¿ A qué hora estoy muriendo?

martes, 31 de marzo de 2009

Diciembre

DICIEMBRE

A Christmas Carol.

Evelyn era una chica que estaba totalmente convencida que su alrededor pertenecía a una casualidad, de hecho no le importaba en lo mas mínimo. Ella misma, según su condición, era solo una incongruencia y contradicción andante. En pocas palabras Evelyn, era una chica difícil.

La cuestión era que Evelyn estaba en un mundo paralelo. Una esfera rodeada por solo impresiones y divagaciones de lo que en verdad es el mundo. Y no solo era una contradicción andante, Evelyn era una chica emo.

…tomo un cepillo, y alisó con un plancha sus rulos cabellos. Estaba enfrascada en que debían estar lisos, luego…

Una chica emo. Eso era Evelyn.

Recién cumplió los dieciséis años, recibió una noticia.

Hay muchas cosas en esta vida que afectan, y como causa, origina un efecto, el efecto en Evelyn al principio fue feo, no obstante, con el pasar, se hizo peor.

Ella no aceptó el cambio, y ni la noticia. Aún sentada…

Sentada observa su rostro. Pese a tener un tono blanco, quería verse mas demacrada aún, quería mostrar al mundo la forma de sus huesos, el color blanquecino casi brillante. A su lado tomó el polvo y se lo roció, no fue mucho el cambio. El blanco sigue siendo blanco, se aclaró un poco, sí. Pero no hubo cambio. Su cabello ya estaba totalmente planchado, luego…

Emo o no, los padres de Evelyn tenían una vida difícil. Su papá que murió poco después de navidad a causa de un infarto, era un obrero en la compañía de electricidad de caracas desde hace mas de veinte años, un hombre de pocas palabras, de los que les hace favores al jefe en búsqueda de un aumento, o acenso, pero lo suficientemente débil como para no encararlo y pedirlo el mismo. Su mamá, se dedicaba exclusivamente a labores del hogar, tenía una pasión, que la llevó a que esta noticia se acercara más pronto. La pasión y los sueños, pueden ser un boletín para el infierno.

Evelyn vivía sin hermanos.

Su habitación era pequeña: cuatro aburridas paredes. En realidad para Evelyn su habitación era peor tontería del mundo, nunca le emocionó la idea de lo que sus amigas llamaban “adorado cuarto”, pues para ella fue simple un lugar estúpido.

Solo. Frío. Y Estúpido.

Pero, de esas tres características la que mas le servía era ser solitario. Su puerta, que quizás fue el único objeto o rincón de esa habitación que alguna vez apreció, era quien golpeaba las narices de sus padres luego de una aferrada discusión entre noche y día. Cuando peleaba con sus padres, era una bomba de tiempo amenazante de explotar, deseaba en lo mas hondo de su ser romper sus caras, sacar sus ojos, y sus oídos en un aferrado instinto de supervivencia; pero no tenía la suerte de que su padre se ahogara con una papa ni que su mamá fuera atropellada luego de hacer las compras.

Pero después de todo, siendo víctima o presa.

Era su hogar.

…tomó sus zapatos converse y se los puso, arrugó un poco su ceñido blue jea, cuyas botas estaba rotas apropósito. No eran hechos así, ellas les hizo una pequeña mejora. El espejo, que era un transporte a otra dimensión apuntó hacia su cara, ella miró a su cara, y su cara

la miró.

Si, su madre la miró. Y unos segundos mas tarde su padre con un ridículo bigote de cepillo. Aquello era el perfecto triangulo de las Bermudas. Ella miraba con duda sentada en la mesa del comedor debidamente ornamentada, su madre respondía y desviaba la mirada a su esposo, pensando en la respuesta de su hija, el padre con mirada severa, se quedaba con una fría neutralidad. Ese era el triangulo, y el fenómeno entre ellos fue la siguiente conversación.

…El delineador negro y morado, dibujó un borden en sus ojos, como si pasara sobre la faz de la tierra abriendo camino, destruyendo montañas, rodaron, hasta formar el borde de una piscina blanca. Sus ojos delineados resaltaron a su frialdad, más tarde se buscó a si misma en el espejo…

--Tenemos que hablar—dijo su padre al fin.

A pesar que para Evelyn sus padres se equivocaron el día que la presentaron, prestó atención a la voz entre rota de su padre. Estaba totalmente segura, de que agarraron a la niña equivocada, porque son unos idiotas, y pues le pusieron su nombre y su odioso apellido. Ambos odiosos, ambos idiotas. Ambos nexos a sus padres.

--Si, ajá. —dijo Evelyn

Su padre tomó la mano de su esposa, estuvo segura que en ese preciso momento hubo una conexión entre ambos. El matrimonio y dios no existe, en su filosofía de vida, pero por un momento—estuvo a punto de quitarse los piercing solo por la sorpresa—notó, mejor dicho, aseguró que realmente se conectaron. Como si su padre hubiese perdido fuerza, y su madre allí estaba, dulce y callada, le dio el soporte que necesitó.

Algo bonito.

Algo patético, dijo su yo. Y de nuevo Evelyn, la chica emo, estaba allí. La llorona corta venas, miraba con asco aquella escena de sus procreadores. Y en lo mas profundo de su ser, supo de que hablarían. Calló esperando la cachetada… no tuvo que esperar mucho.

--Nos mudaremos.

Dijeron ambos en uní sonoro. Todos hemos tenido la impresión de que hay una conspiración maligna en contra de ti. Y en esos momentos hay una especie de tizana en tu cabeza. La mezcla de muchos sentimientos, la respiración entre cortada, un creciente río de sudor salía por sus glándulas sudoríparas y bañaba su desértica piel, un amargo saber a ácido en la boca, y la furia creciente. Ira, catástrofe, cólera, eran palabras que danzaban entre la mente de Evelyn, la chica emo.

Y bajo el cabello comienza a moverlo de un lado a otro. Mira su escultural figura. Sus senos son blancos, aun creciente, y de pie, como un volcán virgen, sin erupción. Se pone una camisa rosada, y con un peine, se manosea su cabello.

--De que me están hablando. No pueden sencillamente no pueden. Tenemos toda la vida viviendo aquí, y mi escuela, y todo lo que tengo aquí. ¿No les importa? ! ! CLARO QUE NO LES IMPORTA! Nunca les ha importado nada mío. Así son ustedes, no les ¡importa!

--Hija tienes que entender nuestras razones. Tu madre y yo, hemos conseguido una oportunidad mejor, para vivir para estar, para surgir. Mejores condiciones de trabajo, un poco mas de dinero, y así viviremos mejor.

--Y, ¿No me consultan nada?

--Tú no trabajas. Nosotros si. Y ya es una decisión tomada, Evelyn, debes entender.

Pero Evelyn, no quiso entender. Aunque ella no lo sabia tenía un potencial, muy fuerte, pero su gran defecto era creerse la víctima de una amarga sociedad. Falta de padre, no era la causa de su comportamiento, ella sencillamente decidió ser como es. Libre albedrío.

--Me voy yo sola. No crean que me iré con ustedes. ¡Estúpidos!—vociferó.

Y Golpeó con una patada la mesa de la casa. Todos los adornos, platos, y vasos que allí estaba cayeron al piso, originando un estruendo y un fuerte sonido, como si un rayo hubiese caído justo en el medio de la mesa, en donde reposaba la comida. Nadie notó, que solo un vaso no se rompió, este vaso calló como todos, pero al caer chocó la punta con el piso duro, y rebotó, para esconderse debajo de la mesilla del televisor, para ser encontrado meses más tardes por los nuevos inquilinos.

(¿Debieron?, Por supuesto)

Y en su habitación, dentro de la misma oscuridad, una chica que se cree emo, estuvo parada enfrente a un vidrio. Llevaba un pantalón ceñido al cuerpo, con una obvio desnutrición, su cara pálida estaba posada a su imagen su cabello caía, y ella con una mano…

Su padre se puso de pie y golpeó su mejilla. No fue una bofetada, ni un toque con una rosa. Fue una mano, cansada de recibir electricidad, algo quemada, y gruesa por el trabajo difícil; la que golpeó la frágil mejilla, rompió parte de ella, y la zumbó al suelo.

Evelyn deseó la muerte, escupiendo sangre hacia al suelo, de su padre. Todo aquello a través de la mirada.

Su padre, vio la mirada de su hija, y el frío le recorrió.

Entonces,

Con una mano, la figura de una chica, creyente de que todo lo que hace es lo correcto, segura de que la vida es como ella cree, conciente de lo mal que ha pasado sus decisiones, preocupada por la falta de una camisa a su estilo, cansada de la existencia de sus padres, motivada a matarlos, sentenciada a vivir una vida de pecado; tocó y tapó el ojo izquierdo de su cara…

allí en el piso, golpeada, y con la sangre en su cachete, Evelyn en lugar de quitarse la sangre, borrar la marca, llorar, o pedir disculpa; se limitó a tomar su cabello y volverse a tapar su ojo izquierdo, con elegancia y frialdad.

Alberto y Sonia eran los mejores amigos de Evelyn, si es que alguna vez tuvo verdaderos amigos. Oriana también era amiga, pero ella era diferente, clase aparte a lo que realmente era la amistad para Evelyn. Pero a final de cuenta eran sus amigos cuando estuvo a punto de estar embarazada, eso a finales de diciembre del año pasado.

Evelyn mantenía relaciones sexuales desde los treces, con chicos cuya sexualidad era discutible, una vez se imaginó ella de una vista exterior y miró con creces que parecía un acto de lesbianismo. Había momentos (según su vista exterior) donde no se sabía quien era el hombre y la mujer. Esos chicos eran emos también, y aunque era el peor sexo que ella tenía, en un parte de su mente se obligaba a sentirlo como algo real, algo fuerte. Claro, esos chicos eran bisexuales.

Bisexual, y hasta Evelyn lo era, a los catorce tuvo su primer encuentro con su mismo sexo. Fue durante una pillamada, ya todos se iban a dormir cuando compartió con Oriana, su cama, allí pasaron más cosas que un simple beso de buenas noches.

Oriana era buena, una habilidad manual y oral excepciona, empero, eso tampoco la enriqueció por ello la dejó.

Y así llegó diciembre durante la noche buena pasó fumando drogas: heroína más que todo. Con un chamo de nombre Christian, otro emo más. Dentro de la excitación y los juegos calientes, el chico la poseyó, ninguno se cuidó.

Pasó el mes, y no tenía la menstruación cuando se lo comentó A Christian, ni la golpeó ni la gritó. Simplemente se le quedó mirando con sus grises ojos, luego aquel joven de dieciséis años lloró como un niño que cree indiscutiblemente que sus pesadillas son ciertas.

Ella le dijo perdedor y lo dejó en su cuarto.

Evelyn no lloró, esa chica no tenía lágrimas. Al observar el Ávila en el ocaso bañada por finas virutas de luz lunar y nublada por nubes cargadas de agua, se podía recordar la mirada siniestra de Evelyn, sus ojos presagiaban lluvias no obstante jamás las segregaba.

Al menos hasta ahora…

En fin, Sonia y Alberto, y hasta su misma casi novia Oriana, la apoyaron, dos semanas después de estar resignada a abortar, descubre que fue un simple retraso ovular.

Sin complicaciones la vida de ella continuó.

Y a pesar de todo, y de su negatividad en creer en la amistad, las horas incontables de estar cerrada en su cuarto y observar al fondo de la pared afiches ScreenEmo, My Chemical Romance, Marilyn Mason, y otros; ella o una parte interna de sí misma apreciaba (jamás amar) a sus amigos.

Lo que ella conocía que por muy emos que se creyeran sus amigos, todos la amaban de verdad y sufrían con ella.

Sí ellos te hacen daños, ellos también me harán daño, le había dicho una vez en cima de ella Oriana, besándole su piercing. Alberto, otro bisexual, también la amaba, y muy internamente fantaseaba con su figura. Sonia, su mejor amiga con la que nunca compartió cama, quizás si un sexo pero jamás la una a la otra, la amaba más que los otros dos.

La amaban, por eso Evelyn sintió tanto placer y terror, unas semanas después.

Dicen que sólo hay un hogar. Definitivamente eso es cierto. Evelyn comprobó su realidad en primer instante. Nunca había dejado guiarse por la primera impresión de las cosas: no lo hacia en amores, no lo hacia en amistades; prefería inmiscuirse y penetrar la fortaleza que crea la primera impresión.

Pero no necesitó una nueva impresión. Ella vio y odio a su nueva casa; la odió cuando llegó esa mañana del sábado eran ya casi las ocho, y el frío se colaba por todo el vencidario. Había viajado por unas horas porque su padre se había perdido de camino. Ese pueblo, lo suficientemente pequeño para serlo pero también con gran extensión para ser una pequeña ciudad, quedaba cerca de Aragua. Su nombre era Reno.

Reno era un pequeño pueblo de Aragua, con calles anchas asfaltada y una oleada de personas muy estrictas y horriblemente conservadora. Por eso Evelyn sintió un montó de miradas como cuervos sobre sus hombros, era el peso que seguramente tendría un muerto al caerte en cima.

La mejor forma de describir a Reno es con una palabra: Común. Reno era un común pueblo que se llegaba con la ayuda de la Parca o un boleto sin vuelta al infierno, eso lo pensó Evelyn, y por supuesto que era cierto.

Su terreno era el diez por ciento del que ocupa caracas, tenia nada más ocho calles se incrustaba y formaba una principal que salía con la carretera principal y esa con fines a Maracay, y de allí a donde la muerte te lleve.

Las casas eran del tipo colonial bien conservadas, y la carretera era de piedras dura, en el centro del pueblo había una plaza, y en el centro de la plaza había un espacio vacío. Abandonado, ni siquiera una paloma se posaba con el centro de la plaza. Evelyn se mudó en Septiembre, en Diciembre ella comprendió el porqué de muchas cosas.

Esa mañana del Sábado, segunda semana de septiembre, Evelyn bajó de la MBW de su padre, apenas sintió el frío piso la rabia la invadió como era posible que su padre aceptó el cambio de lugar de trabajo y que ella tuviese que estar sometida a esto.

La cara de su mamá fue contraria, ella siempre positivita y alegre, su papá por su parte conforme e indiscutiblemente conforme.

Para acrecentar la molestia de Evelyn, su papá se volteó le sonrió y dijo.

--¡Hogar dulce hogar!—y posó su mano sobre le hombre de su hija. Ella con un gesto se lo quitó de encima. ¿Cómo era posible ser tan cínico en una vida? Y lo vio en su mente la figura de su padre asesinado, ella un día intoxicada con mucha heroína, matándolo, luego devorando sus órganos.

Palideció entonces. Porqué pienso eso… y allí estaba de nuevo su padre, siendo demolido, ella sobre la MBW, a todo velocidad pasando sobre su cuerpo volviendo una cinta adhesiva el cuerpo inerte de su padre. No importaba nada, le pasaba encima y los ojos de él se quedaban observándola ya muerto, al termino de explotar.

(se llevo sus manos y tapó sus ojos. La casa se alzaba imperante enfrente de ella. Era una vieja casa de tres platas bastante grande y seguramente cómoda. Su fachada era una combinación de blanco y negro.)

Miró a su madre… entonces su padre era una figura olvidada, una cinta adhesiva y trozo de papel dentro de las suelas de los parachoques del carro, ahora su mamá era la víctima a quien perseguía la endemoniada Evelyn. Su madre fue golpeada por sus rodillas, los huesos brotaron rotos y astillados, por la parte de atrás de su rodilla. No hubo grito, la mujer calló de bruces, y las ruedas pasaron sobre su cabeza.

Su cuerpo como los cascabeles de una serpiente, comenzó a temblar. Cerraba sus ojos pero no era la solución al problema. Las imágenes se multiplicaba, los horrores se arremolinaban a su lado: sangre, una niña comiendo una rata, un árbol siendo incendiado, un hacha, el cuerpo inerte de sus padres.

Sudaba bastante.

Entonces, su padre el muerto, quien reposaba en el suelo abrió sus blancos ojos sin vida, y le sonrió entonces dijo.

--¡Despierta!, ¿Entrarás o te la pasarás allí todo el día?

¿Qué?

Dijo su voz interior, entonces los ojos volvieron a retomar vida.

--Si. Ajá. Ya entro. —dijo con voz mojada. De nuevo se arremolinó su peinado, tapándose el ojo. Estaba pálida y sudorosa. Tomó su equipaje y entró a la casa.

La casa imperante, sombría, y normal estaba allí enfrente de ella, subió la vista. Se detuvo en el techo de la misma, y allí estaba un estúpido adorno de Navidad, seguramente un antiguo inquilino lo había dejado allí.

Y pensando aún en las visiones, ya no tan temerosas de sus padres entró.

Sí por fuera era espantosa, no se debería especular a como era su interior. Pero hasta para Evelyn era confortable la casa, no tan alegre, un poco de oscuridad en las esquina. A pesar de que no le gustaba el estúpido pueblo, ni le gustaba la estúpida casa. Se sentó mientras se hacía el desembarque.

--Allá arriba hay varias habitaciones. —dijo su mamá con indiferencia. –Sí quieres puedes subir y ver cuál te gusta más, y quedarte con esa, creo que todas son iguales de grandes, y según tu papá me dijo, hay al menos 3 o 4 habitaciones. No estoy segura.

La idea de tener una habitación era bastante grata. Y de poder elegirla era mucho mejor.

--OK. –dijo Evelyn con indiferencia. Se puso su Ipod y subió las escaleras sintiendo como la vibraciones de “La Parada Oscura, de MCR” entraba a sus oídos.

Las escaleras eran de maderas, y rechinaban, aunque no lo escuchó. El piso de arriba estaba desierto, sin espejos, sin cuadros, sólo una par de ventanas. Las paredes eran color caoba, y entró a la habitación al primer pasillo a la izquierda. Nunca le gustaba la derecha.

Su madre tenía razón, la habitación era amplia, por lo menos más grande que la que tenía en su casa , En tu vieja casa, se corrigió la idea de el cambio por un instante se había difuminado, así como la molestia y el recuerdo de sus padres asesinados. Cómo si la casa influyera en sus sentimientos.

Tonterías, se dijo.

Cuando abrió la puerta se acercó a la ventana, y miró con cabiz bajo el pueblo dónde ahora viviría, mientras llegaba a Reno una vieja casa colonia pintada de amarillo, y con figuras de gallos entre otras aves de corral, tenía pintado con letras borrosa y temblorosa “ recuerdo triste de una feliz pasado”

Y en parte era lo que ahora llevaría impreso en su mente.

Acabaron de arreglar, y depositar todas su pertenencia a finales de esa semana, entonces Evelyn había iniciado en un Colegio, el único existente en Reno, cursaba el quinto año con chicos sumamente idiotas, pueblerinos que criticaban y se persignaban al verla vestida.

Para complicar la cuestión el primer día de clase fue enviada a dirección, la profesora de Historia no toleraba los piercing que esta tenía ni el montón de pulseras que tenía en su brazo.

--Son símbolos diabólicos señora. —apuntó. Su profesora de historia era una figura irreal, ¿cómo era posible ver a un palillo con ojos de sapos y una voz de arpía?—Además no tiene educación. Me trató cómo si yo fuera una niña con la que se la pasa, no la dejaré entrar en mi clase con todos esos piercing

--¡Entonces creo que me iré de esta mierda!

Tanto la directora como la profesora ahogaron un llanto. Taparon sus bocas, y pensaron en que tan malos padres eran los de esta chica. No hicieron nada cuando está salió de la sala de la directora y se fue a las afueras de la institución.

--Señora, usted…

--Esa chica es una desadaptada—dijo la directora, mirando por encima de sus lentes de media luna. —De todos modos si nos causa problemas. Se acerca la navidad, profesora. —sonrió.

--Tiene razón. Lo había olvidado. –tosió apenada.

--Sí. En esas fechas aquí en Reno, las cosas se tuercen, o se arreglan cómo mejor quiera llamarlo, y la Señorita Evelyn pues… tendrá que torcerse o arreglarse.

Sonrió.

La profesora miró sorprendida la mente de la directora. Jamás, había pensado en que esta chica estaba llegando y no había vivido ninguna navidad en el pueblo de Reno. Sonrió ante la expectativa, y pensó con envidia, que esa era la causa de que ella no fuese directora, la mujer que tenía enfrente era siniestramente más inteligente.

Sintiéndose una inútil salió del despacho del director.

Las cosas seguían en un declive de los dioses. El pueblo era aburridísimo, no había centro comerciales, solo había tiendas, y Cyber que era la única prueba tangible de que no se había mudado de planeta o que había viajado en el tiempo. Así que aparte de hacer las tareas, o hablar con sus padres no tenía absolutamente nada que hacer. No tomaba un libro porque le daba raya quedar como una chica que lee, entonce pasaba la mayor parte del tiempo en msn, o analizando la oscuridad de su vida.

Pensó varias veces acabar con su vida. Aburrimiento sería la cuestión. Pero no quiso hacerlo, por su parte le dio más diversión buscándose problemas en el colegio, enseñándole a la gente lo que son urgías, y haciéndolas con los de su salón. Pero estaba vacía. Evelyn como mujer, de dieciséis estaba muerta.

--¿Qué pasa contigo?—dijo su mamá varias semanas después.

--Nada.

La casa ya tenía mejor pinta. Era por lo menos más lúcida que las casas que reinan en el pueblo.

-- Estoy cansada de esta jodida vida. De esta jodida familia. Y de ti. Y De todos ustedes, no me gusta esto. ¡Odio todo esto!—gritó Evelyn en plena cena. Su papá había prometido llegar tarde.

La mamá golpeó su cara.

--Algún día quizás aprecies todo lo que tienes.

Evelyn salio del comedor con un paso irregular. Su mamá observó que los moretones morados por la inyección de heroína estaban reduciéndose. Con una mirada fría que movió cada hueso de su madre, Evelyn la escuadró.

--Sabes qué te odio—dijo Evelyn. Y subió al cuarto.

Su mamá lloró sola mientras comía, el recuerdo de su hija pequeña, barrigona besándola, y viviendo felices. Pensó que quizás había sido una mala madre, pero en lo mas fondo conocía la verdad, no era mala. Se sentía tan destruida al saber la basura vida que su hija tenía.

Envuelta en lágrimas terminó la cena. Y se preguntó que había hecho mal al criarla, mientras el recuerdo del pasado pinchaba las lágrimas.

Entonces lloró.

Entre lagrimas, peleas muchos moretones, se fue el mes de septiembre y con él arribo octubre, que en pocas palabras fue más de lo mismo. Evelyn comenzó a asistir más a menudo a clase, dejo de jubilarse, aunque no dejaba de armar sus rebeldías.

A finales de octubre, en Halloween, mientras escuchaba la canción de Marilyn Mason, This is Halloween, Evelyn tenía un acompañante.

Era su quinto acompañante del mes. Un promedio relativamente bajo. El besó su pecho, y la miró justo antes de terminar, notó algo en su mirada que lo dejó petrificado.

Era la mirada de una muñeca, vacía plástica y sin luz.

Se preguntó en qué sí sólo era él quien disfrutaba esa media hora de ardor, y cinco segundos después de que un supuesto clima llegara, llegó a la conclusión de que sí, sólo él.

Evelyn no sentía. Eso era seguro.

El rumor de que Evelyn era una prostituta loca, se corrió por todo las paredes de su colegio. Buena cama, también fue un merito que se le fue adherido. Pero las cosas buenas, sí es que puede haber bondad, son las que menos se propagan. Causado por los chismes, y especialmente de chamos que ella no había aceptado, por ser muy come flor, fue que Ismar se le acercó el viernes por la mañana antes de matemática.

--¿Puedes comportarte?—dijo ella. El uniforme estudiantil le quedaba abombado. El típico beige para las camisas o chemise, y el pantalón azul marino.

--¿Perdón?

--Así cómo lo oyes. Te pasas. Puedes dejar de comportarte cómo… una…

--¿Una qué?

Levantó ligeramente la ceja y la penetró con la mirada. Aquella niña bonita, no le diría como comportarse. No era primera vez que pasaba por algo como esto, ya desde pequeña se le acuñaba el trato de cariñosa con los hombres, pero simplemente porque se le subía en cima, y los incitaba. Pero pese a eso no tenía derecho de llamarla de ese modo.

--Puta—dijo Ismar, con las palabras tragadas.

Hay una parte del ser humano que es la conciencia. En muchas ocasiones la razón junto con la experiencia puede llevar a las personas a saber lo que pasará a continuación; Ismar sabía, o por lo menos la parte conciente, aquella que sabe que todo efecto tiene una causa, todo movimiento tiene un desplazamiento.

Sabía que Evelyn se pondría como lo estaba, no obstante lo hizo.

--¿En serio?—terció Evelyn. Y depositó dos golpes en la cara de Ismar. La chica calló de brices, y entonces Evelyn la golpeó con furia, pensando que aquello que pegaba era un trozo de carne, uno podrido. Los recuerdos de su pasado, algunos dolientes y otros no tanto, se fueron arremolinando en su mente, mientras golpeaba a la chica.

Un par de personas se metieron a la escena y los apartaron.

--Para que sepas que soy una zorra. —dijo y golpeó su abdomen con una patada.

Mientras iba a la dirección, no notó que Ismar, y todos sus compañeros sonreían. La profesora de historia llegó, y le dijo en la oreja “Pronto será navidad”, y ambas sonrieron, diabólicamente.

Cansada como estaba de esta gente. Evelyn decidió morir.

Un día, llegó temprano de clase, entró al baño, y con un cuchillo que ni siquiera desinfectó—es lógico, siempre había odiado a sus amigos que buscaban de matarse y que desinfectaban el cuchillo. Ella consideraba que si se quiera morir, que lo haga y listo, que importa los gérmenes si ya estas muerto.

Y con un suave corte, que osciló, abrió sus venas.

En muchas ocasiones, la muerte te va a buscar y tú la alejas de ti. En otras, tú la vas a buscar, y la encuentras; en esta ocasión ninguno de las dos ocurrió. Evelyn llamó la muerte, pero estaba dormida.

Vivió una vez más.

En esos dos meses de estancia en Reno, Evelyn vivió como un alma en pena, buscando y sin encontrar, viviendo su vida con monotonía, y vació. Cambio la forma, pero era el mismo fondo. Estaba viviendo por inercia. Se sintió mal.

Pero todo aquel sufrimiento, que parecía una marcha nupcial en una boda negra, se fue condensando y luego precipitarse. Diciembre fue siempre el mes esperado, y allí la vida, de Evelyn por primera vez se encendió como una llama, y con el aullido de un fénix se apagó de nuevo.

Siempre que las cosas van en caída libre, las personas creen que mejora, pero eso no es así. Se debe principalmente a que cualquier gesto bueno, dentro de un mundo de maldad, es inusual, y renovador. Algo así pasó en la vida de Evelyn, sus padres un domingo, frío a mitad de noviembre se le acercaron con parsimonia.

--Evelyn te tenemos un propuesta no sé si te agrade.

Ohh aquí vienen a amargarme más la existencia…pensó.

--¿sí?

Hablaba con indiferencia mientras devoraba su ración de pollo.

--Hemos considerado traer a tus amigos

Los ojos de Evelyn se hicieron como pelotas de fútbol, sencillamente no podía ser cierto eso, sería una broma de sus padres, una treta para que cayera, pero sus ojos no decían eso, gritaban que estaban diciendo la verdad; y lo que es lo mejor vendrían.

¡Vienen, vienen, vienen!

--¿Es en serio?

Lo era. El día 19 de diciembre llegaron Oriana, Alberto y obviamente Sonia. Los tres llegaron en la BMW del padre de Evelyn, quien en parte se había puesto recio con la tentativa de traerlos a pasar navidad y año nuevo con ellos. Él le había dicho a su esposa que era una responsabilidad muy grande andar con hijos de otro, y que también Evelyn no se lo merecía. Pero, su esposa una mujer que siempre había amado usó sus encantos femeninos y a final de cuenta dejó traerlos. Después de todo era una ocasión perfecta para retomar la paz familiar, y él ya cansado de su vida como padre, decepcionado por no saber si su hija estaba transformándose en una mujer saludable, haría lo posible porque su familia retomara el curso.

El encuentro entre ellos causó en la madre de Evelyn unas cuantas lagrimas al observar como su hija la cual se había convertido de una bebé amorosa, a una rebelde sin causa, la cual tomaba drogas aunque ella no quisiera aceptarlo, seguramente tenia una vida sexual muy activa, y sabrás dios que otras cosas tenía.

Los padres siempre tienen cosas que quisieran que sus hijos hiciesen a pesar la negatividad de ellos en hacerlo, lo hacen por el bien. Suena esto muy bien común, las banderas del nazismo, pero en muchas ocasiones hay que establecer la diferencia entre el bien común, y lo que es estrictamente necesario.

Había traído a los chicos por bien común.

Y cómo los Nazis luego del holocausto, ella también se equivocó.

--No me gusta la navidad.

--Ni a nosotros. Pero sabes que esto es una simple escusa. Vale nos has hecho falta, aunque al menos por el msn hemos hablado full. —dijo Alberto.

Estaba sentado en círculos en la habitación de ella.

--Si, webon, bastante que nos has hecho. Aunque el tiempo ha pasado rápido. —dijo Oriana.

--La cosa, ha sido rara diría yo. —Susan ahogó unas láminas.

Esperaron que los padres de Evelyn durmiesen, y encendieron unos pitos de cigarrillos, mientras hablaban de trivialidades juveniles. Alberto estaba ansioso por un carro, y no sabía como conseguirlo, aunque también les contó sobre alguien que le gustaba pero no quisieron caer en el tema sexual.

Cómo era lógico, y como unas semanas antes dentro de su mente se había formulado la vaha idea de que sus amigos había cambiado, de hecho notó que si tenía razón. Cambiaron. No hizo falta observar el túnel en la Oreja de Sonia, ni detallar el nuevo piercing de la ceja de Alberto. No era algo superficial, su cambio arraigaba en lo profundo.

Ellos también notaron eso.

Pero era un cambio, tal cómo el movimiento del viento, Evelyn captaba ligeras ráfagas de dicho cambio. Las percibía dentro de su cara, pero luego se perdía y olvidaba por completo por cual razón se inquietaba.

Sus amigos, por su parte no pensaban en eso. Cada uno pensaba en la forma de drogarse o divertirse. Alberto, por su parte, sentía una ligera atracción por el nuevo estilo de Evelyn, quizás las distancia había hecho renovar lo que una amistad había encerrado.

--Me alegra de que estén aquí.

-- A nosotros. Y te tenemos una sorpresa—dijo Alberto.

--¿Ah sí?

--Cállate. Imbécil—dijo Sonia, le torció los ojos mientras que Alberto se disculpaba con la mirada—Espera al veinticuatro, nena.

El hombre de negro corría a través de la casa.

Entró a la sala de estar, olfateó el estaño en el aire, sintiendo absolutamente nada, caminó a mano derecha. Y caminó directamente.

La habitación de toda la casa estaba oscuras, y entre la sombra la figura de un hombre alto oscilaba como una navaja, la niebla que desprendía no alteraba en lo absoluto el equilibrio de su alrededor. Se detuvo.

Entonces miró a las escaleras, y se quedó allí plantado al lado de una planta verde cuyas hojas gruesas se estiraban pidiendo sol en la oscuridad de la noche, a una ventana totalmente abierta.

Una ráfaga se desprendió de la ventana abierta, pero el traje del hombre no se movió un solo milímetro.

Los días antes del veinticuatro no fueron días que animarían o cambiarían las rutinas, ni por supuesto son lo suficientemente valioso como para dejar constancia escrita sobre lo que sucedió en ellos. No obstante, brevemente se dirá que Evelyn, junto con sus amigos recorrieron muchos lugares del pueblo, descubrieron un gato, se endrogaron durante toda las noche haciendo guardia que los padres, no olieran el olor ácido de la marihuana, y finalmente, hasta conducirse casi suplicante se dormían noche tras noche bajo el efecto de la brisa de un ventilador y una ventana que soltaba todo el maldito aire contaminado a los vecinos.

Una noche, mientras el Padre de Evelyn se sumergía en su mas oscuras pesadilla, donde era perseguido por el ruido de una cierra de un hombre con cachos, se despertó sintiendo un gustoso sabor a marihuana, de inmediato recordó sus años en la Universidad, dónde huía a ese vicio entre clases y bibliotecas.

Se condenó, y se mordió el labio con la idea de que su hija era la que se drogaba. Salió de su habitación, el pasillo era la boca de un lobo con una brisa húmeda—el hombre sintió el respiro del lobo detrás de su cuello: húmedo, hediondo, y putrefacto. —Entonces, se bajó las escaleras, pues de la oscuridad se escuchó un chillido.

--¿Evelyn?

Dijo en las escaleras.

Bajó lentamente, y con lo que miró, olvidó por completo los recuerdos de la marihuana, y de la recién fornicada mujer que tenía en su habitación…

A veinte kilómetros de allí, y en dónde tiempo es relativo.

Un borracho caminaba con paso lento. Miraba con indiferencia las luces cada vez más borrosa que adornaban toda la zona. Y que se extendía en lo largo de las pocas calles del pueblo. Se quedó anonado, cuando llegó al centro del pueblo y miró entonces la figura erguida del árbol de la navidad.

Un árbol de plástico de unos diez metro estaban en el medio de la plaza en dónde anteriormente se colocaba un afiche con unas frases “Sin prisa”. Los cinco litros de ron que había ingerido se evaporizaron por los poros de su cuerpo y con los ojos cómo perlas negras y al borde explotar, miró con saliva descendiente ante la imperial figura del árbol.

Las ramas extendidas a casi cinco metros en la base, se hacían sólidas hasta la cúspide como las pirámides de Giza y las en la punta una estrella de vidrio negro se mantenía.

El silencio. El miedo. La sorpresa. Y la mirada perdida hacia la omnipotente figura.

Doce segundos después, el hombre corría a su casa conociendo perfectamente que había comenzado o estaba ya ocurriendo.

Cuatro luego de eso, estaba en el piso.

Y un segundo más tarde, su cuerpo muerto desapareció del navideño y acogedor Pueblo de Reno.

Al día siguiente el padre de Evelyn les comentó lo que había encontrado la noche anterior, y por la acción subjetiva de la memoria, no se atrevió a recordar lo de los olores. Ellos se echaron la mirada culpable sintiendo un vacío en el estómago.

--Si dame otro huevo. Bueno, cómo les decía. Anoche, no podía dormir, creo que necesitaré un somnífero, o es el estrés del nuevo pueblo; no importa, hoy antes de irme al trabajo lo tomaré igual… ¡Ah si!, anoche salí del cuarto, creo que me dirigía al baño, y sentí que me llamaban desde acá de la cocina, tomé la escalera, cuando me quedo sorprendido de lo que vi. La planta esa que vino con la casa, estaba marchita, no solamente marchita, estaba totalmente hedionda. La boté porque me causó un asco y nerviosismo superfluo, pero era demasiada mi sorpresa realmente. Las hojas estaban todas muertas, y con un aspecto de huevo revuelto juntado con mostaza.

--Delicioso Señor—dijo Alberto con tono Irónico. Pero se cayó por que el viejo ni le sonrió.

--Pues es extraño. Yo la vi muy nueva, y no me explico como algo puede podrirse así como así de la noche a la mañana.

Evelyn y Oriana se miraron. La cara de Evelyn fue muy adulta para ser una chica emo, y la de Oriana fue muy cómplice. Luego los cuatros se estaban observando, sugiriendo culpabilidad.

Nada más se habló. Hoy su padre no trabajaría, y a ellos le tocarían trabajar. El día era de noche buena, y los preparativos necesitaban iniciarse, pero antes de eso, subieron al cuarto.

--¿Qué estaban pensado, cuando se les ocurrió de echarle algo a esa planta?—dijo Evelyn.

Todos se quedaron atónito antes las acusaciones de ella.

--No sé a qué te refieres—dijo Alberto.

--Ah, ¡no! No se les ocurrió que si le echaban cualquier porquería a esa planta, mis padres pensarían que ustedes trajeron, no sé digamos, ¡Drogas!, ¿No valoran el esfuerzo que tuve que hacer para que pudiesen venir? ¿Ah?, ¿Ah?

Oriana se mordió el labio, mientras que Alberto se movía su cabellera con un destello de desesperación.

--Simplemente no sé a lo que te refieres.

El día de navidad las cosas habían mejorado hasta cierto punto pero la cuestión era que en la casa los problemas crecían escondidos: Puertas abriéndose y rechinando durante el ocaso, risas mientras que Evelyn y sus amigos fumaban a altas horas de la noche, o cómo había pasado el día anterior, la intensa sensación que a través de la ventana un dedo hacía rechinar los vidrios.

Y aunque todo aquello había difuminado una clima amargo de miedo en la cabeza de los padres de Evelyn, no se comparó en lo absoluto con lo que pasó el veinticuatro de diciembre a eso de las once, y poco después de la una de la mañana.

--Gracias—asentía Evelyn, ante los distintos regalos que le dieron. Oriana le regaló un CD de Katty Perry, sus padres le dieron quinientos mil bolívares, Alberto le dio una camisa negra con la figura estúpida de Jack, Sonia le dio un collar de Spike grisáceo.

Comieron hasta casi reventar, y el padre de Evelyn la apenó dejando escapar un eruto estridente, pero sus amigos se rieron por lo bajo. Su mamá tomó todos los platos, hicieron un pequeño brindis con ginebra, y la mamá les dio, acto seguido, un gran pedazo de pastel de navidad.

--Siento que vomitaré—confesó Alberto en su cama.

-- Si yo también—dijo Sonia.

Y esa sería la noche de navidad perfecta para Evelyn. No importaban sus padres, pero estaban sus amigos quienes le hacían sentir, aunque no se lo comunicaba, como una flor entre las nevadas tierras del ártico.

Soñó con ellos.

Dicen que hay un espíritu navideño en todos los hogares, pobres o ricos. Eso era una verdad a ciertas como es el caso de que los regalos de navidad llegan mágicamente.

A través de las densas neblinas y de las opacadas calles del pueblo reno, una figura se escurría, como un lápiz sobre el lienzo de un artista. Hacía cuatro horas que la medianoche había llegado, y un par de horas atrás que uno que otro niño se había dormido entre las ilusiones hechas o desechas, como producto de un regalo recibido. Fue entonces cuando el pino artificial de pueblo, iluminó las manchadas calles con la luz armoniosa de la cumbre estrellada.

El viento chocó ligeramente con las secas y filosas hojas de plásticos a tiempo que de los regalos en la base del árbol emergía una chica de cabello corto. La chica de cabello negro meneó su melena. Sus ojos estaban enrojecido, y su tez blanquecina estaba ligeramente agitada por el ostentoso trabajo.

Se volteó a los regalos, y observó con delicadeza como los nuevos presentes resaltaban y descuadraban con las cajas vacías que los pueblerinos pusieron como adorno. Pensó por un par de minutos la sorpresa de las personas al despertar.

Miró a la punta del árbol.

Y observó por última vez a los tres presentes que hubo colocado.

Fue entonces cuando…

En su sueño era presa de emociones, y era también una figura apagada y escondida bajo un armario, sencillamente no podía moverse y debió quedarse suplicante ante lo que pasaba en su casa. Lloraba y gritaba, no obstante su voz era un pantano seco y sus lágrimas eran ácidas sobre la cara.

-- ¡Oriana levántate!—dijo Evelyn en el instante en que sintió la presencia a merced de ella.

Oriana desalineada se puso de pie, miró con preocupación la cara de su amiga Evelyn, sus ojos estaban deshechos y rojizos, presagio de varias horas de llanto. Aún en crisis era hermosa, siempre la quiso por eso. Su pollina caía, sensualmente al lado de su nariz cubriendo consigo su ojo.

--¿Qué sucede Eve?

-- No sé como decírtelo. Me da mucho miedo. Pero, al demonio… Tengo miedo, he sentido toda la noche, voces que me gritan, que me llaman, y sencillamente no puedo evitarlo, estoy totalmente aterrada. ¿Me acompañas al baño?—dijo Evelyn, y sus pómulos enrojecieron más.

Con miedo. Se dijo Oriana al tiempo que salía tomada de la mano con su amiga, luego la soltó, cuando en su mente recuerdos del pasado cubrieron su memoria… se insultó a sí misma, se había prometido abandonar esa ilusión con su amiga.

Efectivamente la casa de Evelyn era muy tenebrosa. Las paredes eran muy alta, y oscura no tenían la habilidad de reflejar ni el más leve rumor de luz, se extendía como inconcebiblemente hasta las escaleras que descendía como un acantilado.

Se quedó en la cocina mientras que Evelyn entraba llena de pavor al baño.

Fue entonces cuando desde la oscuridad una figura mediana se balanceó encima de ella golpeándola. Fue letal. Un cuchillo minúsculo se clavo sobre su garganta, ahogando todo intento de grito, vio la luz y la siguió, al tiempo que la figura corría con velocidad hacia la planta superior de la casa.

Oriana, o los vestigios de su cuerpo, perdía conocimiento y lamentaba en lo más profundo de su ser haber conocido a los hijos de putas amigos que tenía.

“Noche de paz, noche de amor”, iban cantando en un suave murmullo tal como el de los bebés en los momentos de arrullo, dos figuras entre la maleza que consigo empujaban al cuerpo de alguien.

Alberto observó desde la ventana a las dos figuras y saltó de la cama. Llamó a sus amigas pero ninguna les abría la habitación, entonces pensó en lo peor. Su corazón era la banda sonora de cualquier película de acción del siglo veintiuno, pero con más esfuerzo en los bajos y resonancia muerta.

Bajó a través de la oscuridad de la casa, pensó en despertar a los padres de Evelyn, pero amaba mucho a sus amigas como para traicionarla de ese modo. Observó al salir de la casa, la decoradas ventanas, con renos, árboles y Santa Claus bordeados por luces, y con macabra mente pensó en como la gente dormía tranquila en sus casa mientras alguien asesinaba a rienda suelta.

Fue entonces cuando el error de un par de pie desequilibrado, le hizo escuchar como un par de personas corrían al término de la calle. Se dirigían al pueblo.

Corrió con todo su esfuerzo, los omoplatos se movían de un lado a otro, y el aire en su pecho se hacía denso y cada vez más doloroso al respirarlo. Se culpó por el poco ejercicio y el constante encerramiento en su cuarto con música de Marilyn Mason.

Reno era un lugar aterrado, al menos de noche.

Era un pueblo pequeño de no más de diez calles, que se incrustaban a una cruz general que era la intercepción de las dos calles principales, y que se unían al pecho de cristo que estaba coronado por una plaza, allí comenzó el terror.

… y allí terminó.

Sus ojos se abrieron como plato.

…cuando las ramas del árbol crujieron, y el sonido estridente que hacía un gigante al masticar se difuminó por medio de ese movimiento. Un par de hojas de plástico se vinieron abajo en el instante que las raíces del árbol se movieron ligeramente, fue entonces cuando de la base del sepulcral árbol emergieron cinco raíces que se extendieron con alevosía a por la figura negra…

… las ramas se extendieron encima de ella, y con un único grito sepulcral, seco, y preciso. El árbol de navidad se llevó al cuerpo de la chica, sin rastro alguno.

Una de la figura estaba tirada en el piso bañada de sangre.

--¡Sonia!—gritó Alberto al ver a su amiga en el piso bañada de sangre. Corrió tras ella, y tomó de sus brazos llorando, y crujiendo los dientes.

Sonia, Sonia, Sonia, se decía mentalmente como una oración de la iglesia católica. Fue entonces cuando sintió el frío en su cuello.

-- Feliz Navidad.

Le dijo. Y con una piedra rompió su cráneo.

Fue entonces cuando rodó los cuerpos, y mientras los alineabas y los forraba con papel de regalo, su control se iba. Evelyn era cómo un títere, sencillamente sus brazos se movían en comunión con sus piernas, y veía forzada como la figura desangrada de sus amigos se iba perdiendo a través del papel.

Evelyn o lo que era de ella estaba con su usual peinado, los ojos inyectados de sangres, negros y sin ningún tipo de reflejo. Y…

Aún llena de sangre, aún totalmente loca y consumida por el espíritu navideño, aún despojada de su verdadera vida, con una mano, la figura de una chica, creyente de que todo lo que hace es lo correcto, segura de que la vida es como ella cree, conciente de lo mal que ha pasado sus decisiones, preocupada por la falta de una camisa a su estilo, cansada de la existencia de sus padres, motivada a matarlos, sentenciada a vivir una vida de pecado, tocó su pollina y cubrió el ojo izquierdo de su cara…

FIN

“Señores lectores reciban

de mi parte el más

alusivo regalo

les doy mi amistad

o lo que queda de ella.”

Evelyn