Cerebro un Izquierdo total. ¿Loco? Bueno creo que soy artista, llámame loco… lo acepto. Con todo quiero llegar que el lado derecho encargado de la parte creativa del humano, ha sido tratado de izquierditizar para darle método a lo creativo, procedimiento, sistema. Y yo no pienso así.

Por que el arte es aparte. El arte es una atracción, como la sangre que bombean por dentro de la avena y desemboca sobre el papel, sobre el espacio, sobre al alrededor. No hace falta ser preciso, ni gustar a los demás. No. El arte no es creado para impresionar, ni para conducir a los vivos en un camino directo a la hipnotización a causa de la hermosura de lo que expresa… Y si el arte es hermoso. Pero no por que cuente de colores, de reglas, o de palpitaciones que atraiga al espectador; no por eso. El arte es hermoso, por que es interno. Es propio.

Comienza con la negrura y la oscuridad envolviendo todo el alrededor, de dicho firmamento perpetuado por la nada, sale entonces de la inconciencia como un torrente de masa de ideas que se pega a la superficie del firmamento, y entonces viene los coladores de la conciencia, que deja salir pequeñas gotas de inconciencia…

En esas gotas está el arte, en aquellas minúsculas partículas que puede escapar del dominado cerebro de la lógica. Sí la conciencia es lógica. Y de esas pequeñas gotas, se dibuja, se crea, se escribe, se inventan mundos paralelos de personas, enfocados en lo que alguien reprime, en lo que alguien… esconde. Y ese secreto picante como la sal en una herida apenas si he percibido en un tanto por ciento por Individuo, y de esa conciencia sale entonces la obra.

No importa como sea. Pero es arte. Y no importa si es hermoso, brilloso o encantador, porque el arte es aparte.

Y ¿Qué es un artista?, un individuo cualquiera. Todos tienen la misma capacidad de convertir en arte las pequeñas gotas que pasan por el colador de la conciencia. Sin embargo son pocos que se aventura en esa peligrosa tarea por que en la búsqueda de estas peligrosas gotas la gente puede perderse en la locura. Porque la mente es un laberinto de conciencia e inconciencia, en donde se pelean por decirle al pobre individuo que camina en el laberinto, quien de ambas dice la verdad.

Arte es algo aparte. Y la obra que el artista, aquel individuo que recoge un poquito de allá y de acá para producir esa maravillosa obra, realizó con tanto esfuerzo. No es como el arte un amigo. Una obra podrá ser lo que sea. Amiga o enemiga. Pero todo eso depende del artista. Por que un hombre bueno no es siempre de ese modo. Y es que el artista se busca a si mismo en el interior… y no siempre lo que consigue y lleva al exterior es bonito. En algunas ocasiones es oscuro, y hasta huele, y gotea. Por que no siempre es la conciencia la mala de la historia. La inconciencia es solo el verdadero ser de la persona, aquello que almacena, y es envuelto por las garras de la conciencia, aquella que quiere darle un orden de lo que se lleva por dentro con el concepto de cordura que la sociedad imprime en la persona… entonces gotea.

Y cuando gotea, huele, y se mueve es que sabemos que no siempre la obra es algo bueno. Porque la obra es la manifestación en físico de lo que el artista lleva por dentro, lo que la conciencia deja escapar por la fuerte inconciencia, por que la conciencia se cansa cuando el artista y la inconciencia se ponen de acuerdo para dejarlo salir… entonces gotea.

El arte… el artista… la inconciencia… la conciencia… y la obra. Cinco nombres en el cual Arte es solo hermoso, y quizás el menos peligroso. El artista puede ser un loco, la inconciencia la locura, la conciencia la cordura, y la obra la masacre… pero nada de eso importa por que el Arte es aparte. Y el arte será arte. Sea mala o no la obra.

Eso es lo que yo entiendo, no lo que aprendí. Lo que aprendí fue algo diferente.

Yo también soy un artista, pero lo descubrí mucho después.

… tengo conciencia aún a pesar de mis idas y vueltas aún la tengo.

…ahora después de todo mi inconciencia es la etapa en la que más me desenvuelvo. No me domina, yo así lo he decidido.

Y también he hecho mis obras.

¡Oh! Sí claro que la tengo, viejo, mis obras. Y también gotean.

Y es que el arte es algo aparte, fue para mi una droga que no vi. como entró en mi sistema, un enamoramiento que mis ojos no visualizaron, una obsesión que dominó mi cabeza, y una necesidad que comió mi alma.

Soy un artista. Y descubrí que las obras gotean, de un modo otro, pero lo hacen. No como las mías. No señor. Mi arte fue diferente. Pero arte al fin.

Goteaban… goteaban…Mis obras goteaban.

Y tú ¿Quieres ver como gotean?

2

Yo tenía una fama de sabelotodo en mi colegio que era como un cartelito guindando en el medio de mis ojos, un cartel grande y asqueroso, que decía aléjate de mí por que soy mucho para ti. Eso lo entendí mucho después. No era que yo me creyera mejor que los demás, para nada. En realidad, si en algún momento me creí ególatra sería del tipo (si es que existen tipos de egocentrismos) que solo le importa salir bien en sus notas, y listo, no le hacía falta que me alabasen, ni yo restregarles las notas a nadie. Porque no me importaba en lo más mínimo hacer alguna competencia estúpida con alguien de mi colegio o en mi salón. Para nada. Lo anterior no era causado a miedo de perder el reto. Si no más bien porque mis compañeros de clases eran una mierda, con el perdón de la palabra. Y es que no existen más palabras para definir la alegórica y hasta antagónica relación que yo tenía con ellos.

No quiero endulzar con bonitas metáforas o adjetivaciones, la relación que existía entre nosotros, y no precisamente por que no pueda hacer el esfuerzo. Sino sencillamente por que no se lo merece. Las cosas son como son. Y mis compañeros una mierda. Una muy verde y olorosa, como la que presenta un claro exceso de hierro. Si así misma aquella que produce vómitos en las madres de los críos han dejarle el regalito en los pañales. Aquella que ahuyenta al pobre gato que está cerca cuando limpian al bebé. Aquella que borra la sonrisa del caballero más refinado de la corte de cualquier juicio. Exactamente igual a esa, eran mis compañeros. Y por todo eso tenía yo mi cartel.

Yo no era ningún Nerd, ñoño, o alguna palabra que pueda representar al típico estudiante jorobado, con veinte en cada examen, con frenillos, y con lentes cuadrados… ! Ah y claro! El usual suéter de cuadritos. Nada de eso. Más bien soy blanco, con buen cuerpo, una linda sonrisa, y con varias chicas enamoradas. Claro todas lejos del salón de clase. Por que pese a mi condición “chico-inteligente-simpático” el rótulo que colgaba de mi rostro era GRANDE.

En cualquier caso era bueno en todas las materias, tenía una familia buena, con otro complejo de odiarme, pero qué se le hace, no todos tenemos suerte. Pasaba la mayor parte de mi tiempo escuchando música en inglés, saliendo al cine, leyendo algo, o durmiendo. Pero pese a que si tenía amigos, yo estaba solo. Mi alma se sentía sola, y especialmente al caer la tarde o al levantarme miraba como otro día se me venía encima, como otra rápida semana se esfumaría, y como otro mes desembocaría en un año más de esta horrible vida.

Y ¿por qué es horrible? No lo sabía. Fui lo bastante inteligente para saber que el odio de aquellas personas era un síntoma de una enfermedad cancerosa llamada ENVIDIA. Y en los momentos en que mi familia se vestía con el traje de buena familia, ella siempre me decían que era normal todo aquello, y otras personas, como mi tía me invitaban a estudiarme por dentro, a analizar que hacía mal, así demostraría que ellos tenían la razón. Y era yo el estúpido que merecía ser odiado.

Gracias por eso tía.

No todos mis días fueron oscuros como tocada como una neblina, o mejor aún, no todos los días caminaba yo con una nubecita encima de mi cabeza dejando precipitar grandísima gotas de aguas sobre mi cuerpo. No. Hubo días en la cual mis ojos se llenaban de vida e irradiaba a mí alrededor. En el cual las personas notaban que si valía la pena estar a mi lado, y yo dejaba de odiarlos y les quería.

--Me acabo de dar cuenta, de lo mucho que los quiero—le dije alguna vez a alguien. Ese alguien ya no existe. Era una reunión en mi salón y aparentemente por aquella época mi vida no podía ser mejor. Pero no es así. Aún con dieciséis años puedo despertarme en una tarde y antes de encontrarme con una chica que probablemente sea con la que me case, reciba una llamada y entonces me diga que me deja por otro.

Nunca me han dejado en una relación. Eso es bueno. Al menos para mí y para mi ego.

La envidia hace los dones se convierta en maldiciones, pensé en algún momento cuando me daba cuenta que una vez más me abofeteaban y me decían que todo era una ilusión. Quizás algunas personas tomen esto como una frase de un cobarde, de aquel que se rinde, o que se deja influenciar por el mundo a su alrededor. Pues no precisamente es eso. Quizás luego de quince años siendo odiado, la vida se hace no tan fortuita. Y cuando te das cuenta que la causa de todo aquello es la envidia a tu actitud o don… digamos que es triste ver eso.

-- Cállate ñoño—dice mi mejor amigo.

--Cállate homosexual de mierda—le digo yo.

Sí. Mi inteligencia tiene sus cosas buenas. ¡No te mentiré! Me gusta ser inteligente, incluso disfruto viendo cosas que los demás no ven… a veces veo cosas que es mejor no ver… porque hay cosas que gotean… y la gota no es cálida, en su lugar es helada y muy pegajosa como la sangre de un diabético…. Y entre esas cosas buenas era mi habilidad de mover la boca hasta convertir las palabras en filosas dagas que destruían la actitud de cualquier persona. Un hombre con un ojo dijo que el alma de un hombre se quebranta más fácilmente. Tuvo muchísima razón, yo lo comprobé muchísimo.

Muchos fueron los insultos y trampas enviadas hacia mí. Momentos en el que me ignoraron, tal como sentirse como un niño pequeño que opina sobre lo que él considera que debe tomarse en cuenta para comprar en la casa y los padres ni escuchan ni mira al infante. Momento en el querer poder tener una escopeta y volarles los sesos a las personas que te rodean. En el que incluso eres el objeto de burlas de los profesores, asquerosas personas que hace años que dejaron de ser bien fabricadas. Momentos en el que las lágrimas se secan por el calor exuberante que emana tu cara antes la molestia de vivir un día como ese. Instante en donde crees que los problemas con la familia serán cada vez mejores y te cachetean justo cuando vas a confesar tus temores, y penurias esperando un brazo y un beso, recibe un golpe y una cachetada. Momentos en lo que los héroes de tus historias son borrados por fantasma de un pasado cruel y despiadado con garras que te dejan anclado. Instantes de triunfo donde pretendes que seas mirado con una sonrisa y lo que descubres es un gesto de apatía y envidia. Momentos en lo que no eres tomado en cuenta, y dentro de tu corazón sientes como se acumulan las lágrimas que no puedes precipitar por que te has vuelto una roca demasiado dura. Momentos en la que descubres como has dejado de hacer cosas que te llenaban de felicidad y te transportaban al mundo de fantasía. Momentos en los que te tapas la boca para no decir lo que piensa por miedo de ser rechazado y juzgado por tu opinión, pese de tener la certeza de que tu respuesta es la correcta. Y también momentos en los que te despiertas y por un momento miras atrás descubriendo así que en el camino que has trazado hay más tumbas y fantasma, que trofeo y ángeles.

Yo pasé por eso y hasta por más. Lloré, grité, corrí, me aislé y dormí. Pero no era una herida cerrada, quizás ahora lo es, por que mi herida ha cambiado de lugar. Esta herida causada por mi alrededor era pulsada y machacada, día tras día.

No solo odié a mis amigos y compañeros, también odié a mi casa y a pasar mis tiempos con mis familiares… aún no puedo aceptar que los odié también ellos. Y en que mis sueños despierto, en mis pensamientos mientras veía los dientes blancos encolerizados por mis acciones, pensaba en la sonrisa que se dibujaría en mi cara si explotaba su boca en forma de una flor, o si cocinando se prendían en llamas hasta quemarse los huesos. O inclusos atravesarlos yo mismo.

Todas esas eran gotas de inconciencia que mi conciencia dejaba escapar a mi exterior, y que mi conciencia, como medida preventiva me hacía arrepentirme haciendo que mis ojos se llenasen de lágrimas.

Mucho tiempo pasé entre la lucha de mi conciencia e inconciencia. Pero era eso, aún no había arte, si sentía la necesidad casi carnal de hacer una obra. Pero aún no había encontrado la forma.

Sufrí muchísimo. Y los odié. Aún los odio. Aún sufro. No sé si lloro.

Fui el más inteligente y el más odiado.

Puedes pensar lo divertido que es ser odiado. Sí lo es. En muchos momentos, y en ocasiones lo es. Pero luego que el odio desencadena, en no hablar con nadie, y no hablar con nadie desencadena en la soledad, y te digo: lo peor de la soledad es enamorase de ella. De una manera muy rara me enamoré, no concientemente, pero lo hice.

Pero mi conciencia me hacía llorar al darme cuenta de lo solo que estaba.

Mi mente fue un lugar peligroso para librar esta lucha de mi conciencia e inconciencia. Y todas las mierdas de personas que me rodearon me condujeron a esto. No me justifico. Para nada. Por que no me arrepiento.

O como sufrí. Y solo. Sin amigos. Sin personas. Sin nada. Aún sigo solo. Pero diferente.

Así fueron mis primeros dieciséis años de vida.

3

Generalmente algunas personas mencionarían que la vida es una ondulación, tal como el latir del corazón con líneas cóncavas y convexas, sin embargo para mí todo fue un declive rotundo. Normalmente uno encuentra lugares específicos, en donde consigue apoyar, la sociedad te hace creer que si un día es malo, el otro será mejor. Qué cuando las nubes cubre la ciudad, y la luz de la luna es opacada por las masas de nubes, el último racimo de luz se, allí aparecerán las personas que han sido enviadas para hacer compañía y ayudarte a aprender la luz.

Lindas palabras. Lindos pensamientos. Quizás me equivoco, quizás no, pero nada de eso sucedió en mi vida.

Diré además que tomando en cuenta por todo lo que pasé me acostumbré aprendí a vivir de mi mismo, de no tener que depender de nadie, de no contar a nadie mis cosas, y por ello olvidar los pocos momentos que lograron dibujar en mi rostro una sonrisa. En algunos momentos aquello me produce tristeza.

… en otros odio, y cuando produce en mi odio, es entonces cuando gotea, y si gotea no puedo hacer nada: Solo dejarlo fluir.

Sara era una chica linda: puntual, y directo. Linda. No se preocupaba por arreglarse el moño, ni de peinarse adecuadamente, era inteligente… no tenía habilidad, sería más adecuado. Y le iba bien en las clases, en muchas ocasiones odié su perspectiva, porque solo era una caletrera. No era una persona inteligente. Era boba, tona, y con la habilidad de poder absorber cuantas letras se pasaba en sus ojos marrones claros. Y aunque todo aquello era insoportable para mí me reía en muchas ocasiones como esta, “amiga”, no podía pasar la barrera que nos separaba. Esa distancia que establecía quién tenía el mejor promedio, quién realmente era el inteligente.

He descubierto que tengo un poco de Ego, No soy un ególatra, por que en realidad soy una persona con autoestima baja. ¿Quiero dar pena a las personas?, para nada, solo que he sido lo suficientemente tonto—dentro de toda mi inteligencia—para dejarme influir de las palabras de las personas. Es triste, la oratoria es un arma muy venenosa. Puede pudrir cualquier cosa. A mí lo hizo. Y me hizo gotear.

Así que descubrí que tanta permanencia a la repulsión de aquella chica me hizo comprender algo : me gustaba. No podía evitar que todo lo relacionado a ella me molestase, y que todos sus intentos fallidos por ser mejor que yo, me produjeran hasta asco. Pero la gente de mi salón me hizo entender que también la quise.

Lo más gracioso del asunto. Es que ella me amaba. Un día después de clase la encontré llorando, y por esos momentos yo andaba con mi idea de ser una roca de odiar al mundo, y de no regalar mi atención a ninguna persona. Entonces la encontré a ella llorando, en el suelo del salón. Sus mejillas eran como una gelatina sin cuajar, y sus ojos chorreaban como un vaso derramado. Mis manos se movieron sin mi ayuda, mis pies se detuvieron a su lado sin mis órdenes, y mi boca se movió en sus labios sin mi permiso.

Ella me devolvió el saludo. Y aunque fueron pocas nuestras palabras, solo descansó en mis hombros. No noté que varias personas no vieron.

Ella se disculpó y se fue corriendo. Yo me quedé con mi libro de “Twilight” en mis piernas y noté como se alejaba hondeando sus cabellos.

Alguien me vio sonreír.

4

Pasé los mejores dos meses de mi vida. Hasta que la flor de la suerte se marchitó, junto con lo poco a lo que yo le llamaba corazón.

Eran las ocho de la noche y caminaba cerca del Sambil me encontraría con Sara luego de eso, mientras me veía en el reflejo de un carro, observando además lo adulto que me veía. Tengo dieciséis años, pero reflejo a alguien mucho mayor. Se me ocurrió que quizás era la misma muerte reflejada en mis ojos, pensé en que seguramente moriría a temprana edad. Después de todo aparento más de lo que tengo.

Sara tardó en llegar, yo pensaba en lo mucho que una mujer puede esperar a un hombre de tal manera que este se volviera loco. Perdí como una hora esperándola, la llamé varias veces pero no me contestaba, en más de una ocasión me dije a mi mismo, que andaría en el metro.

Hasta que la canción de Helena de My Chemical Romance, me despertó de mi adormecimiento y mi molestia: era el Ring Tone de mi celular. Lo miré y vi su número entonces contesté.

-- ¿Oye dónde estás?.

-- Ángelo lo siento pero no he podido llegar, luego te comento. Cambiemos el lugar, ¿vale?. Nos podemos ver en la entrada del Liceo Gustavo Herreras. Tu andas por allí cerca, ¿No?.—dijo ella. ¡Obviamente andaba por allí! Desde hace una hora la esperaba en la entrada del Sambil que no quedaba a menos de dos o tres cuadras de ese liceo.

-- Pero, ¿Qué te pasó?, ¿Por qué demonios no has llegado?

--Hablamos luego se me acabará el saldo.

El pito muerto de una llamada trancada llenó mi cabeza. Me quedé observando por lo que fue más de un minuto mi propio celular, pensando que quizás había sido devorada por su mismo celular. Me reí y dije “ cosas de mujeres”.

La calle se extendía hasta perderse en una vuelta a más de cientos de kilómetros comencé a caminar las cuadras que me llevarían a ese liceo. Recordé cosas muy desagradables al caminar a los límites de ese liceo público. Cuando tenía once había ido a representar a mi Escuela en una entrega cultura, y me habían dado un cuatro, para aprenderlo a tocar, y me salí un rato del evento y me dirigí al baño. Jamás olvidaré que estaba yo en el cubículo rayado por grafitos de estudiantes, y a fuera se escuchaba los gritos de alguien: un chico, un niño, no lo sabía. Solo aprendí que cuando se sufre, y se rompe las formalidades de lo bueno de la vida, la línea que separa las edades se rompe. Por que en el centro todos somos unos cobardes atemorizados de la sociedad, de los humanos, de nuestros hermanos, de lo que el otro nos puede hacer. Todo eso lo entendí mientras miraba por un agujero como era masacrado aquel chamo. Fue tumbado al piso, y con un cuchillo cortaron las venas de su garganta, un poco de comida se desbordó por el pasillo; aún masticaba su almuerzo. Fue triste ver como la sus ojos dejaban de moverse de un lado a otro para convertirse en algo inerte y sin vida. Su rostro cayo y me miró por debajo de la puerta del cubículo. Yo no lloré ni me moví solo me quedé viéndolo de donde antes salía algo llamado visión. Quería en parte perderme en sus ojos, tratar de depositar este desagradable recuerdo en su cuerpo, traspasar la información a su cuerpo, mientras yo me iba en paz.

Pero nada. Una hora después me fui de ese colegio sin que pasase nada.

Mis manos sudaron ante ese recuerdo, y miraba al cielo que se encontraba hermosamente iluminado con una cortina de estrellas vívidas justo para mía. Sonreía ante esa perspectiva.

Cuando llegué a la entrada del Liceo, había un carro aparcado a un lado, me acerqué de manera cautelosa, ya mi mente comenzaba a disfrazar el escenario ya veía sombras, y miedo. Ya veía inseguridad y constancia. Era como un prefacio de algo que yo sabia que iba a ocurrir y que se iba a dar. Me acerqué al carro y vi a Sara.

-- ¿Quiénes son ustedes qué es esto?

--Cállate imbécil o me veré forzado de terminar mi trabajo prematuramente. —dijo la voz de alguien. —No te muevas y has exactamente lo que te diga.

Vi en los ojos de Sara preocupación, su mirada gritaba que corriera que me alejara que me escondiese, pero por el párpado allí donde se esconde algunas cosas, y en donde se gotea también. Allí vi miedo y en ese miedo la necesidad de que yo me quedase.

-- De acuerdo pero no le hagas daño.

Recibí un golpe con el que podría jurar que sentí que perdería la vida.

Cuando desperté estaba en el mismo baño que yo había recordado minutos, horas, o siglos atrás, el tiempo es inexacto y es hiriente. Había mucha luz y yo sentía un dolor fuerte en las manos, observé y no me impresionó el hecho de que estuviesen amarradas. Mi boca estaba cerrada con una media. Entonces supe que además no podía moverme.

El olor en el baño era nauseabundo. Era un gran caldo que humeaba a su alrededor, era como un hervido de una vieja bruja, mi refinada nariz captó heces de humanos, de animales, orina evaporada, y semen endurecido. Hasta hedor de sangre estaba a mi alredor, y aquello me templó los nervios. Aquel olor que era como una nube verde que solo podía ver en mis divagaciones se metía en mi cuerpo con cierta maldad intoxicándome completamente.

--Me estás viendo. —dijo alguien.

Yo escuché aquella voz, algo que no esperé jamás fue que supiese a quien pertenecía esa voz. Entonces me llené de cólera como el hervir del agua.

Había cuatro adolescentes. Uno era negro, otros dos eran blancos, y el último el que yo conocía, también blanco. Y en el medio de los cuatro estaba Sara observándome con los ojos cubiertos de lágrimas.

El que conocía se me acercó y me pateó la cara. Sentí el croar de mi nariz, y como la sangre me salía disparada como un agujero en alguna vieja tubería. Por un par de minutos todos se volvió rojo y doloroso, pero entendí que era solo la sangre en mi cara.

Los tipos sonrieron.

--Espero que disfrutes esto.

Grité pero de mis cuerdas vocales ni un gemido salió.

Los adolescentes tomaron a mi novia. La lanzaron al piso al frente de mí. Le rompieron la ropa haciéndola jirones. El moreno tomó sus senos y comenzó a frotárselo. Dos de los blancos comenzaron a manosear sus piernas y se detenían lentamente en su vulva mirándome a mi con cierta risa. El que yo conocía me miró. En sus ojos vi odio, la mirada de una persona que se siente placentera con el dolor ajeno, pero que en el fondo es otro cobarde. Como todos los asquerosos humanos de mi sociedad.

Tomó la cabeza de mi novia que no dejaba de gritar ante tales asquerosas caricias, y le pegó con un puño cerrado. Vi como varias marcas se quedaron en sus cachetes.

-- Tendrás qué hacerme un favor señorita. Uno para mí y uno que si disfrutarás. Ambos son por tu bien nena, así que escúchame bien. El primero será que no grites, si gritas solo adelantarás tu sufrimiento y tendré que cortarle el “Guevo” a tu novio. Y creo que eso no el gustará a él. Y el segundo querida. —Dijo y le besó el lugar donde su puño había descansado—Será mimármelo. Bien rico, linda.

--NOOOOOOO—grité y aunque solo se escuchó un fuerte estallido de sonido en mi boca tapada. Pero los demás lograron entender mi gesto. Todos se detuvieron ante sus movimientos.

--¿Cómo de que no?—Dijo el conocido. Y pateó la cara de mi novia, ella se puso a llorar tirada en el piso. Parecía la estatua El éxtasis de María.—Lo hará te guste o no.—El me pateó la nariz rota, y yo gritaba y me revolcaba del dolor, quería cerrar los ojos. Quería tomar una pistola y volar los sesos de todo. Incluso el mío propio. Pero no podía porque estaba atrapado, mis muñecas y piernas atadas. Mi voluntad doblegada. Y la visión de Sara siendo violada por todos ellos.

Intenté llorar pero no podía, no debía humillarme más.

Él conocido se volteó con una mirada se detuvo implantándose en mis ojos y luego continuó.

--Vamos nena claro que lo quieres chupar todito, todito. O, ¿prefieres que haga que él se haga el muertito?—sentenció, se bajó el pantalón dejando al descubierto sus boxer, luego se lo bajó también y dejó su pene erecto hacia la cara de mi novia.—Vamos hasta el fondo nena, házmelo gotear.

Mi novia se rehusaba a seguir, movía sus cabeza de una lado a otro en signo de negación, pero el la detuvo con sus dos manos y se lo puso en la boca. La repulsión de ella fue enorme, pero mantenía la boca bien cerrada.

--Creo que debo ayudar a que esta perrita se lo coma. —dijo el chico negro. Entonces con la mano le abrió la boca, ella lo mordió quitándole un poco de sangre, pero el otro chamo blanco le tocó la vulva y comenzó a pellizcársela. Al tiempo el conocido logró metérselo en la boca.

Sus lágrimas envolvieron toda su piel, y un poquito de ellas cayeron sobre el erecto pene del conocido. Yo me envolvía en la más amplia de la locura, mi ser era envuelto por una mar de rabia, lágrimas, y desesperación, pedía a todas las cosas del universo poder matarlos, poder vengarme, salvarla, liberarla. Pero la imagen de todos penetrándola, no solo su vagina sino también su trasero, estaba impregnada en mi mente. A cada movimiento mi odio y desesperación crecía más. El sonido era aún más agonizante, era como el roce de un plástico chicloso con otro plástico, creando fricción. La sensación de humedad era permanente, y en cada movimiento ella me vio. Gritaba mucho, mientras los adolescentes gemían en su excitación. Los cuatros la atravesaban por todas partes. Su cabello era una maraña de ramas secas y sin vida que se agitaban de un lado a otro, de arriba abajo. El conocido la tomó de la cabeza y se la movió como si se masturbase con la boca de mi novia.

Gemían y gritaban como una danza satánica a la luz de la luna. Muchas veces la golpearon y muchas veces me patearon a mí. Luego de treinta minutos mis ojos estaban envueltos de una superficie roja causada por mis lágrimas. Entonces todos excitados acabaron sobre ella, el conocido se la metió más en la boca hasta hacerla vomitar.

-- ¡Qué niña tan mala! No he podido acabar en su boca. No importa.—dijo y me vio sonriendo. Caminó lentamente hacia a mí. —A ver si te gusta, marica de mierda.

Y vi por primera vez como un líquido blanquecino maloliente y pastoso me caí en mi cara y cabello, impregnándome de una olor a pescado y a cloro.

Las imágenes eran un revoltillo en mi cabeza. El líquido volando en el cielo cayéndome en mi cara, mi novia siendo bombardeada por los chorros asqueroso de esos hombres, la cara del conocido sonriéndome, el negro tomándola del cuello y metiéndole su pene.

Ella me miró por última vez.

--Lo siento, de verdad te quise.

Y un cuchillo se le fue clavado de manera intermitente, como la luces del árbol de navidad, en su vientre. Vi de nuevo como los ojos vívidos de alguien se volvía en cuestión de minuto.

Ella murió, y mi alma se fue con ella. No por que la hubiese amado, sino por que estoy seguro que la causa de su muerte fue la mi culpa. ¿Ironía? Para nada, si crees que esto es ironía del destino, estás mal, el destino aún tenía una jugada más para mí.

5

Primero viene el descubrimiento de la habilidad, más tarde se aparece el miedo a fallar, luego comienza la confianza, con un ligero toque de inestabilidad a la constancia , aparece la necesidad, y luego viene el amor al arte… Pero más tarde, y es lo que no logran casi ningún artista, es por su puesto, que goteen.

Y es que el arte es algo aparte.

El olor que se impregnaba por mi cuerpo. La cacofonía producto del río al chocar con las paredes del canal y continuar su rumbo. El movimiento de las ramas como producto del viento. Lo que realmente me despertó fue una especia de reloj biológico, como una alarme interna que me gritaba en mi interior. Era una picazón, como un ardor en las venas. Sencillamente la sensación de que algo no iba bien, de que había sido sacado de un lago frío y lanzado en un hirviendo. El ardor y comenzó en alguna parte del cuerpo aún no identificada.

Aquello, y la voz de mi inconciencia me despertaron. Mis ojos que tardaron mucho tiempo en abrirse se vieron amenazados por restos de sangre y semen cuajado en mi cara. Me dolía horriblemente mi cuerpo, era como si un gigante hubiese quebrado mis vértebras y estas quedasen en forma de picos: en cada movimiento encontraba el dolor en mi organismo.

Me voltee lentamente y vomité muchísima sangre. El olor y sabor era totalmente insoportable quería expulsar todo eso, como limpiarme de una intoxicación líquida y roja. Pero me calmé luego de un rato. Entonces pude observa lo que me rodeaba.

Estaba a orillas de un río que corría hacia la izquierda con aguas negras, en donde flotaba de vez en cuando algún resto orgánico, alguna caja, o incluso algún cuerpo. Entonces comprendí que había sido lanzado al Guaire.

Cuando intenté ponerme de pie me caí, luego lo repetí y volví a caer. Aquello sucedió tres veces. Luego con el efecto de un millón de litros de alcohol en mi cuerpo, comencé a caminar a la orilla, cada vez que pisaba me dolía el pie. No podía mantenerme de pie por mucho tiempo, perdí el conocimiento.

Cuando volví a despertar ya no sentía desesperación en mi cuerpo. No se había ido pero quedaba un poquito de ella. Creyendo que no podía hacer más nada me senté y puse mi cara en mis rodillas. El viento me pegaba en todo mi cuerpo, y con el se barría mis recuerdos.

Las imágenes llegaron como un rayo sobre un árbol. Primero un presagio en el cielo con la luz, luego el sonido, y finalmente el impacto. Fue una dosis fuerte para mi mismo. Pero luego la fui asimilando poco a poco, dejé que entrara y se uniera con mi cordura, y mi conciencia.

El desastre después de la oscuridad, pensé en mi conciencia.

… las imágenes de los chamos llevándome luego de una golpiza en un carro, y abandonado en el río se pegaron como con chinche en mi cabeza. Vi como tomaron palos y golpearon mis piernas, con una roca, me pegaron en la entre pierna, sentía los golpes como si viviera el momento por segunda vez, por que olvidé el primero, y el señor destino desea que sufra muy bien sin que olvide. Me hacían cortadas, y finalmente vi como todo se envolvía entre sabores ácidos, y mi cuerpo se bañaba, comprendiendo así que mi cuerpo escuálido, inválido, y desprovisto de vida había sido lanzado a que la corriente barriese toda huella de lo que había pasado.

… pero no estaba borrada…

No. Por que nada desaparece, solo se transforma. Y no entendí cómo ni por qué logré salvarme de mi ahogo, y aparecí en la orilla, más muerto que vivo. Pero aún con un calor de vida… miento, no era calor, por que en mi cuerpo ya no hay calor. Quizás pueda existir un latido de vida, pero el calor es algo qué más nunca lograré sentir. Por que cuando estoy cubierto de este frío que me cubre y me domina, no hay espacio para calor.

Por que todo es frío, y es pétreo.

Sentía la necesidad de caminar, de correr, de llorar, pero mis nervios no respondieron para eso.

Solo me senté en posición fetal y no pude hacer nada más por más de dos horas.

Las nieblas me cubrieron y algo llamado inconsciente dominó entonces mi mente, por un par de horas.

Jamás vi lo que estaba detrás de mí.

6

Es una gran mentira de que el tiempo borra las heridas. Las heridas son huellas marcadas en el arma, que el señor tiempo no puede llevarse y aunque el mencionado caballero intenta de hacerlo con sus mejores dotes de barrendero sencillamente no lo logra. ¿Por qué?, por que la única cura para el dolor es saber vivir con él, aprender como resignarse a la frustración pese que se conoce que aquello es como una bofetada al despertar, como la daga que se incrusta y que luego de cada respiro se intensifica el dolor.

No se puede borrar, solo se puede soportar. Y es que luego de ver al pasado y enterarse de aquellas personas o de aquella única y exclusiva persona que estuvo en los momentos de oscuridad, ya no lo está, el alma se ve rota. Y la única forma es: acostumbrarse o no aceptarlo.

Amé, y tuve mucha oportunidad de olvidar lo que pasó. Pero no fue hacer, solo permití que las cosas gotearan.

Después de todo, y antes de que la luz cubriese su cuerpo al ser enterrada, luego de las mil lágrimas de falsas personas que acompañaban a su familia, en ese momento yo pude hacer mi elección. La hice.

Y es cuando el arte es tu amigo… ¿quién puede dominarte?

7

Allí estaba de pie hacia mí. Mirándome a través de su impecable y muerta mirada, viajando desde el borde de mi cama directamente hacia donde yo estaba acostado. No sonreía, ni mucho menos molesta estaba. No era lo suficientemente imaginaria para mostrar alguna emoción, ni lo suficientemente real para ocultarla. Son los vivos quienes tienen emociones, los muertos no, ellos son diferente desde del punto de vista existencia. No puede decidir que emoción manifestar, por que ellos no la tienen. Es solo el reflejo transformado de lo que alguna vez fueron.

Todo eso lo comprendí cuando sin moverse estaba a mi lado sentada, tocó mis manos, las atravesó en realidad y el ligero frío del ectoplasma de mi alma fue como el hielo de un refrigerador. Pero aunque sus manos estuviesen o no estuviese, fuesen o no fuesen, se posaron. Son cosas que la razón no puede formular y exclusivamente el arte puede explicar.

Tampoco sé cuanto tiempo pasó entre nuestras embelezadas cavilaciones y la realidad del mundo exterior, por que para mí ya no existía dos mundo, solo uno el interior, aquel qué vivía yo solo en mis pensamientos con ella, por que ahora luego de su muerte ha venido hacia a mí. No para llevarme, para eso nada.

Ella quiere conducirme. Antes de desaparecer su alma rozó una manzana al lado de la lámpara de mi cama. Luego se quedó en la pared.

El siguiente día me desperté con una mezcla de cansancio y de liberación como si en mi interior hubiese estado naciendo algo nuevo, y relajante a la vez. Con anterioridad no le hubiese puesto mucha a atención a aquello pero como podría ignorar algo tan grande tan majestuoso después de que el destino me lanzó una cachetada como la anterior.

Antes de dejar mi habitación y luego de un total ensueño con la pared que estaba frente a mi cama me volteé y sonreí. La manzana al lado de la lámpara que reposaba sobre la mesa de noche estaba podrida.

Yo sonreí cuando el conocido me observó. Y abrió su boca con una pronunciada o de sorpresa, no hace falta explicar su asombro y terror. Las emociones que pasaron por su cara y que noté que fui muy sensible en sentir, fueran tan infinitas como las mismas estrellas en el firmamento. Le sonreí y la di mano. Luego me senté al ver que no me respondió.

El horario que va desde las 7 de la mañana hasta las 2 de la tarde pasó más o menos en varias semanas en mi mundo. Mientras cada profesor hacia preguntas con tan poca equivalencia como el valor de algún dígito, la diferencia entre un compuesto y otro, alquenos y alquinos; yo en lugar pasaba todo mi tiempo sentado en el último asiento del salón solo y muy frío. Dibujaba y dibujaba. Los trazos de mi lápiz sin ninguna especialidad, era simplemente un Mongo número dos, sin embargo mi mano se movía con especial movilidad. Más que dibujar hacía grafitos y graffiti, no tenía una idea especial o un motivo específico solo abría una página donde debió haber estado el teorema de Pitágoras y allí planteaba el grafito del lápiz. Luego de varias horas la destreza se convertía en una habilidad adquirida, la habilidad en un don, el don en pasión, y por su puesto en necesidad. Siempre supe que tenía mucha habilidad para captar el contexto a mí alrededor y plasmarlo en algo. Sin embargo no me había dedicado a hacerlo, por que tenía más preocupaciones. Tampoco me dediqué a filosofear sobre mis habilidades adquiridas. Yo simplemente me senté frívola y cómodamente, en mi pupitre tenía un cuaderno con unas seductoras hojas en blanco, mi lápiz deseando penetrar la blancas hojas, a mi lado la maldad y la locura, adelante mi antiguo mundo, y atrás de mí el fantasma de ella.

Pasaron varias semanas. Cada noche y cada día soñaba con el momento en que desperté en el Río Guaire fisiológicamente muerto pero con un aliento de mi vida, también recuerdo con mucha frecuencia el olor y desagradable sentimiento de culpa, y por su puesto la oscuridad que me precedía. Y cuando estoy así entonces abro las páginas. Poco a poco los cuadernos se agotan, pero mi hambre y necesidad no se agotan. Coloreaba, pintaba, y hacía blanco oscuro. Improvisaba y utilizaba las técnicas del libro de Educación artística, poco después entendí lo poco que sabía quién había escrito aquel libro. Es poco lo que se puede enseñar del arte.

Por que arte es algo aparte. Pasé días enteros sin dormir, noches dibujando y luego dormía muchísimo tratando de liberar mi mente de la tensión. Y luego no como un esclavo pues a diferencia de los esclavos yo amaba el tiempo en que enfocaba las blancas páginas para luego ser purificadas por mi mano. Yo me dedicaba a trazar, a dibujar, a repasar, a engrandecer, a disminuir, todo lo que tuviese forma lo dibujé. Más tarde llegué pensar que muy internamente buscaba con todas esas forma algo que mi arte pudiese darme, eso especial que la expresión de mi alma pudiese revelar.

Muchas personas no lo saben pero cuando algo sale de sí mismo, sea bueno o malo, lleva tu alma, tus deseos, tus aspiraciones, tu ADN, tu identificación, y muchas veces encierra consigo lo que no se puede acceder tan sencillamente. Y aunque los temas de mis creaciones eran cosas de la vida diaria: primero edificio, luego casas, mas tarde artículos del hogar, luego personas, ojos, bocas con Brakers, dientes perfectos, dientes rotos, dientes sangrientos, toda expresión. Hermoso y gótico.

Así pasé varias semanas y mis compañeros de clases no lo notaron. Esos idiotas se sentían alegren con mi distanciamiento, con mi soledad, por que yo el más inteligente por fin había sido aplazado, se creían ganadores en una batalla que ni si quiera yo me molestaba en participar. Por que conocía algo, que ellos odiaban reconocer, y es que en el fondo querían ser como yo. Por eso mi total ley de hielo contra todos fue una cachetada aún peor, y cuando comenzaron a acercarse a mí yo ni le prestaba atención tanto así que he olvidado alguna conversación que haya tenido con ellos. ¿Es locura querido Diario? Tres palabras: No me importa.

Entre toda esa cuerda de insectos que silvas con sus putrefactas palabras solo me importaba aquel que había machacado mi flor y obra más hermosa. Era la única persona que saludaba cada día de mi NO existencia en el colegio. Me miraba con temor esperando ver mis reacciones, pero solo me alejaba y sabía que observaba. Estaba atento día y noche a que yo me apareciese. Estaba atento a que yo lo enfrentase lo que él hizo, pero yo andaba muy inspirado en mi propio mundo como para enterarme lo que su tonta cabeza formulaba. Pero esos diez segundo que me tomaba para saludarlo eran muy gratos por que podía disfrutar y embriagarme de su desesperación, de su temor, de su excitación. Eso en consecuencia de que no hay nada más dramático y desesperante que el agresor que se siente identificado que el agredido. Siempre a la defensiva y con la adrenalina inyectándosele en las venas al verme. Con su expresión, con los ojos y párpados caídos en dirección contrario me enteré de sus noches de desvelos, y aunque él quizás no lo supiese me tenía miedo. No por lo que yo le pudiese hacer, por que él sabía que él me dominó. La causa de su miedo inconciente hacia a mí es por su alma sabía lo peligroso que mi personalidad se habría convertido. Era un vector con dos flechas o dos direcciones, su conciencia le hacía sonreír al mirarme pues sabia que yo estaba allí mientras el violaba mi novia, pero su inconciencia le llevaba a temer y creaba en él incertidumbre con concordancia con lo que mi oscura personalidad demandaba y exhalaba.

Con el tiempo me cansé de dibujar lo que veía a mi alrededor y entonces nació en mi la tentativa de llevar mi expresión artística a un nuevo nivel: la irrealidad. Cuando comencé a pintar sobre la pared de mi cuarto la irrealidad, lo que en realidad en el arte importa, fue entonces cuando mi musa, mi novia, la chica muerta, sonrío por vez primera desde un plano terrenalmente superior.

Había dado en el clavo.

8

Desde la ventana de mi cuarto se puede ver las escaleras que conducen a un callejón que desemboca a la calle, un poco antes de la entrada hacia mi casa hay un árbol. A fin de estar más cómodo moví mi escritorio en la pared de la ventana de modo tal que tenia una perfecta vista para lo que había a afuera. Entonces comencé mi labor de vez en cuando sentía los dedos del ectoplasma sobre mi hombro, al principio aquello siempre me cogía desprevenido pero luego me acostumbré y encontraba muy placentero aquello. Los momentos en los cuales no hacía mis graffitis eran momentos del mundo externo, y en él mi chica no se aparecía; pero luego cuando sacaba mi lápiz y hacía que su punta se introdujese en las hojas veía como aparecía y se posaba a mi lado. Eso era quizás lo que más me hacía hacer lo que hacía. Muchas veces sentí que hacía algo malo, y de hecho algunos niños me miraban como a un fantasma de alguna serie pasada de moda, yo simplemente sonreía. No era cinismo. Era amor.

Entonces me quedé embobado en el árbol e imaginé como sus ramas escondía a los pájaros, y los pájaros resguardaban sus nidos también pensé que pasaría si algún hombre intentara robarse los nidos, entonces se me ocurrió la idea de dibujar a aquella imagen. Al principio era lo que yo me imaginaba, pero mi nueva personalidad me hizo trazar algunas líneas más, hacer algunas manchas, dar algunas sombras, pintar ojos negros y rojos en las ramas.

Entonces terminé mi pequeño graffiti de un hombre que huía por el pasillo siendo perseguido por aves del tamaño de perros que cortaban su piel y le dejaba cierro de su boca salía sangre y enmudecía ante el grito de auxilio. Me quedé dormido sobre los papeles.

Esa misma noche cuatro horas y treinta y tres minutos después me desperté por el grito de alguien. Lo que vi a continuación me produjo dos efectos: en primera instancia congeló mi corazón y me hizo sentir como el estomago se me volvía un bolsa fría de agua moviéndose como una bailarina de valet sobre el escenario que era mi tórax; lo segundo fue comprender y alegrarme al descubrir algo más del talento. El arte comenzaba a chorrear.

Me asomé con cuidado por la ventana y quedé impactado a ver a un hombre promedio corriendo y dando gritos en la noche. Huía desesperadamente de algo que yo no lograba a ver aún. Examiné la dirección que se alejaba y era del árbol… que yo había dibujado. Entonces presa de la excitación tomé mi cuaderno de dibujos y miré la página que pinté y de inmediato comprendí. El hombre corría desangrándose. Y aunque me quedé impresionado por varios segundos decidí que si alguien se daba cuenta de aquello sería muy peligroso que con mi cuaderno en mano, y ahora observando como sombras de pájaros de tamaño de perros y gatos corrían tras de él; decidí entonces que lo mejor era eliminarlo y acabar con su sufrimiento. Tomé mi lápiz y entonces dibujé un ave que le cortaba al cuello.

Me asomé tuve que tomarme la boca para no gritar. El fantasma o el ectoplasma de un ave salía de árbol volteó y me miró con sus ardientes y volcánicos ojos rojos; luego se lanzó sobre el hombre y le mordió la garganta. Me quedé impresionado de la maravillosa obra teatral que acaba de crear. No tuve fuerza para quitarme de la ventana, así que pasé media hora escudriñándolo todo. La sangre, las aves que revoloteaban alrededor del hombre muerto, todo parecía salido de una pesadilla oscura, pero en realidad salía de mi mismo. De mi imaginación, de mi mente podrida.

Estaba totalmente enamorado de lo real que había sido todo. Dejé la ventana y tomé mi cuaderno. Mi chica estaba en la cama esperándome me senté a su lado y le tomé de la mano, su alma no era sensitiva, pero allí estaba. Luego dormí con una sonrisa en mi rostro. Mi chica me miraba y sonrió por segunda vez. Entonces miró a través del espejo y vio que su figura era la de un montón de huesos. Ignoró aquello y me puso su mano sobre cabello.

Si alguien hubiese entrado hubiese visto como mi cabello se alzaba levemente.

Cuando me desperté y analicé todo lo ocurrido no fue muy difícil llegar a una hipótesis de todo lo que yo había hecho: tenía poderes. No hubo, al menos para mí, alguna otra explicación que aclarece por qué mi arte abstracto había sido real. También consideré la hipótesis de que sería algo imaginario, de estrés, de cansancio, pero con eso si me equivoqué pues mi mamá me comentó lo de un extraño sujeto encontrado muerto en condiciones raras. Y aunque aún existía la posibilidad de que su causa de muerte hubiese sido cualquier otra cosa, lo que pasó al caminar cerca del árbol aclareció mis dudas. Justo a rondar cerca escuché el ruido de un ave miré y millones de ojos rojos se clararon en mí. Y aunque no tuve miedo lo más inteligente y lógico era alejarse.

Otra cuestión que necesitaba despejar era por su puesto la persona que me rodeaba. Pero luego de pensarlo bien, en realidad no me importaba, disfrutaba su compañía y gracias a ella ahora no la extrañaba tanto y tenía esta… habilidad.

Cuando llegué al colegio y saludé al conocido y vi que su expresión había confianza descubrí un aspecto que vino a mi mente como un flechazo en la cabeza. Algo que necesitaba realizar y que contaba con las herramientas perfectas para hacerlo. Pasé toda la mañana planeando qué hacer pero antes de hacer o no; necesité probar mis habilidades. Entonces miré a mi alrededor: tantas cabezas, tantos ojos, y bocas que podía eliminar. Tantas personas que sencillamente odiaba y no quería ver más. Pero sin mucha importancia como ensuciarme. Decidí que la chica que se sentaba de primera debía ser un buen conejillo de indias.

Así que abrí mi cuaderno y comencé a realizar grafittis. Le daría un susto nada más le pasé por el lado y me quedé mirándola con una sonrisa.

-- ¿Qué me ves ñoño? Ya tienes boca y ahora si piensas pronunciar palabras. O es que te quedaste sin batería y no puedes moverte.

Solo sonreí y me fui a mi puesto. Y dibujé. Tardé como veinte minutos pero el espectáculo que tuve fue muy dingo.

Cuando acabé miré como desde la puerta del salón de clase entraba el arte. Una figura oscura e irregular avanzaba y atravesaba las personas. Iba con parsimonia y sin si quiera remover el aire en su alrededor. Cuando terminó de avanzar se puso enfrente de la víctima y sus brazos se cerraron en su garganta.

La chica escribía—yo no parpadeaba observándola—de un momento a otro su lápiz calló en el piso y se echó para atrás. La profesora de física se volteó cuando alguien gritó. La cara de la chica era morada, y se buscaba de liberar de algo que la asfixiaba. Su cuello se comprimía y se hacía chico. La gente se arremolinaba a su lado tratando de darle aire, pero la chica gemía entre gritos y poca respiración.

Yo estuve a punto de reír y reír a todo viento. Pero me contuve y miraba la sombra que la ahorcaba, estaba totalmente alegre de lo que hacía, abrí el cuaderno e iba a borrar el dibujo pues solo quería un susto. Entonces sus palabras vinieron como una canción que acaba de estrenarse en MTV, así que cerré el cuaderno y me puse a meditar sobre mis próximos pasos.

Entonces la chica murió.

Yo estaba sentado con los dedos de mi amada en mi hombro. Ya casi terminaba lo que era varias páginas de dibujos. Me llevé toda la semana pensando y maquinando todos los pasos que daría. Mi amada nunca me dejó. Y ella me susurró los toques finales. Estaba muy emocionada lo sé, pese a que no tiene emociones.

Así que hice el dibujo final y me incliné a verlo todo como una serie en la televisión.

10

Un chico se depilaba completamente en su cuarto de baño. En muchas ocasiones odiaba a realizar este tipo de prácticas sin embargo las chicas les gustaba más quienes no tuviesen vellos, y él le daría todo a esas mujeres que estaba sedientas de él. Luego de terminar y de hacerse varias cortaduras por el ombligo y el vientre, se dio una larga ducha luego se recostó en su cama. Luego de depilarse siempre quedaba un poco activo y le gustaba tener actividad pero por desgracia esta noche no tenía ninguna tonta que quisiera acostarse con él, y hacer labores manuales le parecía tan monótono y sin sentido. Así que se quedó dormido con las ganas y con una presión grandísima en la entre pierna.

A media noche se despertó sudando y con la sensación de humedad en las piernas. Se revisó y descubrió un olor a pescado muerto y a cloro. Eso no era lo que más le preocupaba, lavaría todo para que su madre no estuviese haciendo preguntas sobre el desarrollo hormonal de un adolescente. Lo que más le interesaba en ese momento era el recuerdo de lo que había pasado el mes pasado. Las escenas venían a su mente con mucha prisa. El rapto, la droga, los golpes, y luego cuando violaban a la chica. Luego lo que hicieron con su compañero.

Tenía la mala costumbre de beber muchísimo y de drogarse en varios momentos y eso le llevó a luego a hacer malas cosas que al principio se arrepentía pero luego más tarde no le interesaba mucho que se diga. Por eso se sintió extrañado de recordar aquel momento y pensó que quizás era el “queso” que cargaba con él.

Así que volvió a dormirse.

El sonido de tres llamadas telefónica lo despertó.

Alguien lo llamaba, maldiciendo mucho salió de su cuarto y caminó hacia la puerta de la sala. Pensando que quizás los chicos a los que les compraba la droga habían llegado a cobrar la última cantidad que no había apagado. Pero era inaudito, no tenía dinero. Abrió la puerta alzando el dedo medio de su mano hacia los chicos, pero no había nadie. Echó un vistazo al pasillo del apartamento y estaba desierto, solo se veía las puertas abiertas del ascensor y por el otro extremo las escaleras. Nada aún.

Insípido cerró la puerta y se dio media vuelta. Ya llegando de nuevo a su cuarto volvió a ver su celular y otras tres llamadas le trajeron de nuevo a la realidad. Los chicos del clan o de los Raperos o Skater tenían una especie de saludo o modo de identificarse para hacer trabajos de underground, en su caso su banda o su grupo de Grafiteros sabían que si llamaban tres veces seguida a su celular debían salir a la puerta exterior de su casa para arreglar algo especial. Como el vendía y compraba droga en la noche para que sus padres no sospechasen pues era una perfecta forma de identificarse, además…

Tres sonidos rompieron el eco de la noche. Examinó la instancia esperando que su papá no despertase salió de nuevo al exterior. Pero por segunda vez no había nada. Las luces estaban encendidas en todo el pasillo. Volvió a cerrar la puerta molesto. Hasta que volvió a sonar el celular y antes de abrir miró por el visor de la puerta alguien estaba a afuera. Una sombra logró visualizar entonces abrió y ese reflejo que no es una verdadera atención de una imagen es cuando el ojo puede ver un poco más de los 180 grados permitidos y ve o cree ver algo en movimiento, de esa manera observó como alguien corrió entonces le siguió a través del pasillo.

Caminó y se paró en el ascensor. Miró hacia atrás y vio la puerta de su casa entreabierta, la dejó así por si acaso necesitaba correr, examinó el pasillo nuevamente y no había almas. Tic-tic-tic un sonido tan ligero como el que una aguja al caer sobre el metal se originó cerca de las escaleras entonces el chico corrió tras de ello. No prestó mucha atención a que iba en Shorts y una camiseta. Cuando llegó a la escalera nada pasó. Entonces volteó la mirada.

Silencio.

Entonces comenzó algo que no esperó y que luego no puedo redimirse. Las luces del pasillo se apagaron. No fue algo como un corto circuito en donde la electricidad deja de pasar y se va paulatinamente, sino como si la oscuridad misma hubiese llegado y hubiese eclipsado la luz.

Por primera vez en la noche sintió miedo. Allí estaba enfrente de él las escaleras que subían a los pisos y las otras que seguía al inferior del edificio de ambos lados dos pasillos no sin luz, sino en oscuridad. Por un momento se dio cuenta de que algo le estaba empujando a bajar así que se regresó en la oscuridad del pasillo.

Caminó y caminó tentando a chocar una pared como consecuencia de que su brújula interna fallase, pero cuando por fin llegó a algún lugar fue al otro extremo del pasillo. Era un laberinto.

Y de nuevo las tres opciones. Alto-Abajo-Oscuridad. Y ya estaba conciente de que la oscuridad no lo llevaría a ningún lado. Aquello le asustaba, no pensó que estaba en una pesadilla por que las pesadillas no te dejan elegir, solo te conducen. Y aunque en parte no tenia elección, había elegido no seguir, y en una pesadilla el malo siempre gana, no hay oportunidad de retratarse.

Las escaleras descendían como desafiándolo. Como llamándolo. Entonces comenzó a bajar, al principio nada pasó las escaleras eran… escaleras pero luego todo comenzó a cambiar, conforme descendía un piso, las luces desaparecían. Era como un antiguo juego de Nintendo en el cual no se podía regresar por el camino al menos que te diese Game Over y no quería probar aquello. Bajó por lo que fue un largo descenso y las luces seguían extinguiéndose detrás de él. El mármol de las paredes se convirtió en roca, y el piso de cemento se hizo arcillas en sus desnudos pies.

Cansado de bajar intentó devolverse y gritó cuando no pudo. Detrás de él una pared se había hecho y ahora lo único que le quedaba era bajar. Miró por debajo de su nivel y un hombre le miró y le sonrió. Se lanzó al piso asustado. Temblaba como un bebé luego de una pesadilla con el Diablo.

Cuando salió del edificio ya no estaba solo. Lo que vio primero casi lo mató. Estaba en una plaza sentado y con la certeza de que todo lo que había pasado ya no seguiría. Sin embargo el viento frío le hizo voltear lentamente. En el extremo de la plaza una tela andaba sin tocar piso, flotaba sin mover el aire. Era como una capa cuyo color no era parecido al negro porque su capa era el negro en sí. Era como un velo conducido por las manos del viento o las horribles manos de un titiritero. La capucha le caía hasta la barriga—si es que eso tenía alguna forma definida—y a un lado sus manos esqueléticas llevaban un hacha. Con lo cual le apuntaba directamente.

Fue presa de la noche, del frío, del miedo y del espacio mismo. Por que cada vez que la sombra flotaba más y más las luces se hacían oscuridad y se extinguían. De un momento a otro se sentía absorbido por todo y por nada. Si fuese una mosca sería como la lengua pegajosa de un sapo que la envuelve hasta conducirlo al interioro pegajoso y oscuro de la boca de la misma. De ese mismo modo todo alrededor se opacó. Las luces de los carros adyacentes al conocido, se hicieron borrones como los difuminados de la Mona Lisa.

El conocido sintió en muchos momentos como el ambiente a su alrededor de un momento a otro recibía olas que daban forma a diferentes cosas, como si Dios estuviese dibujando la imagen, como si estuviera pensando en todo lo que él sufría. Los carros iban y venía la luna se acercaba más y más, sintió en un momento que la misma le golpearía la nariz. Los carros iban y venían, las luces se marchitaban y luego volvían arder. El piso goteaba, pues la calle estaba inundada, y cuando presa del pánico miró hacia lo que sus pies naufragaban como en una tormenta, intentó de brincar. De ascender hacia algún lugar superior al suelo, pero no pudo. Brincó y brincó, pero sus pies no se alejaron.

En su alrededor además pasaban tormentas, rayos y una fuerte oleaje, la mano de Dios pintaba adecuadamente su alrededor. Comenzó a llorar, y a su mente llegó los recuerdos de todas las cosas que había hecho. Los crímenes. Las violaciones. Y aunque si salía de aquella situación lo volvería a hacer y hasta de peor manera, dijo y juró que cambiaría que sería mejor persona. Pero en la noche nada se movió a su ayuda. En cambio…

Todo goteó. El desconocido volteó y miró la persona con toga. Era más alto que él, sus largos dedos eran más finos que un hueso, y blancos con piel quemada y rancia. No pudo observar su cara. Pero solo posarse en frente de él, era como recibir una gran personalidad, sabia que si gastaba mucho tiempo a su lado sería influenciado por algo mayor, algo supremo, y algo muerto. Allí estaba el ser con la toga negra enfrente de sí. Sin respiración. Sin temperatura corporal. Solo una masa de cuerpo que le influenciaba.

Tuvo muchísimo miedo. Entonces la muerte se paró en frente de él, de su capa derraizada y mugrienta, vieja quizás por la cantidad de viajes que había hecho entre este mundo y el mundo de los muertos, entre las luchas con las almas que no quieren entregarse ante la infinidad, antes las almas que cuando llegaban al infierno sentía por primera vez el arrepentimiento. Cuando ondeaba esa capa él sentía como todas esas almas susurraban palabras de calvario, de pasión, y de mortificación. Al mismo tiempo las almas goteaban de la capa.

La mano con los largos dedos tocó la capucha, y el alrededor se volvió fuego.

Entonces la oscuridad lo cubrió.

Yo y el arte somos cosas no tan distintas. Sobre las paredes de mi cuarto y mi mano se movía como un cometa que cruza dejando estelas y polvo cósmico en su trayectoria. Dibujaba y pintaba de manera rápida y precisa. No errores, no tachadura. Era como una pantalla de VideoVin en donde la preproducción se llevaba a cabo en mi mente. Mi cerebro ya no le importaba las conexiones, y las leyes de la lógica y de la razón. Eran solo ideas, imágenes, un popurrí de imágenes. No tenía mucho sentido.

Pero era lo que mis dedos dibujaban.

Al cabo de un tiempo vi mi obra. Mi cuarto era un santuario cuyas paredes estaban adornadas con los más exquisitos y góticos dibujos: castillos, muros, murallas escondiendo laberintos, laberintos escondiendo castillos, dragones dentro de castillos, personas muriendo, personas sangrando. Una mujer sentada en centro de un circulo de laberinto y en la frente le proliferaba un cuerno de unicornio envuelto en sangre. Pero lo que más atraía la atención era el dibujo central.

Una plaza envuelta en llamas alrededor de un chico desnudo con todo el cuerpo quemado y envuelto en sangre, acercándose la muerte desde el lado extremo.

Me quedé un rato mirando la imagen. Me eché a reír sin importar despertar a mi familia, era una risa de locura y venganza, de odio y de amor, de desolación y de reencuentro, de felicidad y desdicha.

Pensé en darle la oportunidad. Pensé en perdonar, pero entonces las imágenes gotearon, y entonces el arte me poseyó. Tomé una lata de Spray y un poco de pintura entonces tracé el hacha de la muerte atravesando el cuerpo del desconocido.

Más abajo y lejos del dibujo, pinté un conducto que conectaba dos cosas: En el lado superior estaba el mundo de los vivos, la realidad y la consciencia. Y en el inferior estaba el infierno, plagado de la inconciencia.

En el tubo dibujé al conocido.

Sonreí, mirando mi arte.

FIN

Marzo

MARZO

Por siempre mía

“Desierto tocado por el sol

Corre, huye con pavor

Porque Marzo Viene por ti

Marzo, tiempo de horror

Niños que por bocas

Piedras vomitan

Marzo que irradia por el sol

Una mirada, una sonrisa

Pero Marzo a todos aterroriza.

Los muertos brincan, y en mi cara aterrizan

Veo fantasma, veo ruinas

Son las balas, son los explosivos

¡Oh Marzo hazlos Añicos!”

Marzo.

1 día y 13 horas antes.

--¡Alto!

Gritó un sujeto a otro. En un extraño idioma. El segundo hombre, que a pesar del grito siguió corriendo, dio la vuelta a la derecha de lo que parecía una ciudad muerta.

Parecía que la luna lo seguía (y no solamente el hombre con el idioma extraño y Ak64 en mano) porque la sombra del sujeto en trote se desprendía de él como si quisiese huir. ¿De él o de su agresor?

-- ¡Alto!

De nuevo gritó el primero al segundo. Pero el segundo ni si quiera disminuyó la marcha. Es más, parecía que el fuese la marcha. Uno perseguía al otro. Los guijarros se volvían polvillo en tanto eran pisados por el hombre con el arma en la mano. A los pocos segundos de la persecución, notó que era tonto seguir persiguiéndolo, y gritarle lo que sea que le gritaba por obvias razones: no hablaban el mismo idioma, y el hombre del frente no pararía.

-- ¡Alto!

Su voz se perdió con una brisa que de ningún lado apareció y a ningún lado fue a parar de ese árido sitio. Era el tipo de que no se sienten pero llegan. Claro que llegan. Entonces el sujeto seguido dejó de correr, y el cazador dejó de seguir.

Ambos se quedaron sin moverse.

Uno vio a otro. Y el otro a al primero. La cara del uno fue una mueca, la del otro no fue nada en lo absoluto. La luz iluminaba el rostro de uno, mientras que la ausencia de luz oscurecía la del otro.

-- Es cierto.

Sentenció uno.

Y uno vio la cara de los muertos.

1

Sofía sabía que Muammar Gadafi no abandonaría su cargo. Era un hecho tal aseveración. Libia lo sabía. El pueblo sabía, y los miembros de la OTAN lo conocían tan bien como el mismísimo señor presidente Americano. Claro que Sofía no lo sabía por el hecho de formar parte de la OTAN, ni si quiera de la CIA o de alguna organización americana. Era, en realidad, una corresponsal de Guerra para cierta cadena noticiera, que por su puesto que no era CNN ni mucho menos la BBC.

No, para nada.

Aunque ser una corresponsal no le brindaba alguna información especial. Algún conocimiento secreto con el cual podría tontear con los llamados no-corresponsales, entiéndase, cualquier otra clase de periodista. Pero esa clase de privilegio entre docto, era interesante en un sentido morboso. Lo que le recordaba a cierta frase de que “entre los grupos, siempre hay grupos” otra afirmación que tampoco tenía gran importancia, ni gran secretismo.

Cosas básicas. Eso eran.

--¡ Alto!.

Sofía Imbert dejó de teclear en su Mac. Con las últimas palabras de su “Alto” no podía pretender entregar un escrito como ese a la empresa que trabajaba. La mandarían de regreso a Venezuela. Y no podía permitírselo. Lo bueno de ser corresponsal era sus viajes gratis—era lo que solía decirse para justificar que su vida estaba en constante peligro de muerte—Su otra voz, aquella miedosa que todos tienen, le respondía que ningún viaje ni ningún viático merecían tal peligro. Pero aún así siempre ganaba el sujeto con cuernos en que en cualquier dibujo animado podría representar con el usual diablo. Sí, claro que lo justifica.

Pero tampoco podía seguir en su empleo—y por consecuencia poner en peligro su vida casi a diario, si seguía pensando tantas tonterías. Tenía que decir ¡Alto!

Observó la Mac teniendo en su mano derecha una taza de y con la izquierda sobándose las sienes como solía hacer cuando algo iba mal. Y mira que la tecniquita estaba siendo cada vez más usada. Por otra parte, su estomago estaba a punto de explotar luego de engullir un plato grande de Shakshougq, lo cual, en su joven mente, le hacía sentir perezosa y en definitiva no la iba a hacer transitar el camino de la virtud para terminar el escrito para la empresa --que no era CNN ni la BBC—en la cual trabajaba.

Así que apagó la Mac—patrocinada por su trabajo—casi nada era de ella. Y decidió que quería hacer unas llamadas, después de todo hablar con las personas solían romper huecos en la garganta y dejar salir las palabras, en su caso quería dejar emerger las palabras. No era la misma regla, pero para algo debía servir.

La voz susurrante de una mujer le contestó.

-- ¡Sofía!.

Parecía que cada vez que llamaba Nabila era como si espera que le respondiese “No, yo no soy Sofía. Soy su secuestrador”. Pero al cabo de unos segundos, Sofía le respondió con regularidad.

-- Si claro. Recibí tu inbox por Facebook esta mañana.

-- ¡Que bueno! Ya esperaba que hubieses cerrado tu Profile.

¿Por qué? ¿Por qué debo cerrar mi inbox? Nabila está muy extraña para mi gusto.

Sin embargo…

-- ¿Mi profile?. Hay algo de lo que me pierdo.

Sofía recordaba los acontecimientos en curso casi como si fuera una lectura rápida en un diario. Todo estaba en orden. Se había levantado. Había preparado unos huevos. Y un pan. Luego había prendido la PC, se metió en su cuenta falsa de Facebook y leyó el inbox de la mujer que le estaba desesperando por teléfono. No decía gran cosa. De hecho decía prácticamente cuatro palabras.

“Llámame en tanto puedas.

Te tengo una bomba”

Nabila A.

Un murmullo. Y rescató su mente de los recuerdos. Además, Nabila parecía intranquila.

-- No puedo hablarte por acá. Pero creo que conseguí una buena. ¡ Y de las grandes!

Una noticia. Ya era hora. Pensaba que la empresa no CNN ni BBC estaba algo cansada de publicar sus reportajes sobre los ataques de la OTAN, la semana pasada habían informado su nuevo ataque, y una extensión por noventa días más. Del resto, sus informaciones era aburridas. Gadafi con vida, y su hijo también. Al menos eso decía los rumores. Y ella ni si quiera sabía si ella continuaba con vida. ¿Cómo iba a saber si el Jefe (Muamar) estaba aún con vida?. Era una simple corresponsal de guerra no una especialista de contrainteligencia. Siempre creía que la vida en medio de la guerra sería más o menos divertida, pero no. De hecho ya no lo pensaba. Ni eso ni en la mitad de cosas en la que solía pensar. ¿ y en qué si?. Bueno, en comer. Eso básicamente. Y… ah si. Y en una nueva noticia.

-- ¡Una noticia! ¡ Qué maravilloso! Tengo que reportar eso. La Agencia está cansada de los mismos cuatro titulares.

-- Lo sé, cariño.

Acordaron verse en casa de Nabila.

Se quedó viendo al teléfono como una marioneta por un rato, como si quisiera que este le revelase el secreto de la “nueva información”. Nabila, su compañera en el departamento de redacción estaba encargada de ayudarla a incorporarse al trabajo. Hecho que ya llevaba tres años y ya Sofía podía escuchar la amenaza de un contrato de por vida. En todo caso, se habían convertido en amigas cercanas.

Fue por el mes de Marzo en que llegó a Libia. En Venezuela no tenía nada, excepto quizás su nacionalidad. Y ahora en Libia estaba su futuro como periodista, tenía la esperanza que luego de unos años, algún famoso periodista de la famosa Agencia periodística muriese, y allí estaba ella para ser elegida. Si eso pensaba Sofía Imbert. Después de todo, estaba… sola.

Cuando salió de su humilde apartamento—que tampoco era de ella. Era de la empresa. La empresa lo había conseguido y ella lo pagaba. Así que nena, nada de “mi” apartamento, el apartamento de la empresa. Así había escuchado a una de sus jefas, y su jefa era una de sus preferidas candidatas para que muriese por un terrible terremoto acaecido junto en el medio de su corazón.

La ciudad Trípoli estaba totalmente desierta. Cosa que era casi difícil. Por la cantidad de personas que vivía allí.

Pero todo había cambiado luego de la guerra.

Mientras caminaba por el ahuecado pavimento revivía su primera experiencia de guerra. Había leído mucho sobre la segunda guerra mundial. Al parecer los escritores el tema del nazismo era el predilecto, en tanto no se tuviese sobre qué cosa escribir. Pero lo que había leído en los libros no era comparable—como todo en la vida—con lo que experimentaba.

Ocurrió en la mañana después de las nueves. Estaba paseándose por algunos callejones de la ciudad en busca de sentirse acogida por ella. Cuestión totalmente absurda porque las ciudades no acogen personas. Son las personas las que se sienten identificadas con determinadas ciudad, más aún, con ciertos lugares de la ciudad. Su pretensión era inútil. Y luego el estallido como el de un globo de hule. Sólo que uno grande y muy hinchado.

El suelo se levantó como si la tierra debajo de la baldosa estuviese muy caliente y ellas hubiesen decidido alejarse de ella. Su cuerpo no siguió el ejemplo porque lo primero que hizo fue lanzarse al suelo. Escuchó los gritos de la multitud. Y algo que en cualquier idioma y en cualquier dialecto es igual: el ruido del pánico. Era como si las ondas sonoras provenientes de los llantos, gritos, y silencio se hubiesen mezclado al llegar a los oídos de Sofía, de hecho ocurrió de tal modo.

Un edificio a dos cuadras, quizás a medio kilómetro, estaba totalmente destruido. Caminando hacia al lugar de la explosión se encontró con la cabeza de un libio, ante eso se llevó sus manos a la boca para ahogar un grito. Todo el cuello estaba degollado. La sangre tan roja se corría entre la separación de las baldosas. Era…

Volvió a la realidad al pasar por un par de calles y al acercarse a la farmacia principal recordó como la gente gritaba de desesperación. Se acordó que desde entonces prácticamente todos sus titulares habían sido sobre eso, guerra, destrucción, muertos, y los interminables intentos de la OTAN por quedarse con el gobierno libio. Resulta que la gente a pesar de todo apoyaba a su gobernador.

En una conversación con una mujer dos meses después al primer ataque se dio cuenta de eso.

-- ¿Por qué no han acabado con él?—le preguntó a una vieja mujer. Nabila para aquel entonces ya era parte de su reducido grupo de “personas a quien acudir en caso de desastre”, y fue ella quien le había invitado a visitar esa mujer cuyo hijo era un general del ejército Central de Libia.

-- Porque no hemos querido. Usted señorita, naturalmente no lo entiende porque no es originaria de este país. Pero preferimos morir con un dictador que volver a la esclavitud de los extranjeros. Libia es libre.

Y tenía razón aquella mujer. En sus reportajes muchas veces intentó enviar esas entrevista a la empresa, pero no las publicaba les devolvían las cartas diciendo que no estaba allí para socializar ni mostrar las expectativas del pueblo. Ella solo necesitaba contar a la comunidad internacional que ocurría.

¡¿Quieren saber qué ocurre?! Pues tomate bien del manubrio que ahí voy. QUIEREN PETROLEO.

Pera el tipo de verdades que las personas no podían andar contando por los periódicos. Sin embargo, ¡la noticia! Si lograba reportar la nueva capaz su mesada de pocas pulgas se le terminase. El acenso. La huída. Y largarse de Libia, dejando atrás a